martes, 29 de enero de 2008

¿El Camino Rápido? ¿Existe?

El boom inmobiliario en EEUU (y el que se contagió a la mitad de las sociedades occidentales, España incluida) forma parte de todo ciclo de prácticamente cualquier producto con vida estable en el mercado (como los metales preciosos, los carburantes o ciertos alimentos). Muchos ‘nuevos ricos’ aquí se metieron en seis o siete años de compra en un momento en el que el valor de las propiedades seguía subiendo para luego venderlas antes de que el mercado se saturara o fuera incapaz de absorber más construcción.

Si a eso le añades no uno, sino dos booms seguidos, y lo aderezamos con algo tan indefinible como la codicia (vs. la ambición que debe mover a cualquier humano con ganas de sacarle jugo a la vida), pues ahí tenemos el resultado:

La persona de la calle ve que su vecino se ha forrado comprando barato (o relativamente) y vendiendo caro (o mucho). Amigo, y oye esa dulce vocecita: ‘yo también quiero’.

Así que se acerca al banquero de turno, quien está muy contento por las docenas de hipotecas que atrae en una semana para su sucursal (y su bonus anual) sin casi mover un dedo, y le pide una hipoteca. El Sr. Banquero, muy contento, la concede sin demasiada consideración ante la capacidad de pago del nuevo hipotecado.

Todos tienen fe ciega en el mercado. Está creciendo. El tipo de interés está bajo. Hay euforia: ‘¿te acuerdas del compañero de trabajo de la segunda planta? Se ha forrado con el inmobiliario… y eso que no tiene ni idea’. Ay, de nuevo, sí: ‘yo también quiero’. Como pincha ese pensamiento.

El banquero, no le perdamos, debe seguir repartiendo créditos: ¡eso sí que es negocio! Pero como no puede esperar a que pasen 30 años (o más) a que el hipotecado salde su deuda, pues divide ese papel que dice ‘el Sr. Hipotecado me debe 200.000€ a pagar en 30 años’, en pequeños y cómodos papelitos ('titulizando') y se lo vende a inversores (o fondos), quienes se lo compran al Sr. Banquero por un descuento. Así, todos contentos: el banquero recibe rápidamente la mayor parte de su dinero, sin esperar 30 años, y está ya sacándole brillo para volver a prestarlo; el inversor se lleva una inversión ‘segura, segurísima, sin riesgo’ (cuenta con información muy cuestionable proporcionada por el banquero; o información correcta acerca de la capacidad de pago del hipotecado pero no la considera arriesgada); y el comprador sigue pagando religiosamente esperando a que pueda, tal vez, dar el pelotazo y retirarse. Como le dijeron que hizo también, por cierto, el de la tienda de la esquina.

Pero el mercado manda. Y el mercado sube. Y también baja. El Sr. Hipotecado deja de pagar – por las razones que sean: el interés sube ese medio puntito con el que no contaba; deslocalizan su empresa y su nómina y el resto de préstamos le aprietan... El inversor, por tanto, no cobra. El banquero pierde credibilidad. Y dinero. Y el sistema, basado en una economía especulativa (no real, no orientada a la creación de valor), se va al traste. Los bancos que sobreviven se convierten en inmobiliarias a la fuerza. El precio cae. Se pierde confianza en las empresas. Hay que ahorrar para que no le quiten la casa a nadie. Por tanto, no se compran otros artículos. Las empresas no venden. Como no hay dinero, se despide a parte de la plantilla. Si EEUU estornudaba, Europa se resfriaba. Parece que EEUU apunta ahora a neumonía… pero creo que, esta vez, Europa va a aguantar el tirón. Malos tiempos para el dólar.

Y el inversor experimentado, silencioso, vuelve a comprar. Porque esa casita que costaba tanto hace tres años, por fin, ha bajado de precio.

Y vuelta a empezar.

Buscar incrementar la riqueza individual es bueno. ¿Por qué no? Si se invierte en inmuebles para aumentar el parque de viviendas en alquiler a los colectivos que más lo demandan (y de paso, por fin, contribuir a racionalizar el mercado en España, porque es absolutamente incomprensible para el resto de Europa y para cualquier persona interesada en el asunto), puede uno prosperar aportando un valor al entorno, y no solo a su bolsillo.

