

Para aquellos de vosotros que lo deseen, estaremos en la Feria del Libro de Madrid el sábado 2 de junio desde las 18:00 horas en la Caseta 106 de la Editorial Díaz de Santos firmando ejemplares de ‘De Empleado a Millonario’.
Coaching || Motivación || Emprender || Resiliencia || Mente || Educación || Éxito ||
Casi siempre empieza de la misma manera:
- ‘Mamá/papá: ¿me das dinero?’
- ‘¿Para qué, hijo/a?’
- ‘Para mis gastos’.
- ‘¿Cuánto quieres?’
- ‘Trescientas pesetas’ (o 2 euros, para las nuevas generaciones)
- ‘¡¿Trescientas?! ¡¿Acaso crees que soy un banco?! ¡Doscientas a la semana, y ya!’
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Nuestra economía es como cualquier empresa que comienza.
No hace falta irse a los grandes bancos de renombre mundial (que también) para verlo. Tan solo hay que fijarse en la panadería, el videoclub, la academia de idiomas de enfrente… casi todas siguen los mismos pasos:
Más de lo que hubiera ganado nunca si hubiera seguido con su nómina por cuenta ajena y un jefe que (admitámoslo) también trabaja solamente para su nómina.
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¿Que requiere tiempo crear tu propia empresa como tu fuente personal de riqueza y desarrollo como individuo, como profesional?
Sí.
¿Que requiere esfuerzo, sudor, dedicación?
Sí, también. Y cariño, y el orgullo de saber que lo estás creando tú.
¿Que el esfuerzo merece la recompensa?
Eso lo has de decidir tú.
Ahora que andamos inmersos en plena campaña electoral (menos mal que solamente son dos semanas: no tengo yo tan claro que tanta pegada de carteles y debates realmente convenzan a tantas personas a cambiar su voto, y todo este jaleo ya empieza a aburrir) uno se plantea, de veras, si el sistema democrático es tan bueno como nos dicen que debe ser.
Me explico. Según la RAE, la democracia es:
1. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.
2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
El propio Churchill admitía que la democracia era el menos malo de los sistemas – pocos estadistas (‘estadistas’, no solo políticos) estuvieron en situación de opinar al respecto al haber sido testigos cercanos tanto de la democracia más pulcra como de la dictadura más sangrienta.
Sin embargo, la democracia o ‘la dictadura de la mayoría’ tiene también sus aberraciones: Hitler ascendió en 1933 democráticamente al gobierno alemán (las consecuencias las vemos hasta nuestros días). O, incluso, más en la actualidad, Hamas fue elegido democráticamente en los Territorios Palestinos. En ambos casos, el pueblo intervino en la determinación del tipo de gobierno que eligieron. El proceso electoral, supuestamente, fue limpiamente democrático. Sin embargo, ambos partidos tenían/tienen en su base fundacional un principio de destrucción de otros, lo cual realmente requiere muchísima energía, dinero y tiempo… que podría centrarse en algo un poco más complejo y práctico: procurar el bienestar y prosperidad del pueblo que les otorgó el poder. Que ya es difícil de por sí.
Cuando estuve viviendo en Suiza, pude constatar que las propuestas no se llevan a cabo hasta que se agotaba su debate, en la pretensión de satisfacer al máximo número posible de ciudadanos. Nada de brechas tan profundas como las que están pasando estos días en España.
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Pongamos que soy IBM y convoco elecciones a elegir al Director Financiero. Sin duda mis empleados escogerán a mi querido amigo Pedro: un político buenísimo (sus conversaciones de café son de lo que uno no se encontrará jamás en la cafetería del Congreso), pero que se lleva tan mal con los números que necesita una calculadora para comprar un periódico. Mal augurio para mi empresa, me temo.
Todavía no he visto en ninguna empresa u organización el que se elija a su Comité de Dirección, CEO o Presidente… mediante una votación de los empleados. Sería ridículo. La selección de los miembros directivos y ejecutivos suele (no siempre) realizarse buscando a los mejores que puedan cumplir una serie de criterios: experiencia contrastada, relaciones, cartera de clientes aportados, etc.
