jueves, 27 de enero de 2011

Autonomía


Cuando se estudian estilos de liderazgo (no de jefatura, que siempre es la misma: la autoridad conferida por una tarjeta de visita), aparece uno, el autocrático, caracterizado por su intimidante ‘ordeno y mando’.

¿Motivador? A corto plazo, sí: una brigada de bomberos no puede ejercer un estilo colaborador o ejecutivo en mitad de un incendio: hay que resolver, y resolver rápido.

Pero en un entorno laboral no tan dramático, el jefecillo que busca el que su equipo resuelva, tiende a recurrir a ese ‘haga lo que le digo, Pérez’, con mayor o menor sutilidad que, en efecto, ‘motiva’ al tipo a ejecutar.

Y a poco más.

Para motivar, de verdad, a largo plazo y con compromiso (sí: he dicho esas tres cosas y sí, es posible) a una persona adecuada al puesto, con la información y formación necesaria para el desempeño en esa posición, es necesaria una sola cosa:

Que el responsable del equipo tenga mucha, muchísima autoconfianza.

Autoconfianza para asegurar que su equipo pueda resolver el problema de la mejor manera que alcancen por sí mismos, dotándoles de los recursos que requieran. Sí: siendo generoso.

Autoconfianza para permitirles el suficiente margen de creatividad para que se tornen expertos en la materia, si es que no lo son ya - que para eso les pagan. Sí: denles tiempo para pensar.

Autoconfianza para aportar una vision inspiradora a una tarea que, originalmente, quizás sea un mayúsculo aburrimiento. Sí: denles una imagen arrebatadora que alcanzar. (¿Usted pone ladrillos o está construyendo un hospital puntero en su clase?)

O, en otras palabras - lo que debe hacer el jefe es...

Quitarse de enmedio y dejar hacer.

Si no es capaz de soltar, entonces despida al jefe controlator y recomiéndele la doma de fierasO despida al empleado que necesita que estén encima de él... y mándele de regreso al kinder.



viernes, 21 de enero de 2011

Ser o... siendo

Hace unos años, hacía entrevistas de trabajo - sí, yo era de esos m*mones que te ponía en aprietos :-) - para una empresa en la que se desarrollaban todo tipo de perfiles: desde lo más granado académicamente, hasta el que nunca tuvo la oportunidad de concluir sus estudios.

Independientemente de esa formación, me llamaba poderosamente la atención cierto mantra que repetían determinados candidatos durante la entrevista: 'yo quisiera de esta empresa poder aprender', 'me queda mucho por progresar' o 'estoy muy motivado por el plan de carrera que hay aquí dentro'. Dependiendo del puesto que anduviéramos buscando, esas respuestas hacían oscilar la balanza de la duda en favor del candidato, asegurándole un contrato de trabajo.

Ciertamente, un entrevistador se fija en las palabras que el candidato emplea... y cómo las emplea.

Usare el presente de indicativo ('yo soy', 'yo sé', 'yo tengo experiencia en...') y uno comenzaba a sospechar que, quizás, el individuo había ya copado su cerebro con todo lo que necesitaba aprender en la vida (muchas de las universidades y escuelas de negocio de donde procedían así parecían taladrarlo en su neocórtex). 

Mal asunto para cubrir un puesto de trabajo - cuya definición incluía la resolución de problemas impredecibles, con escasa (o distorsionada) información y ciertas dotes de funambulista a lo Cirque du Soleil.

Usare el gerundio ('yo estoy aprendiendo', 'estoy desarrollando''estoy formándome en') y uno tendía a asumir que era un tipo abierto a la colaboración en equipo, persistente ante los obstáculos o, en fin, susceptible de crecer. Vulgo: el tipo de humano con el que es más fácil trabajar durante largas jornadas.

Quizás este sea uno de los males de las empresas, de las relaciones humanas o, incluso, de la relación con uno mismo: puede que nos pasemos un número indecente de horas justificando/demostrando/probando ante otros (y ante nosotros) que, ciertamente, 'ya somos' tal o cual ('soy inteligente', 'estoy preparado', 'tengo más mala l*che que tú', 'tú no sabes quien soy yo').