Es más lento, pero más constructivo. Aporta valor. Aporta servicio. Y beneficios dinerarios.

Ah, pero ese no es el camino rápido.

jueves, 17 de enero de 2008

Mejorando la Economía: Hay que Hacer Algo Diferente

El mundo funciona en gran parte, nos guste o no, por la economía.

El ciclo, simplificado, nos afecta a todos:

Se crea una empresa por parte de un grupo de emprendedores, los cuales traducen en realidad una idea que sirven a un mercado para resolver una necesidad o deseo. Si el producto se vende, la empresa crece, creando así puestos de trabajo para personas a las que se paga un salario a cambio de que produzcan. Ese salario se gasta, convenientemente, en los mismos productos que esas empresas producen, dinamizando así una economía: cuanto mejor van las empresas (más vendan), más dinero ingresan para a) mejorar/diversificar sus productos, p.ej. y b) más posibilidades tienen de contratar a más personas.

Si resulta que hay demasiadas personas dispuestas a trabajar, la Ley de la Oferta y la Demanda entra en juego, hundiendo los salarios. La gente ya no está tan contenta pero, ay, cómo nos duele ver que el vecino ya se ha comprado la última tele de plasma. Así que nos endeudamos para comprarnos una también, en la expectativa de que no nos despedirán y, por consiguiente, podremos seguir pagando ese crédito.

Cuando esa expectativa peligra, el empleado se pliega más a las exigencias de un jefe (que a su vez se pliega a las del suyo) porque hay que pagar las facturas.

Las universidades forman para ser empleados, qué duda cabe. O sea, seguidores y sirvientes de las empresas creadas por otros.

Hasta las licenciaturas universitarias en Administración de Empresas lo dicen: ‘administrar’ no es crear, no es innovar, no es aportar valor. Solo es eso: ‘administrar’… o también conocido como ‘burocratizar’, ‘fosilizar’, ‘perpetuar’ una empresa (como entidad en sí misma -o sea, los sillones de sus directivos- no para servir mejor a un mercado), lo cual sucede casi siempre en aquellas que adquieren dimensiones considerables.

¿Y si el estamento universitario creara la Licenciatura en Creación de Riqueza? El nombre no tiene ‘punch’, lo sé, pero la idea está clara: enseña a tus chavales (tus futuros dirigentes, empresarios, trabajadores, consumidores) a crear riqueza (creando empresas), a hacer crecer esa riqueza (inversiones) y a compartir esa riqueza (crecimiento responsable, generoso con el otro). No es suficiente con esas especialidades en Creación de Empresas, un par de asignaturas a lo sumo en las Facultades o Escuelas de Negocios. Hablo de 4 señores años aprendiendo a crear beneficio de manera responsable, en equipos, cooperativamente, consecuentes social y medioambientalmente; aprendiendo los mecanismos de innovación, creatividad, flujos de dinero, manejo de dinero, gestión de personas, habilidades de ventas, negociación, fiscalidad, etc. Los profesores, por supuesto, han de ser empresarios y emprendedores contrastados y éticamente intachables. Nada de teóricos o tiburones, por favor.

Me resisto a pensar que las nuevas generaciones que nos siguen quieren dedicarse a trabajar 40 años para otro. De hecho, dudo que puedan hacerlo – porque no les van a dejar.

¿Por qué no facilitarles el que creen su propia riqueza, beneficiándose ellos mientras benefician a la sociedad con un producto, servicio, acción social, etc.?

Si hubiera un partido político que ofreciera esta innovación en su programa electoral, sin duda le votaría, ahora que vienen las elecciones.

Puede ser una interesante solución al varapalo que se está llevando este país por el paro, frenazo en el crecimiento, inflación preocupante, Euribor…

Se dice que la diferencia entre la Medicina Occidental y la Oriental es que la primera está centrada en sanar, mientras que la segunda se preocupa de prevenir que la persona no enferme. En nuestra sociedad, el éxito de un médico se mide por su capacidad de curar. En la antigua China, el éxito de los médicos responsables de extensas zonas rurales se medía en la cantidad de personas que NO se enfermaban.

Diferentes visiones, mismo objetivo: bienestar de otros. Y, por qué no, beneficiándose uno mismo por el camino.

Así todos ganan. Es lo más inteligente.

miércoles, 9 de enero de 2008

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