En los últimos 30 años, nuestras generaciones tendemos a pensar en términos de ‘derechos adquiridos’ vs. lo que pensaban nuestros padres y abuelos, que llegaron donde llegaron, a base de ‘derechos ganados’: riqueza, bienestar, solidez familiar, eran valores saludables para los que la opción especulativa, el tiro rápido, encomendarse a los santos o esperar a un caballero blanco que los salvara de las vidas que no deseaban, sencillamente, no eran opción.
Solo había trabajo. Y del duro.
Hoy vivimos en la cultura de la ‘máquina de Coca-Cola’: metemos una moneda y exigimos que nuestra bebida caiga de inmediato en nuestras manos… de lo contrario aporrearemos furiosos a la máquina: comenzamos a trabajar en un proyecto y exigimos los millones de euros que nos merecemos en dos meses; iniciamos una relación de pareja y le exigimos a ella que sea lo que nosotros jamás fuimos a las seis semanas de retozar juntos; nos ponemos a dieta o intentamos dejar de fumar, o salir a correr, y abandonamos tras cinco días porque ‘no tenemos fuerza de voluntad’.
Pues tengámosla, demonios.
La fuerza de voluntad no se ‘tiene’: se entrena. Exactamente de la misma manera por la que decidimos una mañana perezosa entrenarnos a ‘no’ tenerla: a base de p**a repetición, día sí, día también, llueva, nieve o echen cualquier memez por la tele.
Todos en este mundo nacemos igual de desnudos, igual de dependientes, igual de incapaces; con un cerebro virtualmente idéntico que puede aprender a hablar coreano, jugar al tenis, diseñar un satélite, crear valor para millones de personas o decidir exterminarlos. Todo depende de lo que decidamos hacer con ese cerebro a lo largo de eso que siempre creemos que nos sobra, hasta que nos falta, que es ‘tiempo’.
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Los milagros, existen, qué duda cabe. El problema entonces no es que no se produzcan, sino en la absurda expectativa que tenemos de que se produzcan cuando nosotros queremos -- de inmediato:
No hay golpe único, no hay lata de Coca-Cola esperando a que se pueda comprar rápidamente.
Pequeños riachuelos, insignificantes, aparentemente inofensivos, a lo largo de los siglos crean cañones descomunales.
Empieza hoy, ahora, con lo que sea que más deseas en este mundo y más pereza te da.
Hoy. Ahora.
No hay ‘es que’ son vacaciones, tengo dolor de cabeza, a la perra en celo o la paella al fuego. Eso es para los que no 'tienen' fuerza de voluntad.
Y continúa mañana.
Y al día siguiente.
Dos horas al día, solo dos horas, suponen más de 700 horas dedicadas a un proyecto en un solo año: cerca de 18 semanas, más de un tercio del año neto de trabajo, a tiempo completo, dedicado a tu proyecto, tu misión, tus metas.
Dedicado a Tu Vida.
A ese ritmo serás, sencillamente, imbatible -- te propongas lo que te propongas.
No tenemos derechos adquiridos en nuestra vida.
Tenemos solo los que nos ganamos.
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