lunes, 23 de abril de 2007

¿Tan 'malo' es especular?

Es curioso esto del lenguaje, cómo lo que uno dice es la manera en que acaba pensando... y viceversa.

Según la RAE, la acepción de especular incluye los siguientes matices dignos del más rancio juicio de valor:

  • Efectuar operaciones comerciales o financieras, con la esperanza de obtener beneficios basados en las variaciones de los precios o de los cambios. Usados más en sentido peyorativo. (La negrita es mía) ¿Acaso debería venir siempre con el epíteto 'sucio'?: 'Eres un sucio especulador', por ejemplo.
  • Procurar provecho o ganancia fuera del tráfico mercantil. (¿'Fuera'? Suena a ilegal)

¿Por qué las palabras 'empresario', 'dinero', 'rico', etc. tienen esa connotación tan negativa?

Hablando con el jefe de una consultora cliente, me decía que la explicación radicaba (de nuevo) en la educación recibida en este país, en contraposición a la anglosajona. Me argumentaba que el motivo principal, por mucho que disguste a propios y extraños, nacía de la concepción tan diferente de dos cristianismos que tanto han marcado nuestra cultura, sociedad, esquema de valores y sistema legal: El católico, propio del sur de Europa; y el protestantismo, más extendido en EEUU.

Mientras que el primero penaliza la usura ('no se puede servir a Dios y al dinero', o 'déjalo todo y sígueme'), la segunda considera el dinero como un justo premio al duro esfuerzo y trabajo al arriesgar y emprender (véase la parábola de los talentos, o la interpretación del Génesis por la que, al concluir la Creación, 'Y Dios vió que todo lo que hizo era bueno'. Ese 'todo' incluye el dinero, claro).

No soy particularmente religioso, pero parece válido como parte del enfoque.

Cada semana sigue habiendo manifestaciones 'contra' el rico, el especulador, el empresario, el terrateniente, el propietario.

Me recuerda a la mediocridad de la que ya hablamos.

Manifestarse es fácil, muy fácil.

El mundo ha sido, es, y será siempre injusto. Lo cual no quita para que hagamos algo por que busquemos una mayor prosperidad para todos. Por tanto, buscando las maneras de 'igualarnos' por arriba (tener el máximo número de personas la mayor cantidad de riqueza), en lugar de 'igualizarnos' por abajo (condenar al empresario y quitarle las propiedades y distribuirlas entre los demás sin mayor reflexión).

La solidaridad es necesaria, qué duda cabe (en el libro lo llamamos Prosperidad Compartida). Pero la solidaridad (entendida solo como una distribución de recursos) es finita.

El reto es formar, informar, apoyar, estimular la capacidad emprendedora de la gente para que puedan crear (y ayudar a crear a su vez) riqueza para el mayor número de personas posibles.

Eso sí que podría ayudar a erradicar las penurias causadas por (la falta de) el dinero.

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