A esos mismos directivos se les pagan unos emolumentos que corresponden con el presupuesto (gastos o facturación) que se espera alcancen o gestionen: cuanto mayor es esa cifra de responsabilidad, mayor salario puede esperar el individuo. En parte, este sistema es consecuencia de sesudos análisis para objetivar (cuantificar en números) la responsabilidad de cada puesto en lo que en Recursos Humanos se llama Valoración de Puestos.
Y sin embargo, en todos los Estudios de Clima Laboral siempre sale lo mismo: el empleado quiere mayor involucración en las decisiones; el directivo no sabe lo suficiente, no escucha…
El empleado medio pide democracia en un entorno en donde, sí, tiene que haber liderazgo-no-democrático.
Vulgo: ‘yo-mando-y-tú-obedeces’. Y si no te gusta, ya sabes.
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Por su parte, en las instituciones públicas (desde las universidades a los gobiernos) se elige a sus máximos mandatarios por elecciones democráticas… dando pie a la llamada ‘política’, o sea, satisfacer (diciendo o prometiendo lo que sea) las expectativas del máximo número de personas para que le entreguen su voto.
El fin es conseguir esa ‘dictadura de la mayoría’ que puede situar/sitúa a casi un 50% del electorado (sea de la tendencia que sea) en tensión.
No importa que el Ministro de Economía de turno, por poner un ejemplo, no sea economista-gestor. Que el de Defensa no sea un militar-gestor. Que el de Sanidad no sea un médico-gestor. Que el de Exteriores no sepa ni hablar otro idioma, etc. Lo que importa es que el pueblo me vote para poner al frente de un ministerio, alcaldía, concejalía, etc. a un cargo-político-no-experto-en-el-área-que-gestiona.
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Adicionalmente, cada voto vale lo mismo: Es indiferente que el que se acerque a la urna sea capaz de declinar en latín de arriba abajo el programa electoral de propios y extraños (por tanto, supuestamente, votando con conocimiento de causa, sea del color que sea), o que el que vota vaya al colegio electoral, simplemente, porque un candidato ‘es más majo’, porque el otro ‘es un rojo/fascista’ (u otras lindezas ramplonas) o porque está en un grupo social (familia, entorno, empresa) en donde pesa un partido u otro.
De tal modo que la mayoría es la que tiene razón. Y si no hay mayoría, pues a coaligarse tocan, aunque sea entre formaciones con ninguna compatibilidad (todo sea con tal de que ‘no gobierne el otro’).
Y esto para manejar los miles y miles de millones de euros en presupuesto para gestionar un país.
Comparemos, pues, de nuevo:
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Pero claro, la alternativa, hasta que se inventen un sistema mejor, es la dictadura que, sí, representa académica y técnicamente hablando un tipo de Liderazgo (Reddin lo hubiera definido como ‘autócrata’, Hay-McBer ‘coercitivo’.Yo lo llamo ‘mejor-emigra-del-país’).
Lamentablemente, ya hemos visto en la Historia a lo que llevan.
Me temo entonces que la especie humana está condenada a entenderse.
Y a formar coaliciones.
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Por cierto, recuerda votar por mi Director Financiero.
Ha prometido café para todos.
Hace unos años estaba en conversaciones con la más conocida empresa global de Selección online cuando me enviaron a visitarme/convencerme a una agente comercial, a quien yo creí entonces que sería otra ‘vendemotos’ de las docenas que lo intentaban cada semana.
Sin embargo, de nuevo, los prejuicios hicieron su trabajo.
La tal 'agente' llegó, vio y venció. En mi vida había experimentado un grado de profesionalidad tal. Su atención, su comprensión de la problemática, su disposición, su savoir-faire, la destreza y fluidez con la que solventaba obstáculos… era asombroso.
