jueves, 28 de febrero de 2013

Tiempo de no-decisión

Los seres humanos seremos pensantes.

Quizás, incluso, inteligentes.

Lo que raramente somos es racionales.

Tomamos decisiones en una fracción de segundo desde el subconsciente, de manera íntegramente emocional, y en función de nuestro equilibrio bioquímico a esa hora, cómo hayamos dormido, nuestros anhelos, nuestras frustraciones. Incluso dependiendo del día de la semana.

Esa decisión emocional (i-racional) posteriormente pasa al plano consciente (el córtex: lo que, se supone, nos hace inteligentes) y hallamos entonces las magníficas razones para 'validar' lo que, de todas formas, 'ya habíamos decidido' para que sea coherente con el concepto que tenemos de nosotros mismos ('seres inteligentes, racionales, pensantes').

Por eso, seamos humildes:

Pensemos, racionalicemos, escrutemos, reflexionemos profundamente cada decisión antes de abordarla.

Posiblemente solo conseguiremos perder el tiempo hasta que nos decidamos a dar el paso.

Eso sí: nos sentiremos mejor con nosotros mismos demostrándonos, una vez más, nuestra superioridad inteligente en el Reino Animal.
_______

Y mientras tanto, la Bella Oportunidad pasará de largo, aburrida de esperar, buscando un mejor pretendiente que la corteje.
 

miércoles, 27 de febrero de 2013

Lo que significa 'ser fuerte'

Es vano intentar convencernos de ser duros para que nada, nadie nos lastime:

El cerebro sano y el sistema nervioso están diseñados para sentir, empatizar, manifestar emoción.

Y dolor.

Antes o después: todo el mundo es lastimado.

El fuerte no es quien previene que esto suceda: para amar y exponerse al dolor hay que ser, de hecho, muy valiente.

El fuerte, en realidad, es aquel que, aun habiendo sido lastimado, vuelve a arriesgar -- aunque desde un plano de mayor sabiduría: sería de necios no aprender de la cicatriz.

Y el fuerte, finalmente, es el que *sabe* que, pase lo que pase -- hallará la opción que necesita.

Aunque duela.

martes, 26 de febrero de 2013

Poniendo trabas

Para un mediocre, nunca estará bien:

Si lo estás haciendo bien (a sus ojos), es porque 'estás teniendo fortuna'.

Si no lo estás haciendo bien, le faltará tiempo para reconvenirte: 'ya te decía yo que no podía funcionar'.

______

El mediocre siempre, siempre 'tiene razón'.

Es una de las cosas más fáciles que alguien con sed de logro-de-cartón-piedra puede conseguir con rapidez.

Pero no es esa tu batalla.

Tu juego en la vida no es *tener razón* -- como el de los mediopelo:
 
Es tener una Labor demasiado alucinante como para distraerte regalando razones a quien te hace perder un tiempo que no te sobra.

lunes, 25 de febrero de 2013

¿Más mentores, menos coaches?

Muchas veces lo que alguien necesita realmente es un mentor, no un coach.

El primero enseña a un aprendiz hasta el nivel de un fuera de serie en una disciplina muy concreta de las artes, las ciencias, la economía. Es una relación de años.
 
El segundo facilita a un cliente la toma de elecciones efectivas en la vida. La relación no suele superar un año como mucho.

Hay varios problemas que hacen que la elección entre mentor o coach lleve frecuentemente a escoger erróneamente:

1) Un buen mentor es un auténtico Maestro en su campo. No hay mentores 'malos'.

Para ser un buen mentor no hay título acreditativo y se necesitan décadas para ser extraordinario.

Para ser coach, se puede obtener un título en semanas -- si no días.

2) En España (a diferencia de, por ejemplo, EEUU) no hay ya casi cultura de 'aprendices': se considera, quizás por pudor o por arrogancia, 'inferior' el que alguien guíe a otro una vez se es adulto. Mucho tiempo y c*gadas por el camino se ahorraría uno si se dejara (bendita fortuna) 'tutorizar' por un mentor excelente.

