viernes, 27 de enero de 2012

Symposium 2012 - Instituto Español de Resiliencia

2012 es el año de la Neurociencia en España, motivo por el que el Instituto Español de Resiliencia, en el que participo como miembro del think tank, desea invitar a aquellas personas interesadas en el desarrollo de esta competencia en los ámbitos de empresa, educación, salud y deporte al Symposium que tendrá lugar el 1 de marzo y en el que intervendrá Santiago Álvarez de Mon (profesor de IESE) y Rafaela Santos (directora del IER y uno de los máximos exponentes de la Resiliencia en España).

Confío en poder saludarles personalmente allá.

Para más información e inscripciones (plazas muy limitadas), aquí o en el documento adjunto:


miércoles, 25 de enero de 2012

Problemas 'boomerang'

La primera vez que perdemos algo (un trabajo, un negocio, dinero, ciertas relaciones) posiblemente no sea enteramente responsabilidad nuestra.

La segunda vez que perdemos lo mismo, quizás sea una buena razón para pensar si acaso no estuviéramos haciendo algo erróneamente que nos haya traído al mismo resultado.

La tercera vez que perdemos lo mismo, quizás sea cuestión de plantearnos si quizás nos vaya demasiado la marcha.

Me explico.

Una persona trabaja en una empresa intensamente. Lo da todo. Siente cierta seguridad y, a pesar de ver a sus compañeros pasar por caja para recoger su finiquito, confía que jamás le sucederá a él y trabaja aún más duro. Con ello y todo, llega el día que le despiden. Bien. No pasa nada. Cada vez es más frecuente. Se levanta, agarra sus cosas y, previsiblemente, de inmediato comenzará a buscar un nuevo puesto lo más parecido en posición, sector e industria a lo que hasta hace poco disfrutaba. Con suerte, lo halla.

Pasan unos meses, trabaja intensamente, lo da todo, siente cierta seguridad, y comienza a trabajar aún con mayor ahínco cuando ya se han fumigado a la mitad de su departamento, a ver si se consiguiera esta vez escapar. Aún y todo, le vuelven a despedir.

En este punto, quizás, sea un buen momento de replantearse las cosas o, en otras palabras, dejar de mirar tanto a la solucióninmediataconocida ('encontrar trabajo') para comenzar a plantear preguntas: ¿hasta qué punto estaré yo provocando esta situación?; ¿cuál está siendo mi responsabilidad, tanto por acción como por no-acción, para que esto haya vuelto a suceder?; ¿me he precipitado en sumergirme en otro trabajo tan rápidamente?; ¿me gusta siquiera este trabajo?; si necesitara el dinero, ¿qué puedo hacer para encontrar un equilibrio entre lo que me gusta vs. lo que debo hacer?

Nos casamos/establecemos una relación duradera con una pareja y, después de unos años, nuestrx compañerx nos deja por otro. En fin. Cosas que pasan. Duro, pero no infrecuente. Hay que levantarse y, en lo posible, recuperarse. Así que nos embarcamos en muy breve tiempo en otra relación duradera (tras algún que otro picoteo) con una persona que, curioso, o tiene un comportamiento muy parecido a la anterior, o es que soy yo que provoco el mismo tipo de respuesta. Lo previsible se hace visible: nos la vuelven a pegar con otrx. Ya lo sabía yo: todxs los (hombres, mujeres) son iguales. En esta tesitura, uno podría continuar su búsqueda, a ver si a la tercera el proverbio tiene razón o, quizás, echar el freno de mano y humildad en mano, preguntarse hasta qué punto hemos provocado esta situación (sabiendo, de nuevo precaución, que ser responsables no es lo mismo que ser culpables): ¿habré descuidado la relación?; ¿habré dado 'demasiado' segando mi propio bienestar?; ¿habré coartado acaso la máxima expresión del otro?

Emprendemos un proyecto magnífico, interesantísimo, lucrativo. Tras unos años, nos enteramos, gracias al contable, que nuestro socio de correrías y amigo desde el kinder ha estado paralelamente abusando de nuestra confianza y vaciando la caja a nuestras espaldas. La sociedad se liquida, acaba mal en los juzgados y a nosotros nos deja con ganas de revancha. Pero como el tiempo todo lo sana, nos lanzamos de nuevo a un proyecto escogiendo a un socio que, sorpresa, nos la acaba pegando igualmente tras unos años con los dineros.

Cualquiera sea el escenario, y despojando al evento de la tentación de cargar la culpa (a uno mismo o al otro: el daño, a fin de cuentas, ya está hecho), uno quizás debiera preguntarse  ¿cuál está siendo [mi] responsabilidad para que [esto] siga sucediendo?

Desde las respuestas uno puede continuar avanzando, superar la situación y, quien sabe, quizás por fin salir de la mareante rueda del crear-resolver-crear-resolver el mismo problema pintado cada vez de diferente color.

viernes, 20 de enero de 2012

Preguntando a la Respuesta

El colegio es una fábrica de respuestas y un cementerio de preguntas.

