jueves, 12 de enero de 2012

En el centro

Hay un momento, un instante tan solo, a partir del cual ya podríamos decir que llevamos demasiado tiempo haciendo lo mismo, relacionándonos con la misma gente, conocida aunque no amada; siendo muy, muy bueno en lo que hacemos bien (o tapando muy bien lo que hacemos mal).

Llevamos tanto tiempo en el mismo ecosistema, que es silenciosamente tentador que nuestra autosuficiencia (o temor encubierto -e inocuamente argumentado- a lo nuevo) nos encadene en el centro geométrico de nuestra zona de confort: el punto desde el que no se puede estar más lejos de aprender nada nuevo.



Que se está a gustito en la zona de confort, está claro.

Pero (si no hubiera un pero, no habría razón para esta entrada y a ustedes dudo que les interese hablar de rocas cornubianitas*), tan solo hay un pequeño detalle: la Vida nos va presentando periódicamente con opciones para aprender, aunque no queramos (ah, sí, disculpen: los llamamos 'problemas').

¿Que decidimos encarar esos problemas? Perfecto - pasaremos al siguiente nivel, como cuando jugábamos a los marcianitos de pequeños. ¿Que no los encaramos? Perfecto, igualmente. Simplemente metemos el problemilla en una caja de cartón con agujeros (como hacíamos con los gusanos de seda) y el tiempo lo continuará cebando, incluso cuando no estemos mirando, hasta que éste se hace bien, bien grande - y revienta la caja. Vaya... y ahora sí, se nos acabaron los 'mire, vuelva usted mañana, que ahora no tengo tiempo/valor/experiencia/ganas'.

Los problemas, las experiencias que nos den vértigo pero tenemos/queremos encarar, habitualmente es mejor acometerlos cuando aún son pequeños a esperar a que se conviertan en un mamut en celo con ganas de marcar territorio: un intercambio hostil por email se resuelve yendo en persona a hablar con el interlocutor lo antes posible; si un cliente lleva sin pagar dos entregas, es previsible que siga sin hacerlo las otras tres que tiene pendientes aún; una diferencia irreconciliable con la pareja no se solventa intentando comprimir su libertad aún más; si el médico le ha advertido que debe hacer deporte, no se refiere a 'cuando tenga' tiempo; si en su empresa llevan haciéndole la vida miserable durante cinco años, previsiblemente no van a dejar de hacerlo por mucho yoga que usted haga.

En nuestra cuevecita es donde más calentito se está y donde más luz hay.

Pero fuera es donde está la aventura.

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*Por si hubiera dado en el clavo en sus intereses, más sobre las cornubianitas (y otras rocas metamórficas), aquí.

2 comentarios:

  1. Buena descripción: procrastination, politica de la avestruz, etc... Te hacen permenecer sine die en la zona de confort. Tienen como primos hermanos al conformismo, miedo a perder lo poco que tienes, no ver incentivo en el cambio y pederte lo mucho que hay ahi fuera. A veces llega una solución "milagrosa": despido, ruptura, etc que te da la oportunidad de no tener ya nada que perder pero aun y asi hay gente que aprende y reacciona y gente que no. Obviamente no hay que esperar a que ocurra solo porque se busca peor (trabajo por ejemplo), pero si hay algo bueno en esta crisis es que un catalizador del cambio a falta de ambicion, es la necesidad y hasta empresas pequeñas salen fuera por ejemplo, se plantean sus modelos de negocio, etc.
    Lanzo el guante si me lo permites, Gregory: ¿Qué tal un articulo sobre salir de la zona de confort? ejemplos, incentivos y catalizadores del cambio etc que inspiren a la parroquia...
    Un abrazo
    Carlos

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  2. Ciertamente, los cambios suelen acometerse por devoción u obligación: el tipo que se pasa una década pensando si emprender o no, que si sí que si no, y ese mismo viernes le despiden; la relación de pareja que no acaba de encajar y que no sé si me atrevo a quedarme solx de nuevo y, sorpresa, ya hay una tercera variable en la ecuación; el tipo que lleva jurándose que esta es la última y, de repente, el médico le informa que ya no hay otra opción.

    Sí es cierto que algunos funcionan más por elección que por imposición: pudiera parecer en principio que es mejor escoger el problema de 'poder decidir entre varias opciones pero no sé qué' al 'no me queda más remedio que'.

    Recojo el guante - próximamente, un enfoque acerca de las zonas de confort: quizás orientada no tanto a salir de ellas, sino a expandirlas.

    Gracias por tu comentario, Carlos -

    Un abrazo,

    G.

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