martes, 26 de junio de 2012

Coaching para Emprendedores

Nuestro modo de actuar está considerablemente más influido por con quién nos relacionamos (condiciones ambientales) más que por quiénes somos (genética). Asociémonos con colegas de trabajo tóxicos y, en breve, de manera prácticamente imperceptible, nuestra actitud con relación a lo que nos acontece y los otros humanos de nuestra tribu se tiznará de un gris ceniciento tirando a negro. Relacionémonos con individuos que viven su particular efecto placebo-de-éxito (mantra efectivo y cierto, que no necesariamente verdadero: todo es posible, si es con determinación) y llegará más lejos de lo que nunca haya podido imaginar. Es esta una de las virtudes de la mente cuya manifestación física en nuestra realidad constatamos cada día pues, a fin de cuentas, toda innovación humana comienza en el jardín de la imaginación: ¿acaso ya olvidamos que hace veinte años no teníamos teléfono móvil, correo electrónico o Angry Birds? En algún momento de estos años hubo alguien, un antaño loco visionario reconvertido ahora en figura admirada que se atrevió a imaginarlo en el reino de lo posible.

Nos quejamos que la cultura en nuestro país es anti/contraemprendedora: somos un país de funcionarios, los jóvenes quieren que se lo den todo hecho, emprender es para esos parias que han pasado por un ERE o para aquellos que ya vienen así cableados de serie.

Cierto… pero únicamente si perseguimos encontrar a las personas que cumplen esos criterios para confirmar nuestra pre-idea pre-concebida acerca de cómo funciona ¿el? mundo.

Es muy sencillo encontrar lo que queremos hallar, no lo que debemos buscar.

Nuestra personalidad al nacer es virtualmente al 100% una manifestación de los genes de nuestros progenitores: un porcentaje que muy pronto comienza a modificarse para incluir nuestros aprendizajes, experiencias, anhelos y frustraciones: desde no meter los deditos en el enchufe hasta elegir socios para nuestros proyectos. Pero cuando dejamos este mundo, ya ancianos, nuestra identidad genética solamente refleja quienes somos a un 50%.

Por hacernos una idea cuantitativa, en términos neuronales equivaldría a que los Sapiens somos capaces de aprender 50 mil millones de páginas nuevas en una vida, o 1,5 millones al día.

¿Querría esto decir que, si estamos determinados a hacerlo, podemos aprender a, sí, emprender?

En un proyecto pionero en Alemania, acabamos de superar la cifra de 250 nuevos emprendedores menores de 18 años a través de una pequeña incubadora e inversiones iniciales prácticamente inexistentes.

En el mismo país estamos realizando coaching a jóvenes de 60-65 años con el savoir-faire y la edad biológica para aportar más allá del retiro dorado durante otro quinto de siglo. Al menos.

Entre ambos polos vitales, docenas de individuos que ya están cansados de oir que emprender es posible, de leer que se puede hacer para, demonios-ya-era-hora, lanzarse a su particular presente de indicativo y gerundio: yo hago y yo estoy haciendo mi proyecto. Ahora.

Pero una palabra de cautela acerca del coaching para emprendedores: existen coaches que argumentan que pueden acompañar a otros individuos a emprender… sin haberlo (aún) experimentado en primera persona.

Hay un dicho severísimo al respecto con cierto predicamento en nuestro sistema educativo: quien sabe hacer algo, lo hace – y, quien no, lo enseña.

Si su cliente quiere emprender, emprenda usted primero. Y si ya lo está haciendo usted como coach, disfrute exponiendo a su coachee a que experimente, colisione con sus pre-ideas, avance y prospere. Le estará haciendo el mejor de los regalos:

Que deje de decir y comience a hacer.

=================

Para leer más acerca de esta y otras entradas escritas por mí u otros especialistas, visite el Observatorio Europeo del Coaching, aquí.

lunes, 18 de junio de 2012

Cuando el éxito trasciende el resultado

Este es un post publicado por Harvard Deusto y EAE Business School en el que propongo mis comentarios acerca del artículo 'La Trampa que Amenaza al Barça'. Los textos completos, y más, están en la web de Retos Directivos, aquí.

=======================

A menudo tendemos a confundir los términos suerte con azar. Mientras el segundo depende de leyes (aparentemente) impredecibles, la primera acontece únicamente cuando el trabajo que se realiza deja de ser una tarea para convertirse en maestría… o arte. El éxito, como quiera que el lector desee interpretarlo, se genera en última instancia cuando la oportunidad estrecha la mano de la preparación permanente y vigilante.