Es inquietante observar cómo, con el avance de cursos en el sistema académico, nuestros chavales (y nosotros mismos) comenzamos a aprender, memorizar, los mecanismos de funcionamiento de un mundo que nos rodea... precisamente a pesar de que sepamos aún tan rematadamente poco de él.

Los avances, cualquier avance, en cualquier disciplina, comienzan realmente con una pregunta ¿cómo?, en lugar de con una respuesta porque: ¿cómo hablar con otras personas por teléfono sin estar pegado a un cable insertado en la pared?; ¿cómo proteger con bolsas de aire a los ocupantes de un coche en caso de accidente?; ¿cómo alquilar una película para esta noche sin tener que salir de casa?

Alguien, ahora, cerca de usted y de mí, está buscando respuestas a ¿cómos? muy concretos que resuelven problemas muy reales.

En el momento en que tenemos una explicación para algo, un porqué algo es de determinada manera, se aplaca la ansiosa inquietud que a veces tenemos por controlar, por explicar, nuestro entorno – aunque la respuesta sea errónea. Lo importante es que haya un porqué. Consecuencia: si tenemos una respuesta, la pregunta que la precede se vuelve innecesaria, pierde su función. Muere. O peor aún, nunca siquiera estuvo ni fue.

Si algo en la vida parece que consistentemente no sale como uno desea, y se tiene un porqué es así (no consigo trabajo porque soy mayor, no encuentro pareja porque nadie se fija en mí, no emprendo porque no tengo crédito, no tengo más dinero porque no albergo la experiencia necesaria), uno tiende a exhibir dos inclinaciones.

Una, reforzar nuestro porqué. Sin duda, las razones, las causas de lo que nos acontece, son sólidas. Es difícil vivir en permanente incertidumbre y las explicaciones conforman un salvavidas muy satisfactorio que nos alivia en nuestra frustración.

O dos, descartar los porqués y comenzar a hacernos preguntas incisivas que comiencen por ¿cómo?: ¿cómo puedo hallar trabajo en el que mi edad sea irrelevante?; ¿cómo puedo incrementar mi atractivo físico y el de mi carácter?; ¿cómo puedo mejorar mis ingresos/mi experiencia?; ¿cómo aprovechar mi experiencia para que redunde en mi nivel de vida?

Si siente que las preguntas le incomodan, le escuecen, le punzan, indague aún más en ellas: eso que experimenta es la dura corteza que hay que quebrar, sí o sí, si aspira a desvelar aquellas nuevas opciones aún no exploradas.

Esas opciones que cambian rumbos vitales.

jueves, 12 de enero de 2012

En el centro

Hay un momento, un instante tan solo, a partir del cual ya podríamos decir que llevamos demasiado tiempo haciendo lo mismo, relacionándonos con la misma gente, conocida aunque no amada; siendo muy, muy bueno en lo que hacemos bien (o tapando muy bien lo que hacemos mal).

Llevamos tanto tiempo en el mismo ecosistema, que es silenciosamente tentador que nuestra autosuficiencia (o temor encubierto -e inocuamente argumentado- a lo nuevo) nos encadene en el centro geométrico de nuestra zona de confort: el punto desde el que no se puede estar más lejos de aprender nada nuevo.



Que se está a gustito en la zona de confort, está claro.

Pero (si no hubiera un pero, no habría razón para esta entrada y a ustedes dudo que les interese hablar de rocas cornubianitas*), tan solo hay un pequeño detalle: la Vida nos va presentando periódicamente con opciones para aprender, aunque no queramos (ah, sí, disculpen: los llamamos 'problemas').

¿Que decidimos encarar esos problemas? Perfecto - pasaremos al siguiente nivel, como cuando jugábamos a los marcianitos de pequeños. ¿Que no los encaramos? Perfecto, igualmente. Simplemente metemos el problemilla en una caja de cartón con agujeros (como hacíamos con los gusanos de seda) y el tiempo lo continuará cebando, incluso cuando no estemos mirando, hasta que éste se hace bien, bien grande - y revienta la caja. Vaya... y ahora sí, se nos acabaron los 'mire, vuelva usted mañana, que ahora no tengo tiempo/valor/experiencia/ganas'.

Los problemas, las experiencias que nos den vértigo pero tenemos/queremos encarar, habitualmente es mejor acometerlos cuando aún son pequeños a esperar a que se conviertan en un mamut en celo con ganas de marcar territorio: un intercambio hostil por email se resuelve yendo en persona a hablar con el interlocutor lo antes posible; si un cliente lleva sin pagar dos entregas, es previsible que siga sin hacerlo las otras tres que tiene pendientes aún; una diferencia irreconciliable con la pareja no se solventa intentando comprimir su libertad aún más; si el médico le ha advertido que debe hacer deporte, no se refiere a 'cuando tenga' tiempo; si en su empresa llevan haciéndole la vida miserable durante cinco años, previsiblemente no van a dejar de hacerlo por mucho yoga que usted haga.

En nuestra cuevecita es donde más calentito se está y donde más luz hay.

