jueves, 28 de abril de 2011

Entrevista 'Coaching para Emprendedores' (y III)

En este último extracto encapsulamos la relevancia de la educación de base.

¿Cree usted que el coaching puede tener cabida dentro del ámbito docente
del emprendedor?
 
No solo creo que puede tener cabida, creo que debe tener cabida. En 2008 y en 2010, en mi blog, hablaba de la importancia de crear una titulación universitaria que incluyera la emprendeduría como materia principal, no accesoria (ver p. ej. aquí).

En muchas ocasiones, el emprendedor es un pionero en su propio entorno social. Está rodeado de personas con mentalidad de contrato indefinido, de funcionario, de aversión al riesgo o al de aventurarse en los sueños de uno. El coach puede incorporar perspectivas, herramientas, opciones que, de otro modo, se diluirían en un emprendedor sin el apoyo necesario.

En la revista 'Emprendedores'

Mi segundo libro, 'Coaching para Emprender', incluído en la revista 'Emprendedores', aquí.

sábado, 23 de abril de 2011

El Reto de Omar

Ni estrategia de marketing cara, ni inversores-semilla con la chequera - como él mismo se define, 'autónomo con dos co**nes'.

El tipo se dedica al Diseño Gráfico, Web y Multimedia y, sí, trabaja gratis. No, no es una errata. Él mismo lo escribe: g-r-a-t-i-s.

No, no le conozco - pero créanme que me siento tentado. Y me dejaré llevar por la tentación en breve, para un tema de una web al que le estoy dando vueltas.

Dejémosle hablar, colaboremos, cooperemos - más sobre él, aquí.

Sí, demonios: démosle la vuelta al sistema.


'Coaching para Emprender', en la portada de Sinergyum

'Coaching para Emprender', en la portada de Sinergyum - reseña aquí. (Contenido de pago)

domingo, 17 de abril de 2011

Un Niño no es un Adulto Pequeño

Reconozco que estas cosas me afectan. Estaba entrando a un Café nuevo hace un par de días cuando vi a un padre gritando (repito: gritando) a su hija de unos 7-8 años lindezas como 'parece mentira que a veces seas tan lista y otras tan estúpida', que 'a ver si espabilas de una p*ta vez' y otras más que no, no voy a recordar porque no me apetece revivir la experiencia más de lo que ya lo hago ahora. La madre, en silencio. La hermana pequeña, en silencio. ¿Yo? sopesando infinitos escenarios posibles hacia los que pudiera derivar la situación - afortunadamente (es una forma de hablar) no trascendió más allá del vómito verbal del padre para con su pareja (más silencio).

No, un niño no es un adulto en pequeño. Aquel tiene un desarrollo cerebral en construcción, más cerca del sistema límbico (el reptiliano, el de las emociones, el que nos hace buscar seguridad, cobijo, alimento, etc. que permite que los bebés sobrevivan; ese que tenemos en común con... sí, los reptiles y demás fauna). Sin embargo, el adulto alcanza, allá por los 25 años aproximadamente la madurez en el córtex cerebral - lo que nos hace Sapiens, vamos.

Por eso, pretender esperar que un niño se comporte (piense, hable, sienta, haga) como un adulto en todas ocasiones es como intentar amaestrar a una iguana para que haga álgebra recitando a Lorca. La diferencia es que la capacidad  de aprendizaje del primero es infinita (o para ser precisos, el equivalente a unos 10 mil millones de páginas).

Es por esto para lo que tenemos la educación: para acompañar al niño en su transición al mundo adulto. Del límbico al córtex, sin excluir ninguno (ni aunque se pudiera).

El problema es que ese niño necesita valores que, según madura su cerebro humano, deben ser del tipo bueno-malo, correcto-incorrecto, blanco-negro, etc. Es normal. Es necesario. Necesita este apoyo para su comprensión de la vida... o al menos para empezar a entenderla. (Bonito ejemplo: 'está bien que te chillen y recuerden lo bobo que eres'). El chico, en suma, es dependiente.

Posteriormente, la educación debe acompañar al chaval, una vez que es un joven adulto, a una nueva transición: de la dicotomía que aprendió hasta ahora en el colegio (todo-nada), a un relativismo que le permita comenzar a cuestionar (adiós al nido) si esos valores que le inculcaron todas las figuras de autoridad a su alrededor se parecen a lo que él, por dentro, siente. Comienza la independencia.