Así, natural, cualquier discrepancia con otro Sapiens (no será por falta de ocasión) se acaba convirtiendo en una demostración de ego, típica de aquellos machos (y, sí, féminas) tipo Alfa. Una guerra, vamos: paséense si no por las puertas de los edificios de oficinas donde se congregan los fumadores, escuchen lo que se dice (¿hay alguna razón por la que los oídos no tengan párpados?) y, en fin, observen la de comentarios del tipo 'X es un (exabrupto-epíteto)', 'no tiene ni (exabrupto) idea', 'qué (exabrupto) que me han hecho a mí este puente'... como respuesta a las decisiones de algún jefe tipo 'aquí mando yo', 'se va a enterar, este', 'porque lo digo yo'.

Cuanto más infinitivo se sienta uno, más tentada se siente la arrogancia para ocupar espacio cerebral. Y hay sitio, sí. Unos cuantos terabites.

Y cuanto más gerundio se perciba uno, más espacio cerebral se crea para continuar almacenando experiencia.

Y, um, ¿sabiduría?

martes, 18 de enero de 2011

Dinero como ¿Motivador?

Son ya unos cuantos experimentos los que parecen confirmar que pagar más ni necesariamente sube el rendimiento (o la productividad), ni incrementa la motivación.

Ahí queda el aviso a todas esas corporaciones que siguen subiendo los salarios de sus directivos a la estratosfera (a costa de los peones del tablero) en la creencia de que su desempeño será superior (incluso despidiendo a esos mismos peones para poder hacer frente a esos emolumentos).

De modo similar a los salarios de los futbolistas de élite (¿pero de veras creen ustedes que cuando una persona cobra 13 millones al año – pregunten si no al Real Madrid - está más motivada que si cobra ‘solo’ uno?), lo que de veras mueve a las personas, una vez se cubran unos deseos o necesidades (básicos) adquiribles con dinero (comida, techo, abrigo, ocio, y, hey, algunos caprichitos - por qué no) a involucrarse en lo que hacen proviene de razones estrictamente intrínsecas.

O sea, que un individuo motivado hace lo que hace, y lo hace bien, porque ‘le sale de dentro’… incluso haría más, y gratis, durante más y más tiempo, si esto le fuera financieramente factible o aceptable.

Entre esos experimentos, hubo uno en el que se concluyó que es improbable insuflar en un individuo mayor o mejor creatividad linealmente junto al dinero con el que se le pretende motivar – de hecho, hasta puede ser contraproducente pagar más. En efecto, allá por los años 60, se realizó un estudio con unos estudiantes del Art Institute de Chicago acerca de sus actitudes ante el trabajo y si se percibían a sí mismos más motivados por factores extrínsecos (vulgo, dinero) o más endógenos (automotivación por el propósito, maestría y excelencia en su propio trabajo).

Veinte años más tarde se les hizo un seguimiento, para saber qué tal les estaba yendo. Revelador: cuanto menor interés habían manifestado los estudiantes por el dinero y el reconocimiento externo cuando aún estaban en la facultad, mayor éxito profesional y financiero habían desarrollado: aquellos pintores y escultores más intrínsecamente motivados por la labor per se habían sido capaces de sortear con mayor agilidad los vaivenes de la profesión de artista, y habían recibido socialmente el reconocimiento de que sus piezas mostraban un mayor grado de creatividad. (Más sobre el tema, aquí).

En otras palabras, como concluiría la profesora de Harvard Amabile, los reconocimientos dinerarios tienen más sentido en trabajos lineales, rutinarios - no los creativos, abstractos, que requieren una visión en 360º.

Por eso hay tantas personas tan 'hemisferio derecho' que se queman (o los queman) en las empresas.

Por mucho que les paguen.

En el blog de Nebrija Business School

Para leer una entrada mía en en el blog de NBS, enlaza aquí.

domingo, 16 de enero de 2011

Relaciones de Pareja

La acepción 'clásica' de pareja quizás haya pasado a mejor vida sin siquiera nosotros habernos dado cuenta.