3) Paralelamente, no hay tantos ultra-especialistas que deseen compartir lo que saben para devolver a su sociedad el éxito que esta les entregó: hay que ser muy generoso y tener muy alta autoconfianza para elegir a un aprendiz a quien guiar hasta que este levante el vuelo solo.

Lo que inquietaría de todo esto es:

¿Acaso necesitamos muchos, muchísimos más mentores que coaches para una mayor prosperidad de individuos y sus tribus?

Pero esto llevaría años de preparación -- y solo hay una escuela sólida de mentoring:

La que da las miles de horas de excelencia tras cometer docenas de errores sobre el terreno, embarrándose las manos.

Muchas equivocaciones para las que hay que ser muy valiente para encararlas.

Todos los mentores tuvieron ese coraje.

Pero ¿y los coaches?

viernes, 22 de febrero de 2013

8 Falacias del Coaching (parte 2/2)

(Continúa desde la primera parte)
 
#5 - Todas las respuestas están *dentro* de uno.
 
Si así fuera, nuestro grado de presciencia sería tal que, o no tendríamos problemas, o los eliminaríamos nada más producirse pues tendríamos la respuesta de manera inmediata.
 
En suma: jamás nos pre-ocuparía nada. No habría motivo.
 
Por mucho coaching que se haga, uno no puede ayudar a entresacar a un pollo cómo trepar árboles.
 
Muchas, muchísimas veces, hemos de aprender algo para avanzar – y ese algo se encuentra 'fuera' de nosotros.
 
El proceso de aprendizaje no es solo reflexivo, sino experiencial. Y para eso hay que exponerse a situaciones a las que aún no hemos sido expuestos.
 
No: no todo está dentro de nosotros.
 
Salvo lo que hacemos con nuestras experiencias.
 
Olvidarlas.
 
O usarlas.
________
 
#6 - La aseveración 'he estudiado coaching' con (nombre de tí@ importante) como garantía.
 
Falso. Tanto como decir que un licenciado en Medicina es un buen médico o uno en Derecho es un buen abogado porque han tenido a una eminencia como profesor/a. (Excepción: mentoring personalizado a lo largo de muchos años de guía).
 
Se puede aprender a sacarse un diploma con alguien que dice tener la autoridad para bendecir contenidos ('lo que debes aprender como coach es lo que yo te digo') y certificar su superación, lo cual significa dos cosas:
 
1) Que han estudiado con alguien que se inviste de autoridad para bendecir contenidos.
2) Que ese alguien ha certificado que el alumno ha pasado las pruebas diseñadas por el primero.
 
Poco más.
 
Sacarse el carnet de conducir no quiere decir que sepamos conducir 'bien' o cómo funcionan las entrañas de un vehículo: ¿sabemos realizar una conducción evasiva? ¿sabemos qué hacer si patina el coche sobre hielo en una curva en un puerto de montaña al borde del barranco? ¿sabríamos qué hacer cuando una piedra golpea y agrieta completamente el parabrisas mientras vamos a 120km/h y de repente no vemos nada por el cristal? ¿o cambiar un faro mismamente?
 
Del mismo modo, en la instrucción del coaching es frecuente encontrar quien te inunda con botones, palancas y pedales: herramientas e instrumentos de calibración para medir cómo una persona (cliente) 'es' – sin ahondar (no 'mencionar' o 'esbozar': ¡ahondar!) en las neurociencias, las entrañas del cerebro.
 
No se 'aprende' a ser coach; el coach se 'vive' en las propias carnes: enséñame con tu ejemplo personal de avance, no con los contenidos que puedo hallar en Google.
 
En el momento en el que usamos el pasado ('he aprendido coaching', 'he estudiado coaching') o el presente ('soy coach')... ya nos hemos quedado obsoletos.
 
Un buen coach funciona en gerundio ('estoy -permanentemente- aún aprendiendo a ser un buen coach').
 
La complacencia va de la mano de la obsolescencia.
________
 
#7 – Un coach certificado por (XYZ) es una garantía.
 
¿Garantía de qué?
 
El Dalai Lama, Michael Jordan, ese amigo desconocido en Facebook o, ya que estamos, Sócrates no están pomposamente certificados pero sus propias vidas parecen ser un buen ejemplo de desarrollo de potencial humano.
 