La madurez como individuo quizás se explique más con la interdependencia: seres independientes que se coaligan para resultados óptimos para todos. Simbiosis, cooperación, si yo gano-tú ganas, etc.

Muchas personas se quedan en la fase dependiente: se enganchan de trabajos, relaciones, hábitos, vicios, que refuerzan su visión blanquinegra del mundo (donde cada uno, naturalmente, posee la verdad y es capaz de lo que sea por ella).

Otros muchos se quedan en la segunda fase independiente: no necesitan de nada ni de nadie - y se dejan el alma convenciendo al mundo y batallando contra el Universo (lo que le sucede en su vida).

Finalmente, el interdependiente no deja de lado su autonomía, pero se da cuenta de que su verdad, sí, sin duda es cierta... pero no verdadera. Como la del resto de humanos. Y continúa buscando. Cooperando. Creciendo. Dándole sentido a su vida (porque la vida, per se, no tiene ninguno - ¿acaso es esto una sorpresa?)

Una razón más para revisar nuestros sistemas educativos.

Para empezar: eduquemos a los padres. A fin de cuentas, encargar niños es fácil (y divertido, claro - a ver si se creen que la Naturaleza es tonta). 

Educarlos no es ninguna broma. 

Gritar a un pequeño (o a cualquiera) es una forma de agresión que genera cortisol - la hormona del estrés que, entre otras cosas, bloquea al sistema inmunológico... por tanto, dañando al chaval. Aunque no se vea - el daño está ahí.

Y la no-educación, el laissez faire, ese 'que haga lo que quiera, que no le quiero traumatizar' es igualmente nefasto: para ser interdependiente, hay que haber sido dependiente.

A ver si nos habíamos creído que educar es sinónimo de aprobar un contenido curricular.

Eso es estudiar. Y poco más.

lunes, 11 de abril de 2011

El Sistema (de otros)

Uno a veces tiene que ser crudo con lo que percibe.

Hace unos meses comenzamos con un programa educativo/experiencial de emprendeduría para un grupo de adolescentes. Nos zambullimos el primer día con una sesión grupal, más inquisitiva que práctica: buscábamos calibrar, tomar la temperatura del grupo con el que íbamos a trabajar durante los siguientes meses.

He aquí como veían entonces su futuro:
  • "Estudiamos para: a) trabajar para otros durante 30-40 años; b) para entrar en el paro; c) depender de algún subsidio del gobierno".
  • "Si queremos emprender, tenemos que ir a un banco a endeudarnos por lo que, cada mañana, ya no nos levantaremos para desarrollar nuestra idea, sino para devolver la deuda". Qué duda cabe: en tiempos de bonanza, el banco gana: en tiempos de crisis, también. ¿Alguien imagina por qué los gobernantes (excepción –posible- hecha de Islandia) no tocan al estamento financiero?
  • "Mi abuelo compró su casa al contado. Hoy hay que hipotecarse a 45 años y pagar en intereses un 50% del precio de una propiedad". No, no todos los treintañeros quieren quedarse en casa de sus padres.
  • "No podemos ahorrar y, aunque pudiéramos, lo que ahorráramos se lo comería la inflación y/o el incremento de precio de bienes y servicios básicos (luz, agua, gas…)". Y si falta dinero, añado yo, fácil: incrementemos la deuda del país y saquemos la impresora de billetes. Total: ya lo pagarán (?) nuestros (bis)nietos mientras nosotros estemos criando malvas.
  • "Nuestro sistema de vida es irresponsable con el medio ambiente". Hablaban del daño al ozono. Y esto, sin saber lo que iba a pasar en Japón este pasado marzo (y que no ha hecho más que empezar).
Como parte del análisis interno, añadimos nosotros:
  • Un chaval de 18 años hoy es, en general, menos maduro, menos autoresponsable, que un chaval de 18 años en, pongamos, 1950. Ni menciono los que andaban cazando bisontes para su tribu hace siglos.
  • Por otro lado, la adolescencia dura hoy hasta los treinta y pico años en muchos casos: mantenemos a la gente entretenida (o adormecida), que no feliz, a base de crear nuevos modos de anestesia cuando vuelven (los afortunados) de su trabajo cada tarde.
  • Si se nos deprimen, los mandamos a terapia, a un estadio de fútbol, a coleccionar experiencias en masa como si de una competición se tratara, algunas de las cuales son lesivas para mente, cuerpo, espíritu o las tres cosas. Es indiferente que el estado natural del humano no sea la apatía, la tristeza, la resistencia, la lucha, la desilusión: anestésiesele y mándesele de vuelta al cubículo a producir.
  • A los humanos se les fuerza a a integrarse en una empresa, encerrados contra natura en un edificio cerrado, un sótano, una oficina, rodeados de otros humanos que también están forzados, obligados, a vestir, actuar, hablar de determinada manera coherente con el Libro de Estilo, durante horas, semanas, meses y años (fiscales, of course) hasta que la gente a) se quema (y buscan otro lugar para continuar dorándose por el otro lado); b) enferma (gran parte de las infecciones respiratorias tienen su origen en el estrés que autombardea el sistema inmunológico) c) despiertan... y/o d) hacen algo con ese despertar. [No, los humanos no estamos diseñados para vivir comprimidos en grandes urbes con millones de otros humanos. Ni siquiera estamos hechos para que nos gobiernen (otra cosa es que necesitemos auto-organización en tribus, con un máximo de unas 150 personas, como demuestra Gladwell en su Tipping Point)].
(Nota: tenemos todavía los proyectos en el horno – en cuanto veamos el resultado, en pocos meses ya, lo publicaremos aquí. Como aperitivo: todos los proyectos han sido autofinanciados por individuos con bajo o nulo acceso a financiación "clásica", léase banco. Ciertamente, la mejor manera de salir del barro no es rebozándose en él).