Naturalmente, es ley de vida navegar a través de los ciclos ante los que nos expone la vida. El Barcelona no es una excepción. A un claramente definido y sencillo objetivo doble (marcar más goles que el contrario, minimizar los recibidos) las mentes estrategas del club crean las circunstancias para que el equipo desempeñe en un nivel óptimo cada semana. En efecto, al igual que no es el coach Guardiola quien juega, marca, ataca o defiende, sí es sin embargo el responsable de generar las oportunidades para su equipo del mismo modo en el que se desmarca un líder genuino en las organizaciones corporativas: aportando los recursos, contactos, experiencias, formaciones para que su equipo alcance sus metas… mientras el propio líder se quita de en medio.

Al jugador del equipo deportivo, al igual que al director general, al investigador o al técnico administrativo, dejémosle de este modo participar, involucrarse, arriesgarse, en la determinacion de los objetivos que suban aún más su propio listón en su maestría, sea esta innovar en un servicio estancado en su cuota, calibrar un nicho aún virgen, reflotar una empresa o marcar goles en un campeonato. Ahora bien, parte fundamental de la labor del líder carismático, en contraposición a la del jefe oficializado, es asumir ese cambio de paradigma que otorga libertad para que los profesionales de su equipo decidan con autonomía cómo resolver el objetivo. Y sin embargo, ¿acaso nuestros líderes están preparados para controlar el resultado final deseado, paradójicamente mediante el no-control de su equipo? A fin de cuentas, le están pagando, precisamente, para controlar a ese equipo. ¿No quedaría, acaso y de cara a la galería, como un ejercicio de negligencia en sus funciones?

Pero no nos engañemos: es crítico mantener una visión lo suficientemente alerta a la temporalidad del éxito (y del no-éxito) como para anticipar esos cambios de ciclo, sobre los cuales no tenemos ningún control. El capitán gobierna su embarcación ante la tormenta, en lugar de perseguir cambiar la tormenta. En efecto, desde el punto de vista psicológico, y por mucho que nos pudiera desconsolar, nuestro libre albedrío se circunscribe a la absoluta responsabilidad de únicamente dos cosas: 1) lo que decimos y 2) lo que hacemos pero, y he aquí el oxímoron, debemos hacernos igualmente cargo de las consecuencias de estos dos ejes decir-hacer aunque no podamos subyugarlas a nuestro antojo. Somos líderes, no hechiceros.

Son los auténticos líderes quienes, finalmente, reconocen al otro, al competidor, como un rival a respetar: se gane o se pierda, Guardiola supo imprimir regularmente un respeto por un contrario que, en realidad, refleja siempre como un espejo en cada encuentro las virtudes y las fallas del propio equipo al que entrenaba. No consiste pues el juego solo en batallar por la cuenta de resultados basada en recursos limitados (no hay una norma específica en el reglamento que limite el numero de goles que se puedan generar en un partido), sino en crear nuevos resultados, valor añadido, servicio, contribución a su sociedad.

Una cosa es conseguir un marcador, otra diferente jugar al futbol y, otra tercera aún, crear la maestría que tienta a la victoria en lugar de perseguirla como a una criatura onírica. De similar manera, una cosa es incrementar ventas para cumplir con la cuota, otra diferente aportar un valor, y otra tercera marcar una diferencia en la vida de otro ser humano.

Distintos resultados. Distintas decisiones. Mismo escenario.

martes, 12 de junio de 2012

Coaching 'de SOS'

Cuando una persona acaba de recibir un golpe severo, un trauma, una pérdida, un despido, una separación, un cambio dramático, es lógico que inicie una dinámica de supervivencia. Quizás, incluso, decida sumergirse en un proceso de coaching muy poco después o, incluso, durante el golpe.

Está bien, tiene sentido.

Ahora bien, dos apuntes en relación a esto. Uno, que es sumamente fácil quedarse en modo supervivencia, concluyendo que no es posible continuar prosperando, creciendo, o rebotando más alto desde el golpe porque así es la vida, hay que sufrir. Dos, que muchos individuos están decidiendo cada día vivir en ese modo supervivencia... aun cuando no hubieran recibido ningún trauma en particular. El proverbial que-me-quede-como-estoy.