El bombardeo que veo (¿vemos?) acerca de las relaciones de pareja, sea a través de los medios o a través de la replicación en la sociedad de los (?) valores (?) de una pareja actual, cada vez se destina a jóvenes más... jóvenes.

Hoy, un pre-pre-adolescente ya se permite navegar solo por las redes sociales, mantener relaciones, actuar 'como si' ya fuera un/a adulto/a, sin aprender a vivir con uno mismo, deseando el máximo de libertades sin asumir las responsabilidades asociadas en el paquete. Se busca pareja como ideal de vida, supuestas 'medias-naranjas vitalicias' (a ver, que somos más de 6 mil millones de medias-naranjas y la trigonometría también se aplica...), a las que volcarles la responsabilidad sobre nuestra emocionalidad, intimidad, capacidad de decisión, autoridad sobre uno mismo. Quizás, incluso, para huir, precisamente, de uno mismo.

Francamente, sospecho que no existe la relación única y vitalicia, mutuamente enriquecedora y que desarrolle los tres componentes (expuestos por Sternberg) del llamado 'amor' (bioquímica, vamos): compromiso, intimidad y pasión (erotismo). Más bien considero que 'el amor de mi vida' es algo un poco menos marketinero: 'el amor de-este-momento-de-nuestras-vidas-y-solamente-hasta-que-veamos-que-no-podemos-aprender-más-con-el-apoyo-del-otro)

En muchos, muchísimos casos, las relaciones acaban siendo mantenidas para preservar... la relación. En otras palabras: la relación no existe para nutrir, expandir, desarrollar, a los individuos que la componen, estando al servicio de ambos, sino que los individuos cercenan sus libertades (¿alguien ha dicho celos?) en pos de la satisfacción de las creencias 1) de que 'hay que estar en pareja'; 2) que hay que mantenerla a toda costa y coste; y 3) que la otra persona es la fuente de toda nuestra dicha.

Discrepo. Es más, discrepo vehementemente. 1) No, no es necesario estar en pareja para ser dichoso, particularmente cuando esta se mantiene solo para... seguir manteniéndose (al igual que una gran empresa acaba existiendo solo para, em, seguir existiendo, no para satisfacer a su mercado). 2) Mantener esa relación que ya está agotada, o que se ha tornado tóxica, cáustica; o que, simplemente, es incompatible, suele acabar en un gran trauma emocional o físico porque el individuo, el yo, de cada miembro pugna por manifestarse en su esplendor... solo para chocar de bruces contra la realidad del veto de/a/por el otro. 3) Si nuestro paquete genético, educación, experiencias son completamente únicas, si nuestras vivencias solo pueden ser aprendidas por uno mismo... sospecho que depender de otro para nutrir (íntegramente) nuestra dicha solo puede llevar al desastre.

Proceso similar al que se da cuando uno confía su 'dicha' profesional al empleo por cuenta ajena.

O su descubrimiento espiritual a una adscripción religiosa.

O su necesidad de vínculo a las seis horas al día en las redes sociales de internet, con 500 amigos (?).

No: la relación de pareja es otra cosa.

Un buen amigo me comentaba que su pareja 'no le dejaba' (la expresión es mía) emplear ciertas frases (inocuas - incluso razonablemente neutras para una persona sensible) en su manifestación de desacuerdo.

Cohiba la comunicación y lo que hace es cohibir el pensamiento del que comunica.

Reprima su pensamiento y lo que está haciendo es juzgar su mismo Ser.

Nadie tiene ese derecho.

Salvo que se le conceda.


martes, 11 de enero de 2011

'Me Gusta'

Desde adolescentes comenzamos a integrarnos en el mundo de nuestros adultos, los que nos rodean, los que son significativos para nosotros. Nuestra mente, tan eficiente ella, aprende por imitación (que es lo que menos energía consume, confirmando a Newton) y absorbe como propios los modelos de vivencia de nuestros mayores: estudia duro, trabaja duro, sacrifícate... valores que en muchísimas casos, orientan hacia el éxito... aunque sea en algo que no nos guste, no nos cautive, no nos 'salga de dentro'.