Naturalmente, firmamos y, poco después, le ofrecí un puesto en la que era por entonces mi organización, la cual, acongojada por el calibre de esta chica, decidió ‘congelar’ (vulgo, ‘echarse atrás’) el proceso para redefinir la estrategia (vulgo, ‘no tenemos ni p*ta idea de qué hacer con el presupuesto de marketing’). Cuando tuve que llamarla para comunicarle la torpe decisión de nuestro amado departamento, comenzamos a hablar de carreras, profesiones y trabajos… y de sus ambiciones y aspiraciones en la vida. Una vida futura en la que, como ella exponía con una admirable certeza exenta de arrogancia, ‘muy pronto jamás volveré a vender para nadie más. Soy buena en esto, así que, simplemente, estoy ganando tiempo y experiencia antes de montarme mi historia’.
Nunca se lo dije, pero ella fue una de las personas que me hizo caerme del guindo: vender no es que no sea un trabajo ‘inferior’ (mi primer trabajo ‘serio’ fue vendiendo –y haciendo de ‘botones’- en una tienda de ropa de lujo), sino que es ab-so-lu-ta-men-te vital para nuestra propia subsistencia financiera.
Ya he dicho en otras ocasiones que soy un creyente y defensor de la cuenta ajena… a medio plazo. Porque a largo plazo la nómina incapacita, adormece, entumece ese software tan precioso que tenemos alojado en el cráneo para buscar nuestro propio camino sin andar amarrados al aparentemente seguro puerto que supone trabajar para la empresa de otro.
De ideas excepcionales y pobremente vendidas están llenas las papeleras.
Pero las ideas quizás no tan maravillosas, pero sí ciertamente que aportan valor a un colectivo… bien presentadas, con entusiasmo, pasión, con espíritu de servicio… bien vendidas, en suma, son las que crecerán y harán prosperar a su dueño si las gestiona bien.
Piénsalo bien, a fin de cuentas, siempre estás vendiendo: a tu jefe (una propuesta), a tus amigos (un plan), a tus relaciones (un compromiso)... a tus socios (una idea), a tus potenciales inversores (un beneficio), a tu sociedad (una solución).
Practica la venta. Da igual lo que vendas. No es el ‘qué’, sino el ‘cómo’ donde se encuentra la lección.
Solo una vez vayas dominándola es cuando lo que sea que vendas te aportará réditos. Y cuanto antes empieces, mejor.
A mí me costó horrores cuando tenía 19 años venderle el primer bolso a una señora. Para el décimo ya lo encontraba hasta divertido (hacía apuestas con mi colega de tienda... que no siempre ganaba). Hoy me sigue costando, pero menos, vender por ejemplo una propuesta a un socio.
Supongo que algunos nacen y otros aprenden… yo, si he de ser alguno, soy de los segundos. Pero, desde luego, sé apreciar a un gran vendedor cuando lo veo. Especialmente por lo que pueda aprender de él y de mí mismo.
Y tú, ¿qué vendes?
Cada persona que aparece en nuestras vidas suele hacerlo con fecha de inicio y fecha de fin.
La gente viene. Y la gente se va, una vez que *lo que sea* que teníamos que aprender de ellos tiene lugar… o una vez que ellos han aprendido *lo que sea* que tenían que haber aprendido gracias a nosotros.
Y quedan atrás en su momento específico en el tiempo y el espacio. Y, posiblemente, nunca más volvamos a saber de ellos.
Son muchos los que, según van creciendo, se van dando cuenta de esta realidad. Es posible que te queden pocos amigos de la universidad, algunos menos del instituto, menos aún del colegio, y casi ninguno de primaria.
Si estás soltero, posiblemente eso de casarse te fuera herejía en su momento. Si finalmente sucumbiste a casarte, lo de los niños te resultaría lejano. Si decidiste tener hijos, lo de los divorciados te sería impensable. Si te divorciaste, entonces…
Cuanto más progresamos en nuestro recorrido vital, más tendemos a asociarnos con los que son ‘como nosotros’: solteros con solteros, casados con casados (o casadas, eh, que también), divorciados con separados…
O también…
… empleados con empleados…
… autónomos con autónomos…
… empresarios con empresarios…
… emprendedores con emprendedores.