Si buscas un buen coach, no, un coach excepcional, búscale por credibilidad e integridad de primera mano – no por su fama o titulaciones.
 
No todo lo que brilla es oro.
 
Y no todo el oro brilla.
________
 
#8 – 'Me siento bien tras la sesión, por tanto me han hecho un buen coaching'.
 
Cuidado con los acaricialomos.
 
Entendamos de una vez - el coaching es, debe ser, incómodo: te lleva a zonas no-exploradas más allá del calorcito de una rutina predecible o una situación subóptima pero conocida.
 
Aprender, muchas veces, lastima, duele, hace pupa: afloran las inseguridades, los límites, los prejuicios, los vericuetos del autoconcepto, los miedos, los 'fracasos' de antaño, las expectativas que, en realidad, son de la sociedad inmediata.
 
Casi siempre se parte de hoja en blanco – pero con todos los lápices de la experiencia que te has ganado a pulso... y los que te quedan aún por conseguir.
 
Si tu coach va directamente a 'ayudarte' (déjale claro que no necesitas ayuda, demonios, solo 'apoyo') a definir tus objetivos, despídelo.
 
Es como preocuparte por el color de la pared del baño del tercer piso cuando aún no has comenzado a cimentar los pilares del edificio. De hecho, ni tienes claro los planos de la casa. O siquiera si lo que deseas es una casa.
 
Hay que comenzar con la Misión, continuar con las visualizaciones y cerrar con los metaobjetivos.
 
Una vez eso esté a prueba de balas (y esto lleva su tiempo: todo pastel requiere su tiempo de horneado), entonces sí, tritura tus objetivos a conciencia:
 
Establece listones, súbelos más, crea contactos, oportunidades, créate a ti mismo, desmenuza tus fechas-tope, recompénsate, vuelve a intentarlo cuando el objetivo esté mal definido o las circunstancias cambian (tienden a hacerlo, sí) y, sobre todo, persevera un paso más allá de la extenuación.
________
 
Nadie dijo que el camino deba ser fácil. Pero la meta, si está bien definida, siempre, siempre, siempre lo merece.
 
No necesitas a un coach para crecer.
 
Pero cuando encuentras a uno fuera de serie – ah, entonces sí: abróchate el cinturón, pliega la mesita y pon el respaldo en posición vertical:
 
Tu despegue será inminente.

jueves, 21 de febrero de 2013

8 Falacias del Coaching (parte 1/2)

#1 - El coach no juzga, no interpreta a su cliente.
 
Si esto fuera así, el coach sería un androide.
 
Precisamente lo que nos hace humanos es la 'interpretación' de nuestra realidad - incluyendo en esa realidad a otros humanos - a través de los filtros externos (nuestros sentidos) e internos (nuestras creencias, experiencias, anhelos...) Es imposible ver la realidad como 'es': la vemos como la deseamos ver.
 
Por mucho que queramos, es imposible no 'valorar' lo que otro humano dice o hace. Cualquier esfuerzo de control es conscientemente represivo ('no debo juzgar, no debo juzgar' reza el mantra del coaching académico), pero esto únicamente es posible *después* de haber ya interpretado (un acto no volitivo del inconsciente, fulminante, incontrolable -- tan reptiliano como cuando se dilata la pupila al ver a alguien sexualmente interesante). Es como ponerle una correa de veinte metros a un galgo: cuando te quieres dar cuenta, ya está a plena velocidad y solo queda intentar frenarlo con fuerza bruta.
 
Y eso solo en aquellos coaches que se esfuerzan en post-reprimir el pre-juicio: consume muchísima energía (glucosa) estar tan tan consciente de la observación de uno como coach que, necesariamente, hay que escoger entre esta y la atención plena al coachee. Forzosamente una u otra estarán frecuentemente en un nivel subóptimo.
 
Toca escoger.
_____
 
#2 - Las preguntas poderosas/potentes son aquellas que no son directivas.
 