Para los segundos, solo cuando decidan que-NO-me-quede-como-estoy-quiero-algo-mejor, entonces el coaching podrá serles de utilidad. Al alcance de la mano lo tienen.

Para los primeros, es importante acompañarles a que levanten la vista desde lo más hondo de su pozo y que, como coaches, les provoquemos a que se muevan: actúen, hagan lo que sea necesario para apagar el incendio, achicar el agua, vendar la hemorragia. Y mientras, sutilmente, invitarles a que le den un par de golpecitos al cristal de la brújula para traerla de nuevo a la vida, para que encuentren, no, definan su nuevo norte.

Cuando el barco se inunda mientras las cocinas se queman, no tiene sentido atraer la vista del capitán a los instrumentos de navegación que se han cortocircuitado. Primero lo primero.

Sobrevivir, uno. Orientarse, dos. Llegar a puerto, tres. Robustecer la embarcación, cuatro.

Y eso sí: capitanear la embarcación, en todo momento.

miércoles, 6 de junio de 2012

'Hay que...'

Hace años tuve un jefe tirando más a hablador que a resolutivo al que conseguía desquiciar formulando ocasionalmente preguntas impertinentes.

Le chutaba mis favoritas cuando él brindaba al sol con frases del calibre '"hay que" hacer X'.

A veces, entrar al capote es divertido.

Cada vez que le oía enunciar su mantra 'hay que...', yo comenzaba a quitarle el polvo a mi réplica:

'Perfecto. ¿Quién va a hacer X?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿con quién?, ¿con qué recursos cuenta?, ¿para qué?'

Es una forma muy sutil de educar a jefes para que dejen de hacer perder tiempo a su equipo exhibiendo los galones.

De 'hay-ques' están llenas las estanterías.

O resolvemos o no resolvemos.

Lo demás es cortesía.

lunes, 4 de junio de 2012

10 maneras de alienarnos

  1. Poco tiempo después de comenzar a caminar de niños, arrancamos a correr. Hasta que nuestros padres nos ordenan dejar de hacerlo porque nos vamos a caer, nos vamos a hacer daño o, simplemente, porque no se corre.

    Después, de adultos, nos encerramos en un gimnasio a correr sobre la cinta, como si fuéramos hamsters en la rueda. No, correr bajo la lluvia no resfría. La pereza, sí.
  2. Un poco más adelante, mostramos una creatividad arrebatadora. Hasta que en la escuela nos ordenan cuadricular nuestro aprendizaje dentro de los márgenes del cuaderno y los párrafos del libro. Como si, de repente, una parte de nuestro cerebro fuera un escenario de cartón-piedra. Todo un dislate de la naturaleza.

    Más adelante, nos pasamos una vida intentando figurarnos por qué esta no funciona de manera lineal como nos inculcaron durante años tras el pupitre.
  3. Cuando nos bajamos de los árboles hace 200.000 años, aprendimos a socializar y cooperar en tribus de no más de 150 individuos. Hasta que aprendimos a saturar gigantescas urbes con millones de personas... que viven solas.

    Después, para socializar, nos inventamos sistemas para conectar con otras personas sin tener que levantar la vista de un ordenador, sin tener que mirar a los ojos, sin tener que exponernos en nuestra humanidad.
  4. Vivíamos por aquel entonces conectados con el entorno, integrándonos en él, tomando lo necesario (y no lo que queríamos) y respetando su equilibrio. Hasta que descubrimos cómo domarlo, procesarlo, talarlo, contaminarlo, quemarlo, desertizarlo, matar animales en masa (y como ¿arte?, ¿deporte?, ¿ostentación?); y también cómo sentarnos delante de un ordenador durante sesenta horas a la semana, cómo producir tres veces ¡diariamente! más comida procesada de la que podemos ingerir, mientras 'la' sociedad ¿preponderante? malgasta alimentos y vive con sobrepeso, y 'la otra' sociedad no tiene hoy,  ahora, qué demonios llevarse a la boca. (Y por el camino, ya que estamos, inventamos maneras de estar ser deprimidos. Observen si no la cara de disgusto en el autobús mañana: el que sonría por nada seguramente ande drogado o sea un chalado).

    Es entonces cuando aparece nuestra industria farmacéutica con pastillas mágicas que aprovechan el efecto placebo mientras desarma nuestro equilibrio proteico y metabolismo internos.
  5. Comíamos lo que necesitábamos de la naturaleza. Tal cual. Integral. Sin refinar. Hasta que descubrimos cómo comer y beber más plástico que orgánico, el colesterol y las enfermedades cardiovasculares.