Un buen amigo tenía un inmejorable puesto en un gran banco de este país. Tenía a lo que aspiran muchísimos jóvenes: buen salario, contrato, beneficios, etc. Hace un par de años decidió montárselo por su cuenta, eligiendo a un par de socios para lanzar una empresa relacionada con Internet.
Atrás corbatas, adiós horarios, adiós beneficios. Hola libertad, bienvenido mi proyecto, a apretarse el cinturón (este año ya no tanto).
Este buen amigo decía que cuando se encuentra a alguno de sus excompañeros empleados, siempre le preguntan ‘y tú: ¿dónde estás ahora?’
Él se ríe y responde: ‘¿cómo que donde estoy? Pues aquí, ¿no me ves?’ Y la conversación, claro, toma otros derroteros algo más incómodos con el típico colofón ‘ya nos llamamos’.
Para un empleado, ‘¿donde estás?’ (o ¿dónde trabajas ahora?) es la pregunta para ubicar, clasificar (y a veces prejuzgar) a otro empleado.
Pero no es tan común preguntar, de paso, ‘¿y cuánto te pagan?’.
Para un emprendedor/empresario el diálogo sin duda cubre, entre otros, aspectos sobre la facturación, los clientes, planes de expansión, o cómo encontrar áreas comunes posibles de colaboración.
Incluso se habla de ‘dinero’.
En suma: dos idiomas diferentes.
¿Cuál hablas tú?
¿El del empleado, o el del emprendedor?
Y, aún más importante:
¿Con quién los hablas?
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Si eres empleado por cuenta de otro (tienes jefe y esa cosa llamada nómina), y estás pensando en lanzarte por tu cuenta, es fundamental que encuentres a personas para tu equipo (con un buen equipo tu iniciativa es más fácil que despegue y en menos tiempo) con una inquietud tanto o más emprendedora que tú.
Si te relacionas con el que siempre está diciendo ‘sí, jefe’, ‘lo que usted mande, jefe’, ‘ahora mismo, jefe’, posiblemente no te sea de gran ayuda. Déjale que encuentre su camino.
Si te relacionas con el que parece que le ha picado el bicho de la ‘emprendeduría’ porque anda diciendo cosas como ‘¿cómo podemos mejorar esto?’, ‘aquí se podría hacer esto mejor’, o, la palabra mágica ‘aquí hay una OPORTUNIDAD para…’, entonces tal vez ese tipo sea una persona para considerar en el lanzamiento de tu idea. Particularmente al principio o cuando las cosas vengan duras, que es cuando más necesitas empuje y no que te vengan preguntando ‘jefe, y ahora ¿qué hago?’.
En Recursos Humanos se suele hablar (según la escuela de WJ Reddin) de 4 tipos de Liderazgo: el autócrata (se explica solo), el social (ideal –también– para irse con él de vinos), el ejecutivo (aúna autócrata con social, todo un arte), y el burócrata (que preserva las cosas como son – no meneallo o ‘madrecita que me quede como estoy’, por si acaso algo se rompe).
Ninguno hay ‘bueno’ ni ‘malo’ per se. Cada uno tiene su rol en un equipo conjuntado, según sea lo que vayas a lanzar o la idea que tienes acerca de tu empresa.
¿Vas a lanzarte por tu cuenta? Entonces tu equipo debería tener:
¿En qué eres tú bueno?
Cada uno solemos tener uno de esos ‘estilos’ dominantes. Eso quiere decir que los otros 3 son los que te vendría bien prospectar. Imagina si no un equipo inicial con 4 autócratas o 4 contables-burócratas: en el primer caso, saltarían las chispas (eso del ego puede ser muy malito); en el segundo, las cuentas serían impecables… pero tampoco se vendería gran cosa.
En RRHH se suele decir en Selección que más vale contratar a una ardilla que enseñar a una gallina a subir árboles.
Depende de la concepción de negocio, claro: para poner huevos yo iría a por la segunda.