Es muy muy difícil formular preguntas no ‘cargadas’: nuestro tono, modulación de voz, la elección de las palabras, nuestra comunicación no verbal, puede condicionar (de hecho, condiciona) la respuesta del interlocutor. Los anglos lo llaman 'priming'; el mismo mecanismo que hace que agarres esa chocolatina al lado de la caja del supermercado cuando sabes que no debes.
 
Preguntar '¿qué más puedes hacer?', dependiendo del tono, puede transmitir el mensaje de 'olvídalo, estás perdido' o '¡haz algo, demonios!'
 
Es imposible no ser (siquiera moderadamente) directivo sin parecer un software de reconocimiento de voz.
_____
 
#3 - El coach no enseña.
 
El coach *sí* intenta enseñar – sobre todo si ha invertido miles de horas en su propio desarrollo y desea compartir (que suele ser el caso) lo que sabe para beneficio de otros.
 
Ahora bien: una de las cosas que debe enseñar igualmente es que el coachee/cliente ignore aquellas cosas que el coach comparta y que no le sean útiles (sí: sucede).
______
 
#4 – El coach no asesora.
 
Sin embargo, a veces, lo ético, precisamente, es que aporte propuestas (ojo: no soluciones, no decisiones) para ser ponderadas por el cliente/coachee para que salga de una tierra de nadie o de un bloqueo.
 
Si el coach tiene un contacto que podría ser útil para el cliente, lo moral es que lo comparta con su cliente.
 
El objetivo no es 'hacer coaching de manual' sino 'obtener resultados'.
 
(Continuará)

miércoles, 20 de febrero de 2013

Dudando

Hay un momento, tras la Idea, en el que comenzamos a sospechar que, de hecho, es muy posible que *no* funcione.

Esos demonios no son más que un instinto primario de supervivencia ('caramba, tampoco estoy tan mal', '¿para qué arriesgarme?', 'nada, nada: que me quedo como estoy'), es decir, una versión 2.0 de nuestro prehistórico 'huye de cualquier cosa grande con dientes'.

Las Dudas, además, son una llamada continua a usar el raciocinio duro e implacable del análisis para ¿boicotear?, ¿demostrar?, ¿retar? la Gran Idea que en ese amanecer perezoso de domingo nos prendió la imaginación de lo posible como una descarga.

La mente es una gran servidora de lo que, desde el comienzo, deseamos oír:

- Si queremos dar las razones por las que 'no saldrá' nuestro proyecto, las hallaremos a puñados. (Aunque *sepas* que tu idea es brillante).

- Si buscamos convencer(nos) de que ese huevo con alas pintadas a los lados volará, poco tardaremos en encontrar leyes de la aerodinámica (aunque sea en la penúltima entrada en Google) que soportarán nuestra premisa.

En ambos casos, ciertamente, 'tendrás razón'.

Pero también, en ambos casos, tu Idea seguirá en el limbo de los sueños.
_______

Mientras seguimos buscando docenas de argumentos, nuestra Idea va cubriéndose de polvo y comienza a oler mal en el ostracismo estancado al que la condenamos junto a los otros aquello-que-pudo-ser-si-tan-solo...

A veces hay que decidir.

Tienes la suficiente información.

Tienes los suficientes contactos.

Tienes la suficiente audacia.

Deja de contemplar durante tanto tiempo el parte meteorológico: no hay días perfectos para ascender una cumbre con nieves permanentes – solo hay días óptimos para el día de la gran cordada.

Lanza tu proyecto en fase beta -- y corrige el tiro según vayas avanzando.

Lo vas a tener que hacer de todas formas, así que ¿por qué esperar más?

Tenemos siempre la razón.

Pero eso no quiere decir que haya una.

martes, 19 de febrero de 2013

Los 5 pasos del logro

Una vez te hayas hartado de perseguir el arcoiris del éxito del que muchos hablan (de oídas) y hayas determinado que vas a tallarte el tuyo, es cuando debes centrarte en 5 cosas:

1) Define tu Misión en tu vida. (Deja de perder el tiempo esperando sentadito una revelación quimérica: eso solo pasa en las películas).