Pero fuera es donde está la aventura.

____________
*Por si hubiera dado en el clavo en sus intereses, más sobre las cornubianitas (y otras rocas metamórficas), aquí.

lunes, 9 de enero de 2012

Punto de inflexión

Alguien, en algún lugar, ahora, está teniendo una idea que va a decidir emprender.

Su idea comenzará a materializarse, a reflejarse desde el imaginario de su mente a la realidad física, con el tiempo y los ingredientes necesarios (conocimiento, equipo, motivación, acción): un prototipo nuevo de transporte ecológico, un servicio de traducción en vivo por la web, una app de vídeocomunicación gratuita a varias bandas, un software de autoedición para no informáticos.

Esa idea estará cubierta del espíritu, de la esencia, del emprendedor: será original, graciosa, para usuarios perezosos o sin tiempo, excitante, social, revolucionaria, económica, práctica, fácilmente viralizable, gratuita, osada, inquieta.

La idea prosperará y el que la inició se dará cuenta una noche que ya no puede llevarla por sí mismo: necesita crecer, crear una empresa, una organización... quien mimetizará todo lo que el emprendedor haga, diga, decida.

Pero un día, por algún motivo, hay un punto de inflexión -- un empleado adicional contratado, un cliente añadido, una filial más, una ronda de financiación nueva, que se convierte en la última hebra que termina por quebrar la espalda del camello: la idea deja de ser del emprendedor.

Deja de ser el emprendedor, para convertirse en otra cosa.

De repente, es la organización quien doblega, parasita, a la idea original.

Las decisiones ya no son ágiles, rápidas, rompiendo con alocada presciencia los mohosos moldes impuestos por otros. Ahora requerirán el beneplácito de jerarcas intermedios con más ego que galones.

Las reuniones ya no son en torno a una pizza en el garito de abajo con socios-amigos de correrías. Ahora serán manifiestos de grupos encontrados en puja por el trono del jefe o diatribas carentes de un mínimo de sentido para un chaval de secundaria con dos dedos de frente.

El usuario/cliente/comprador deja de ser el centro de todo. Ahora es la propia organización quien parece asumir vida propia para sustentarse a sí misma.

Ese es el momento que aterra a muchos emprendedores.

Quizás sea éste el punto de inflexión que separe a un emprendedor de un empresario.

El primero atraerá a más emprendedores.

Al segundo le acabarán exigiendo, ahogando, los nominoinómanos - esos adictos a la nómina a los que el proyecto original, sencillamente, les resbala.

sábado, 7 de enero de 2012

Hasta cuando

Cuando tenga más tiempo, me siento y preparo el plan.
Cuando tenga más dinero, me lanzo con mi proyecto.
Cuando termine solo este último curso, de verdad, me meto con ello.
Cuando concluya este pico de trabajo, podré prestarle más atención.

Si no fuera tan mayor, me dedicaría a __________.
Si fuera más mayor, albergaría mayor experiencia y todo sería más fácil.
Si la economía no estuviera como está, las cosas irían mejor.
Si el banco tan solo me concediera ese préstamo, ya podría despegar.

No vamos a poder fabricar más tiempo.

El dinero seguirá sin llover.

Siempre habrá otro curso interesantísimo más que hacer.


Los valles de trabajo tiempo (pre)ocupado ocultan inspiración, reflexión, experimentación. Acción. Encuéntrenlos. Invéntenselos.

Construímos paraísos ficticios en algún tiempo del futuro, reinos de Oz, finales del arcoiris, tierras de Nuncajamás, países de las Maravillas, para evitar el esfuerzo, la incertidumbre, el trago amargo de cambiar a-h-o-r-a algo que sabemos que no funciona. Si tan solo...

Los grandes cambios vitales hacia nuestro éxito (qué demonios nos importa cómo otros definan al suyo) suelen ser anodinos, casi imperceptibles, en un paso a paso diario, en eternos kilómetros de marcha a través de una estepa sin señales. Tan solo en destino nos entregan el mapa que ya hemos dibujado nosotros, gracias.

Cada vez que nos decimos 'cuando...' y 'si...', nos autoenviamos de regreso a la estación de salida.

Un condicional no es un condicionante.

El primero propone, tienta, escenarios nuevos.

El segundo determina. Fulmina.

Cuando empiece Ahora que empieza el nuevo año, hoy, voy a...

domingo, 1 de enero de 2012

En 2012, buena compañía

En un viaje encontré esta tarjeta con el extracto de un texto atribuído al autor Wilferd Peterson. Quisiera emplearla para desearles los mejores y mayores éxitos en el nuevo año y, sí, para darles las gracias por brindarnos su compañía en este blog a lo largo de este tiempo.

La traducción (libre) sería la siguiente:

Camina con los que sueñan,
los que creen, los valientes,
los alegres, los que tienen éxito
con la cabeza en las nubes
y los pies en la tierra.
Deja que su espíritu encienda un fuego
dentro de ti para dejar este mundo
mejor que cuando lo encontraste.