En el último año de escuela, recuerdo cómo nuestros profesores buscaban guiarnos a escoger una carrera, siguiendo criterios  de 'tiene salida', 'se paga bien' o 'está bien visto' (estos es, aprobación del medio social de aquello a lo que yo [!] habré de dedicar la mayor parte de mi vigilia durante los próximos 40 añitos).

Solo una persona recuerdo que nos dijera: 'haz lo que te gusta. Y hazlo bien. Hazlo muy bien'.

Casi 20 años más tarde comprendí la profundidad de esas palabras. Lo que tardó un chaval de 19 años en confiarme su secreto hoy: 'no sé qué estudiar. Estoy perdido'.

¿Cuántas veces nos dejamos la piel en ascender cumbres que no son las nuestras?

Los de Facebook, quizás al azar, descubrieron lo que nos mueve o conmueve; tocan cada día nuestra fibra más oculta... 'Me Gusta' esto o lo otro apela a lo más íntimo de lo que para cada uno es importante - y dentro de un grupo de otros 'yo' con intereses parejos.

La vida es corta. Realmente breve. Miren si no, hacia atrás, hace unos días, en Nochevieja, cuando quizás se le escapara por sus labios, en voz bajita, ese 'otro año más; parece increíble'.

Pero sí, también: la Vida puede ser extremadamente ancha.

Quizás deseen considerar la importancia de ir sumando cada día más de aquello que 'me gusta' en su haber, y dejar marchar aquello que no cumple con ese requisito tan... racional (o irracional, ¿qué más dará?).
 
Cada noche, al acostarse, uno podrá así dejar de preguntarse y comenzar a afirmar, de su día, de su noche:
 
'Me Gusta'.
 
... para después, y esto es lo mejor de sentirse de ese modo, darle al botón de...
 
'Compártelo'.
 

jueves, 6 de enero de 2011

10.000 horas

Contábamos hace unos días acerca de las diferencias entre las motivaciones intrínsecas (placer en la propia tarea en sí) o extrínsecas (pasta, vamos). Hablábamos también que aquellos artistas que andaban enfocados en convertirse en maestros de su oficio acababan encontrando el éxito exógeno (reconocimiento público, riqueza...) aunque paradójicamente no hubiera sido este su interés.

Quizás estemos entonces hablando de dos enfoques vitales (laborales, profesionales, financieros) dispares: 1) pasarnos la vida buscando maneras de hacer dinero, en cuyo caso, previsiblemente, vayamos danzando de un trabajo a otro, de un proyecto a otro; o 2) invertir unas 10.000 horas (según Gladwell) en alcanzar la excelencia en cierta disciplina... en la confianza de que el dinero ya llegará (y mucho), una vez esa maestría sea socialmente reconocida... y el mercado pague por ella.

La primera alternativa es como la piedra llana que tirábamos de pequeños en los lagos, para hacer 'ranitas', viendo como iba emergiendo y sumergiéndose dos, tres, cuatro veces antes de hundirse. La segunda llega hasta el fondo, la excelencia, el dominio de, quizás, una sola cosa.

'Para mí ya es tarde´, se dirá a sí mismo alguno, 'ya me pilla mayor'.

Permítanme discrepar. El cerebro, tan plástico y expandible por toda la vida (sí: toda - eso de que ya estamos mayores para aprender nada nuevo es una creencia infundada afortunadamente dinamitada por los descubrimientos en materia de Neurociencia), puede permitirse 10.000 horas para adquirir una nueva destreza hasta el punto de la maestría. Para aquellos que tengan un trabajo a tiempo completo (40 horas a la semana), les llevaría unos 5,5 años (a razón de cinco horas al día de dedicación a la nueva habilidad... empezando de cero). Lógicamente, a mayor dedicación diaria, menos años de transición... aparte de que, previsiblemente, a partir del tercero ya empezaríamos a llamar la atención de aquellas personas interesadas en esto nuevo que hemos aprendido: un hobby convertido en profesión, un software nuevo, una tienda online, una trilogía novelada, un prototipo de vehículo novedoso...

No, nunca es tarde para invertir la primera de esas 10.000.