    Hasta que a alguien se le ocurrió etiquetar aquellos alimentos que incluyen menos antibióticos, insecticidas, manipulación genética y daños ecológicos.  (Sigo sin saber qué demonios es un bioplátano).
  6. Cuando las cosas venían torcidas, aquella tribu nos aportaba el apoyo, los recursos, las palancas para volver a levantarnos. Hasta que alguien inventó la frase 'eres un fracasado' acerca de otro alguien que intentó algo que pudiera aportar valor a su comunidad y recibió un resultado diferente al deseado. Como para seguirlo intentándolo.

    Y las estanterías de autoayuda se convirtieron en una industria y el miedo pasó de ser una función útil a nuestra principal razón excusa para no perseguir algo diferente, mejor.
  7. Nacemos seres sexuales y sexualizados, entendiendo por sexo una interacción social constructiva y emocional, saludable y gratificante (lo de la reproducción ya lo estudiamos de pequeños). Hasta que decidimos escandalizarnos desde que alguna(s) entidad(es) religiosa(s) determinara(n) que eso es sucio, no toques... Eso sí: mientras, nos acostumbramos a desayunar viendo en las noticias miles de cadáveres bombardeados por un botón apretado desde un despacho a diez mil kilómetros. La violencia solo tiene sentido biológico para el humano cuando percibe escasez de recursos. Reprima el sexo (o la prosperidad, iniciativa, libertad de expresión, manifestación de individualidad o grupalidad) y tendrá violencia. 

    Y las consultas se llenaron de frustraciones sexuales por ser... sexuales, y los sofás acomodaron mandos a distancia para cambiar fácilmente del canal de cadáveres al del fútbol.
  8. Aprendimos que los bebés, además de leche y pañales, necesitan que los acunen en brazos para su desarrollo emocional (¿o acaso solo nos interesa que suba su peso dentro de los gráficos que nos da el pediatra?). Hasta que nos inventamos los modos de justificar cómo ignorar sus lloros porque si no se malcría. Explíquemosle eso al retoño: lo entenderá tanto como la teoría de los fractales.

    Tener un hijo es mucho más que... tenerlo.
  9. Descubrimos que la competencia solo tiene sentido cuando se respeta al otro como espejo que estimula el que uno alcance un punto más de lo mejor que puede llegar a ser. Hasta que aprendimos que competir implica machacar a ese otro, mejor con desprecio, bandera, himno y corneta si es posible.

    ¿En qué momento de la Historia se trazó la primera frontera sobre un mapa? En el momento en que dejamos de ser nómadas (buscar recursos en pastos más verdes) para apalancarnos en un terreno mío que me dé de comer a , a mi esposa y a mis hijos y que protegeré con mi vida.
  10. Vivíamos en un presente inmediato para una vida finita. Hasta que aprendimos a vivir en un mañana que, curioso, siempre tiene que ser mejor. ¿Pero realmente, realmente, realmente estamos tan mal hoy?

    La palabra presente, además de actual, significa regalo.

    ¿Lo ha abierto hoy?
____________

 
A veces uno se plantea si aprendemos cosas durante 40 años... que luego nos pasaremos otros 40 des-aprendiendo. Media vida luchando para ser algo que pensamos debemos ser, para invertir la otra media en descubrir quiénes somos de veras.

Gran parte de lo que creemos es nuestra forma de pensar en realidad ha sido, y queda, implantada en nuestro subconsciente desde que somos infantes. Es indiferente la buena (o no) voluntad que hayan expresado padres, tutores, pastores, educadores, guías, gobiernos, cuidadores, familia y televisión.

Es sorprendente ese esfuerzo titánico de nuestro sistema en enseñarnos a no-ser lo que somos de manera natural y sin esfuerzo:

Humanos. Personas.

No biohumanos. 

viernes, 1 de junio de 2012

::Tu Coach:: Comenzar a Emprender

Nos escribe Y., quien ha decidido 'despedir a su jefe' y emprender:

"... En estos momentos necesito aire fresco que me ayude a reencuadrar. Sé que cada una de las acciones que he realizado con el objetivo de buscar independencia económica están realizadas desde la intuición y no desde impulsos, así que la angustia que siento es algo natural. Mi cabeza no para de dar vueltas, pero esta vez todo es negativo...y necesito lo antes posible, volver "al modo positivo", así que por favor necesito que me contestes a estas preguntas:

Gregory...¿y si no lo logro? ¿Y si no logro mi tan ansiada independencia? ¿Y si me he precipitado? ...¿Y si no?... "

=======================

Hola Y.,

Quisiera compartir algunas reflexiones - toma las que te puedan aportar valor, descarta las que no, como siempre.