Mira qué te funcionó en el pasado, tu servicio a los demás, el trabajo, labor, arte que te enamora. Tu Misión está ahí. (Pensar en objetivos directamente, sin esta Misión, te lleva irremediablemente a buscar copiar lo que te cuenten los vendepócimas. Guárdate de escalar demasiado alto, demasiado rápido, una montaña que no es la tuya).

2) Ten claro qué te motiva: seguridad, reto, pertenencia a un grupo, individualidad, altruismo y/o realización personal.

Este es tu queroseno: el combustible que necesitarás cuando las cosas vengan torcidas. (Lo harán).

3) Usa lo que sabes; aprende (y rápido) lo que no.

Con que sepas el 80% es suficiente:

Lo perfecto va de la mano de la in-acción.

4) Rodéate de un buen equipo. Quiérelo. Compénsalo. Y, cuando llegue el momento, déjalo volar libre con agradecimiento:

Caminarán contigo; pero no están para llevarte en carruaje.

5) Y, por lo que más quieras, Muévete.

Sobre todo cuando no sepas cómo, por dónde, empezar.

Continúa preparándote.

Cada día.

Sin falta.

Sin pretextos.

No hay más secreto.

jueves, 14 de febrero de 2013

No-Dinero

¿Es posible vivir (casi) sin dinero?

Hay una revolución silenciosa contra el casino de la banca que con más fuerza está creando valor (que no necesariamente se ha de medir en euros o dinero de Monopoly) para sí y su sociedad y que se ve en cada vez más iniciativas emprendedoras audaces donde no se intercambia (casi) dinero:

Bancos de tiempo, trueque (no se pierdan la historia del tipo canadiense que en un año trocó progresivamente un clip de papel por una casa con jardín) de productos o servicios, divisas locales pertenecientes a una comunidad cerrada (cero inflación, cero intereses, cero especulación), cadenas de favores, crowdfunding, compartición de recursos, intercambio de casas en diferentes localidades, alquiler de coches entre particulares, cooperativas de socios con igualdad de derechos, obligaciones y beneficios...

No debe ser tan marginal como pudiera pretenderse: hay gobiernos que se han dado cuenta de que se les puede ir de las manos (sí: reventar la economía dineraria basada en el Homo Economicus que tantos sueños lúbricos ha dado a los apóstoles de la Escuela de Chicago) y han comenzado incluso a gravar impuestos sobre transacciones donde 'no' hay un intercambio de dinero líquido.

Una razón más para continuar construyendo tu propia tribu -- esa en la que el 'dinero' deja de confundirse, ya era hora, con el 'valor' a esa comunidad.

No: la banca no siempre ha de ganar. Que ellos hayan ideado el juego no quiere decir que debamos continuar bailándole el agua a un croupier psicopático.

Soltemos por un momento el lastre del pensamiento lineal, consecutivo, de la educación cartesiana e hiperhormonada de la escuela: antes de la aparición de la escritura, los Sapiens anticipábamos escenarios mediante la creatividad visual, radial, pensamiento en cuatro y cinco dimensiones, cambiando de atalaya, quebrando dogmas y premisas inamovibles con las que no había razón para casarse.

Sí: ese pensamiento creativo, 'creacion-al'.

No es sencillo, pero no quedan ya muchas más opciones en el reino ya trillado del hiperracionalismo.

Y lleva ya tiempo sonando la alarma.

Es hora de agitar la jaula. De romper el molde.

Es vital actuar.

Fuera de la caja.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Hiper-racionalizando

Uno de los peligros de 'emprender' es la hiper-racionalización de lo que rodea a ese tipo de decisiones:

Hay tantas variables, tantos factores, tantas incertidumbres, tantos riesgos posibles o inventados, tantos ejes sobre los que no tendremos absolutamente-ningún-control que, si nos descuidamos, caeremos en la tentación de matematizar lo in-matetizable.

En otras palabras, caeremos en una de las falacias más dulces:

Poder explicar perfectamente todo-todo-todo lo que rodea a nuestro proyecto (aún escrito en una servilleta) nos sentará bien... pero no habremos avanzado en la práctica un solo paso.

Mientras unos emprenden, otros sientan cátedra acerca de emprender.