Se necesitan buenos expertos en este planeta. No falte a la llamada.

domingo, 2 de enero de 2011

¿En qué Trabaja? En mi Cerebro

Del blog de Javier Regueira, un crack del Marketing y compañero en la Universidad, copi-pego una entrada de hace unos días.

Cualquier decisión laboral debería estar orientada a que uno se convierta en un capitalista o, al menos, a generar más ingresos trabajando menos. No consiste en trabajar más, sino en hacerlo de la manera más inteligente. Y no me refiero al Cociente Intelectual, no.

Obviamente, si usted tiene inquietudes masocas y disfruta regalando horas de oficina, quizás desee obviar este post...

Mucho éxito a todos en el nuevo año -

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'Hace unos días me sorprendió una larguísima cola de señoras a la puerta de un local de Alberto Aguilera, cerca de la Universidad donde estudié hace años. El sitio llevaba abandonado no sé cuántos meses, conozco la zona porque paso por ahí a menudo.

Se trataba de una tienda de juguetes al único precio de 10 euros. Aunque soy padre, tanto la cola como la impresión de que debían ser juguetes de mala calidad, me hizo desistir de una visita a la tienda. Pocos días después la expectación generada por esta tienda ha saltado a los grandes medios, a los que les ha faltado tiempo para lanzarse dentro con sus cámaras.

El sitio está atiborrado de gente de sol a sol, que entra armada con cajas para llevarse todos los juguetes posibles. Un exitazo brutal por el que todo empresario suspiraría: la demanda excede hasta tal punto la oferta que los clientes son aceptados dentro de la tienda en tandas de 20 (vamos, como en una discoteca en hora punta), y cuanto se quedan sin genero, ¡cierran para reponer! Los abnegados clientes lo aguantan todo en la calle.

Lo que más me ha hecho reflexionar de esta iniciativa es que la idea de vender juguetes a un precio imabatible no es suya. Hace años que una empresa andaluza viene utilizándola: aquí lo podéis ver e incluso podéis comprar juguetes a ese precio on-line.

Mientras otros nos hemos decidado a ejercer durante años una actividad empresarial siguiendo "el manual": explorando una necesidad de mercado, diseñando una oferta, captando inversores, reformando un local u oficina e invirtiendo en activos para poner en marcha nuestras operaciones, y finalmente comunicando esa oferta para captar nuevos clientes, estos señores de la tienda de Madrid demuestran bastante más visión empresarial.

Toman prestada una idea que ya se ha puesto en práctica pero la adaptan a sus circunstancias para correr los menores riesgos posibles: lo suyo es efectivamente un outlet del juguete, pero con una existencia de tan sólo 60 días. El sector juguetero vende hasta el 80% de su volumen en Navidad: ¿para qué reformar y montar un local y luego tenerlo vacío el resto del año?

Así que abren una tienda efímera sin más costes fijos que el alquiler y personal durante el tiempo que permanecerá abierta (hasta el 6 de enero). El 7 de enero recogeran se irán a su caso con todos sus bártulos (incluída la caja registradora llena de billetes).

Por cierto, los juguetes no son de mala calidad: son los mismos que encontrarás en cualquier tienda de juguetes. El know how que estos señores poseen y que no te permitiría a ti montar esa tienda (al menos en el corto plazo) es que importan directamente de China, saltándose TODOS los intermediarios habituales. Por eso pueden vender tan barato.

La cosa es tan inhabitual que el boca a boca se ha propagado como un reguero de pólvora en Madrid hasta el punto que nadie diría que la idea no es de ellos. ¿Y qué más da de quién sea la idea? Si todo está inventado, la batalla que libras con tus competidores se libra más en el terreno de lo emocional y del servicio/convenciencia que en parámetros concretos de producto.

Esta iniciativa demuestra que es posible tener éxito saltándose "el manual". ¿Dónde está escrito que al montar un negocio hay que atravesar un desierto de pérdidas y locales vacíos? Si has detectado una idea que crees que puedes adaptar/mejorar, ofreciendo a tus clientes valor (mayor conveniencia por el mismo precio o mejor precio), no dudes en cogerla prestada.'