Vértigo es el precio de tener la libertad de elegir.

La independencia no es solo una definición financiera, sino una actitud, disposición vital. A veces, sobre todo al principio (y salpimentado por el camino) se da esa especie de 'horror vacui', miedo al vacío: tantos años con el tiempo ocupado por demandas externas (reuniones, luchas de poder, nimiedades del ego, fuegos que extinguir) que, cuando lo tenemos de nuevo en nuestras manos, a veces nos preguntamos 'y ahora qué hago con esto?'

En efecto, cuando se vacía un recipiente (de nuestro tiempo), cabe espacio para llenarlo con nuevas acciones, nuevos contactos, nuevas relaciones, nuevos proyectos, propuestas, recursos, conocimientos, experiencias, etc. etc. etc. Tú decides qué.

Hay, al menos, dos formas de enfocarlo.

Una, sentir el vértigo.

Dos, sentir el vértigo y hacer algo.

Moverse es lo que toca: es período de arar, sembrar, esparcir semillas de proyectos, propuestas, alternativas. Después, regar, renovar contactos, insistir, modificar, adaptar. Finalmente, recoger, recolectar, disfrutar el fruto. Para llegar a la cima desconocida podemos esperar a que nos den el mapa... o comenzar a explorar. Abres vías de acceso con la planificación que te permita lo poco o mucho que veas por delante en el tiempo, el terreno, las circunstancias, el equipo que camina contigo.

A veces se inmiscuye el ego. Lo que creo que soy vs. lo que debería ser o me merezco. Un ejemplo: ¿qué es lo peor, peor, peor, peor, que le puede pasar a un individuo al que no le salen clientes, que no factura, al que no le pagan, pero que debe seguir afrontando sus costes mensuales? Exacto: que tenga que volver a trabajar, en lo que sea, el período que sea. La diferencia es que esta opción ya no es un fin: es un medio, un estadio intermedio, una meseta, una pausa temporal, un refugio para la noche mientras nieva, pues su meta no está en esa explanada. Sigue estando ahí arriba.

'¿Y si no funciona?' es una opción... para el que la considere como tal. 'Cómo voy a seguir avanzando, avanzando, avanzando' es una actitud de atención permanente. Si fracasar no es una opción, entonces... no es una opción. Dificultades las va a haber, seguro, 100%. La cuestión es qué haces con ello: esperar a que te hunda del todo (que no es una opción) o tener la certeza absoluta de que sabrás, encontrarás, construirás las respuestas por el camino. Cuando halles el río, construirás el puente. Sí: tiene un componente de fe. En uno y en 'algo'.

La Vida a veces es como un gran juego de mesa. Sobre el tapete, un croupier reparte las cartas. En cada mano jugamos con las cartas que nos han tocado. A veces ganamos, y a veces... optimizamos la jugada. Mientras, podemos pedir nuevas cartas, esperar un golpe de fortuna, o nos enredamos en buscar que otros jugadores pierdan en lugar de que cada uno ganemos en nuestro juego individual. Cada uno juega como cree que se debe, puede jugar.

Dicho todo esto, la independencia económica es una ecuación sencilla: reduce costes, sube ingresos pasivos. Para lo primero, reduce los fijos, haz variables los que se puedan, decide entre lo que quieres y lo que necesitas. Para lo segundo, ábrete. ¿El objetivo es (empresa)?; el objetivo es vivir de (empresa)?; ¿(empresa) es fin o medio?; ¿(empresa) es una de varias, la única, la primera, alternativa para tus ingresos? ¿Tiene que ser en (lugar), puede ser online, quiénes pueden ser tus primeros clientes? ¿Cuál es el valor que aporta, qué solución satisface? ¿Cómo se puede viralizar en las redes? ¿Puedes generar dinero de una manera y trabajar haciendo otra cosa, por placer, aunque no dé dinero?

Acción, Y.

La angustia es natural. Quémala con la acción y cuidando tus mejores activos: tu cuerpo, tu mente. Entrénalos.

Ya eres independiente en cuanto decides serlo. Es momento de preservar esa libertad en el tiempo.