jueves, 19 de diciembre de 2013

Ante la puerta


La 'crisis de los 40', esa cosa que sucede en cualquier momento entre los 25 y los 85 años es, en realidad, una puerta ante la que nos detenemos en pie, pensativos, mientras tomamos una decisión:

- Cruzarla y emplear el resto de nuestra vida utilizando únicamente lo que hemos aprendido hasta el momento, es decir, continuar transitando las autopistas convenientemente pavimentadas por otros que, nos aseguran, conducen al 'éxito', o

- Olvidarnos de esa puerta y salir sigilosamente por la de atrás a campo abierto – ahí donde las puertas dejan de tener sentido porque decidimos dirigirnos a cualquier dirección que nos plazca.

Es hoy, ahora, un excelente momento (siempre habrá uno 'mejor', no busquemos más pretextos) para decidir de una vez por todas cuál será su Misión en esta vida (apóyese en un coach, un mentor, o en su mejor amigo –el de las palmadas en la espalda, no-) y vivir acorde a ella el resto de su discurrir sobre este planeta.

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Durante la primera mitad de nuestra existencia simplemente rodamos sobre los raíles unidireccionales y mono-tono de las misiones de *otras* personas, acatando todas las pautas de nuestra existencia: desde lo que comemos hasta el modo en que amamos, pasando por cómo nos hipotecamos o a quién votar azul-o-rojo para que el elegido continúe vampirizando nuestro bien-estar mientras subvenciona el suyo.

Sin embargo, siempre llega, siempre, el día en el que amanecemos y nos decimos 'ya basta'.

El día en que ya no queremos obedecer más -- ni siquiera a aquello que, hasta ese momento, no sabíamos que estábamos obedeciendo.
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Es ese el Gran Momento.

Es, sí, también, la Gran Crisis -- pues decidimos arrojar por la borda una carta de navegación que describe a la perfección trayectorias para un océano que no es el nuestro y ya solo (¡¿solo?!) nos queda guiarnos por nuestra propia Estrella del Norte:

Nuestra Misión aquí.
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Pero además de esa crisis, también es el día de nuestra Independencia: somos nosotros, ahora, aquí, los que decidimos qué, cómo, con quién, para qué, cuándo, dónde.

Y eso da vértigo. Mucho.

Pero no tanto más que el que ya experimentamos cada vez que hacemos algo realmente, realmente, realmente extraordinario para nosotros y nuestra gente.

Deseo de veras vértigo para tu Nuevo Año.

Significará sin duda que estás viviendo, por fin, tu vida.

En tus propios términos.

Bendiciones para 2014.

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