Y recuerda que siempre tendrás a mediocres que te dirán: ‘no puedes’, ‘no sabes’, ‘no tienes (suficiente) dinero’, etc.
Ni uno solo de los que me han dicho eso alguna vez eran, son o quieren ser empresarios. Más bien al contrario: estos son los primeros que me dijeron en su momento (y me siguen diciendo):
‘Hazlo’.
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Y tú: ¿con quién te relacionas?
Casi nada. Creo que ya tengo otra respuesta a mi propio post acerca de la percepción negativa que se tiene en este país del que busca para encontrar fuera del trabajo por cuenta ajena.
Lo que me parece tremendo es que determinados famosos/as se lucren (limpiamente, en apariencia) haciendo lo que mejor saben hacer (cantar, bailar, jugar al futbol, estrella mediática, etc.) y luego sean capaces de las más asombrosas corruptelas contra una Hacienda pública que representa también a... las mismas personas que les encumbraron en su momento.
Pero lo más asombroso es que muchas de esas personas a quienes les están robando la parte de impuestos que deberían revertir en su bienestar les siguen defendiendo ciegamente.
Es como en la película Gladiator: 'haz que el pueblo te ame'... y añado: 'para hacer lo que te dé la gana'.
Me explico: si yo soy un astro del golf y me forro ganando campeonatos y entrenando duro, entonces, qué duda cabe, soy un crack y me merezco mis millones y la admiración de la sociedad. Cojo y muevo mi dinero legal y productivamente, aportando valor: compro/monto empresas, negocios, propiedades; lo destino a Fundaciones y proyectos de investigación médica... lo normal, vamos. Soy una figura mediática.
Todos conocemos buenos ejemplos de este tipo de personas.
Ahora bien, un buen día voy y me codeo con algún político (del color que sea) o individuo con su propia agenda y pongo la lavadora a funcionar, escupiendo millones de euros limpitos de regreso a un mercado para que Hacienda no se entere (como si fueran tontos, armados como están con sofisticadísimos programas informáticos e inspectores muy bien formados, de entre lo que vemos).
Pero, oh, sorpresa (en mi colegio decían que 'antes se pilla a un mentiroso...'): van y me pillan... y, a pesar del escándalo mayúsculo que se monta, la gente sigue adorándome, asistiendo a mis campeonatos y parándome para que le firme la camiseta a su retoño...
... La misma gente a la que he privado, por ejemplo, de tener mejores instalaciones en el colegio de ese mismo retoño, que tiene las carreteras aún sin asfaltar desde ese adoquinado romano (el original) o cuyo hospital de referencia está desbordadísimo por falta de recursos públicos.
Pero, por otro lado, naturalmente hay mucha gente que, sí, se ha dado cuenta y está tremendamente enfadada. Y con razón.
Supongo que es la diferencia entre ambición y codicia. La primera nos hace sentir vivos. La segunda nos entierra en vida.
Que no cuenten con mi simpatía los segundos. Pero sí mi admiración a los primeros.
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Las noticias, por otro lado confirman que, en España, 19 millones de personas ganan MENOS de 1.000 euros al mes.
He conocido gente que se quita formación (masters particularmente) e, incluso, 'empobrecen' el CV para conseguir un trabajo... porque a muchas empresas les asusta (como decía un lector de este blog -gracias, Adolfo-) captar talento del bueno, no vaya a ser que le muerda el culo en su ambición a un jefe con particular apego a su sillón de cuero.
¿Hacia donde estamos yendo?
Si empresario = corrupto... y empleado = explotado, entonces ¿cuál es la solución a nuestra existencia personal/profesional/financiera?
Creo que no hay *una*. Ni tampoco hay muchas.
Está la(s) tuya(s) particularmente. Única e intransferible, como el DNI.
La mía fue currar como una bestia para otro... y currar como una bestia para mí mismo... hasta que pude dejar atrás lo primero.
No hay otra independencia. Punto.
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¿Quién mejor que tú sabrá mejor que tú velar por tu bienestar financiero?