En una reunión hoy, mientras preparábamos un proyecto, un cliente me dió dos respuestas 'curiosas' al peaje que hay que estar dispuesto a pagar para vivir el sueño de cada uno:
- La determinación.
- La desesperación.
La determinación es ese 'levantarse una vez más de las que te has caído'. Ayer vi una entrevista a Xavier Gabriel, la mente pensante detrás de la Bruixa d'Or - o cómo reconvertir un negocio aparentemente estático como una administración de lotería en una máquina de hacer dinero puntera en el mundo- y, de lo que más me llamó la atención fue que, antes de conseguir ser tan próspero, quebró dos veces. He visto con frecuencia eso de 'a la tercera' va la vencida. Eso es valor. Algunos abandonarán. Pero los otros... en fin, el premio lo merece.
La desesperación, como decían Sun Tzu y Hernán Cortés, es lo que hace sacar lo mejor de uno mismo, el mejor ingenio, cuando uno es acorralado por las circunstancias (¿La Crisis?). Es esa decisión de continuar o abandonar, una decisión que se toma cada mañana al amanecer cuando se tiene el propio negocio. Con tal ingente cantidad de directivos que están ahora en la calle, algunos con los que estamos lidiando desde que la crisis es oficial, esa desesperación está provocando un altísimo porcentaje de reconvertidos, reinventados de sí mismos.
Y lo celebramos - porque, de veras, creo que cualquiera que tenga ojos y quiera ver lo está viendo: estamos en un punto de inflexión laboral por el que el trabajo en una red constituida por especialistas (incluso en su casa) permitirá reducir costes fijos (oficina noble, por ejemplo) y, por tanto, los precios - sin necesariamente afectar al margen. Tiempo al tiempo.
Que le pregunten a las escuelas de negocios, cuyas matriculaciones por MBA están cayendo... pues ya no pueden asegurar un puesto con un salario de 6 dígitos como en los gloriosos tiempos de antaño.
Ciertamente, Darwin no andaba descaminado.
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