Los segundos teorizan -- con esa idea aún en la servilleta con café.

Los primeros, sin embargo, están muy muy atareados 'empujando' o 'logrando'.

A veces uno se pregunta si, acaso, aquel hiper-análisis no será un entrenamiento de los cátedros para hallar las perfectas-razones-para-explicar-porqué-no-ha-funcionado-demonios a una futura audiencia piadosa.

Ni futura, ni audiencia, ni piadosa:

El mismo espacio físico no puede ser simultáneamente ocupado por un logro y por una excusa.

martes, 12 de febrero de 2013

Sistemas que encajan

Quizás pocos lo admitan ('con la que está cayendo'), pero la evidencia es clara:

Realizarse como individuo es radicalmente incompatible con un trabajo como empleado – por elevada que sea su nómina.

Hace unas semanas, con un grupo de jóvenes 'aprend-emprendedores' a los que estamos 'coacheando' en Alemania, replicamos un experimento que en 1959 los psicólogos Leon Festinger y John Carlsmith llevaron a cabo y que corroboraría lo que llamamos 'disonancia cognitiva'.

Básicamente, lo que hicimos fue solicitar a tres grupos de participantes que realizaran un tipo de tarea que era, fundamentalmente, tediosa, poco estimulante y repetitiva (¿a alguien le suena?). El primer grupo lo hizo a cambio de nada (las gracias y ya); el segundo, a cambio de un ridículo estipendio (una onza de chocolate); y el tercero por una compensación respetable (un kilo de chocolate para cada uno).

Posteriormente se les entrevistó y, a pesar de que la tarea era idéntica (tan excitante como contar granos de arena en el Gobi, más o menos), aquellos que percibieron una compensación por el encargo comentaron que, 'en fin, tampoco era tan aburrido el trabajo; de hecho ha sido interesante'.

El análisis posterior con los participantes, sin embargo, es donde realmente tuvo lugar el avance:

¿Tenemos un precio todos? ¿Nuestras horas pueden ser compradas con dinero? ¿Es una nómina la única forma que tiene una empresa de conseguir que un tipo con treinta mil millones de neuronas, una voluntad a prueba de balas, una capacidad de determinación que le puede llevar a ascender el Everest aun siendo ciego o a liderar la independencia de un pueblo invadido se someta a las órdenes de un accionista con chistera, una cuota de mercado o un competidor – aunque aborrezca su trabajo?

Lo cierto es que mamamos desde pequeños que trabajo y dinero y realización deben ir de la mano – lo cual es, de base, una c*gada tan gigantesca y tan monstruosa (y magistral)mente tapada con cal, que miles de personas acaban cada día en la consulta del psicólogo porque 'no encajan' en ese sistema, intentando convencerse de lo contrario, forzándose a regresar a él cada mañana en la oficina... cuando, en realidad, es el sistema el que *no* encaja en ellos.

Ni tiene por qué.

Una cosa es lo que nos realice como individuos. Otra cómo nos ganamos el dinero. Otra eso tan incalificable como es el éxito (público). Y otra, y esto es lo importante, lo que por fin concluimos una vez nos hayamos cansado de ejercicios de relajación galáctica, āsanas de cartón-piedra, ansiolíticos de la Gran Farma, aturdidores televisivos y demás formas de cauterizarnos el alma frustrada.

El tránsito suele seguir un camino similar a este:

1) Conseguir un trabajo por cuenta ajena. Primero júbilo. Después habituación. Luego frustración ('quiero más dinero y tiempo'). Decisión: hay que cambiar de trabajo.

2) Segundo trabajo por cuenta ajena. (Vuelta al punto 1.) Llegados a este extremo, hay quien entra en un bucle en el que sigue buscando este El Dorado durante años... O una vida. Más frustración. Más ansiolíticos. Más abobamiento.

3) Por fin llega el choque de trenes interno (con su propio sistema de creencias) y externo (su entorno inmediato considera que se le ha ido la pinza) y concluye: 'creo que tengo que montármelo por mi cuenta'. Qué más da que sea por vocación ('tras quebrar tres veces, mi padre montó una cadena de franquicias') o por obligación ('nadie me contrata' porque, demonios otra vez: 'con la que está cayendo'). La decisión, así, queda clara. Hay que hacerlo sí o sí.