Ahora, lector/a crítico/a, lánceme el torpedo:

“El sistema está claro. ¿Cuál es la solución?"

Desafortunadamente, solo puedo ofrecerles seis propuestas - y ninguna fácilmente digerible para estómagos delicados y habituados al forraje que nos pretenden servir:

  1. Acepten el diagnóstico (el suyo propio: quien quiera ver, que vea - lo que quiera ver).
  2. Rechacen la solución liofilizada y enlatada que les/nos siguen dando con embudo.
  3. Piensen en su (singular, de usted) propia solución. Ya han visto que lo que les funciona a otros… les funciona (casi) solo a ellos. En muchos casos, incluso, drenan a los demás para su propio beneficio.
  4. Hagan de su sueño su misión en su vida mientras respiren.
  5. Disfruten el camino. Sucumban a la herejía: más samba y menos trabajar… Ideen mecanismos de ganar dinero y, sobre todo, tiempo para ustedes.
  6. Compartan su experiencia y su éxito cuando lo alcancen: inspiren a otros a soltar lastre y levantar vuelo. Y que ese éxito que ustedes consiguieron no se convierta en el lastre (el debe ser así) de otros que aspiran a tocar el cielo.

martes, 5 de abril de 2011

'¿Me Ayudas?' 'No'

No, ayudar no es bueno. O, mejor dicho, no es útil: ni para el que ayuda ni para el ayudado.

Las personas que comienzan a iniciarse en el coaching suelen decir que 'ayudan' a otros a conseguir sus resultados.

Error. Cuando oigo esto, oigo problemas.

El coach acompaña a otro en el camino que ese otro recorre para conseguir sus resultados. En el momento en el que comienza aquel a ayudar, deja de ser un coach para ser otra cosa: un consultor, un formador, un guía, un tutor o, peor, un tipo paternalista que cree que su coachee-cliente no va a poder conseguir lo que se propone si no es con la impagable ayuda de un coach.

No. No ayudamos. Si lo hiciéramos, incapacitaríamos a los coachees para ser autónomos (que no independientes, pues los humanos somos de natural tribales), para asumir sus responsabilidades, sus acciones y las consecuencias de las mismas. Si ayudáramos, sobre todo a largo plazo, posiblemente crearíamos una cadena de dependencia emocional que atenazaría a ambos. Si ayudáramos, dinamitaríamos una de las reglas más preciosas que al menos yo, personalmente, valoro: la de cruzar la puerta para irme una vez que el coachee a) ha conseguido lo que quiere; b) está encarrilado a ello y/o c) sabe cómo conseguirlo y tiene la motivación y las herramientas para materializarlo.

Otra cosa son las situaciones urgentes, críticas; las situaciones donde ayudar es la opción, la única.

Pero para rescatar y ayudar no hace falta ser coach.

Tan solo basta algo de empatía.