4) En lo que arranca a emprender, debe romper por la mitad las tablas en mármol con los mandamientos que la Iglesia del Capital determinó antes que eran uno, grande y trino. Así, mientras nuestro osado protagonista comienza a construir un sistema embrionario de empresa (una web de ecommerce, un primer pedido, un diseño, una patente, un equipo de freelances...), debe seguir comiendo (da clases particulares, hace pequeños encargos, trabaja a tiempo parcial para pagar facturas). En otras palabras: decide que debe tener una profesión para él como persona; y otra para el dinero que le pondrá comida en el plato hasta que pueda vivir de la primera.

5) Gradualmente, a base de, sí, ensayo-error-error-error-error-ensayo-acierto, acaba sorprendiéndose un día cuando, demonios, su sistema emprendedor no solo 'es' una proyección de sí mismo, de lo que le gusta, de lo que le apasiona, de lo que le pone c*chondo en esta vida, sino que, hey, hasta le está dando de comer. Quién sabe – incluso hasta podrá pagarse sus primeras vacaciones más allá del todo incluido enlatado en almíbar que le sirve su supermercado de la esquina.

Emprender, así, no es replicar la manera en que aprendimos a trabajar por cuenta ajena en donde lo único que cambia es que nosotros somos los que mandamos.

Emprender es otra historia. Es otro tipo de batalla.

No es contra un empleador al que también presionan desde arriba para que exprima a los de abajo.

No es contra 'el sistema' de beneficio de casino basado en desplumar al más tonto a la mesa en esta ronda de póquer.

No es contra un gobierno que, en realidad, ni sabe, ni puede, ni, posiblemente, quiere hacer lo que, realmente, hay que hacer; no lo que 'el mercado' dicte que hay que hacer.

La batalla es contra un 'yo' que no es, en realidad, enteramente nuestro; es un compendio de eso que mamamos desde niños y que, en realidad, hemos integrado como una traducción propia de un 'ellos' sin cara, impuesto y no-cuestionado.

Emprender es despedir a tu jefe, sí.

Pero emprender es despedirte a/de ti mismo también como 'empleado de otro', como 'subordinado', como 'trabajador'.

Emprender no tiene que ver con dinero.

Es una declaración de independencia.

La más importante de tu vida.

lunes, 11 de febrero de 2013

II Encuentro Empresarial: 5 SENTIDOS PARA INNOVAR

[ Post realizado para el  II Encuentro Empresarial: 5 SENTIDOS PARA INNOVAR que se realizará el 22 de febrero en el Parque Tecnológico de Galicia, Tecnópole (www.5sentidosparainnovar.com) ]
____________

:: Paladar para el Cambio :: (O emprender con el sentido del Gusto).

Son muchos años de práctica, de excelencia.

Ejercen como asesores, consultores, confidentes de los clientes más exigentes, agentes libres sin estar sometidos a las veleidades de un directivo más preocupado por un accionista invisible que por un servicio excelente.

Su instrumento principal, el gusto, es curtido tras la cata de cientos, miles de caldos de una ingente tipología de uvas, de  fermentaciones, con la paciente espera del que no se conforma con ofrecer meramente una recomendación de un vino, sino de acompañar a un individuo en la exploración de uno de los placeres físicos que más registros escritos colma la Historia humana.

Son necesarias muchas, muchas horas de maestría: aproximadamente 10.000 horas de práctica en el terreno es el umbral a partir del cual se estima que se comienza a tener conocimiento real, reputación, visión integral en la disciplina.

Al igual que ese sommelier, el emprendedor desarrolla un gusto particular por el reto y sí, por la osadía. Solamente son los audaces los que hacen estallar las barreras del mundo predecible, conocido y esperable que amodorra a tantos que añorarán a ese pionero hasta que venga a aportarles una solución, una propuesta novedosa, un punto de vista aún no explorado.

El mundo que nos inventamos, particularmente desde la Revolución Industrial, busca eliminar el factor riesgo mediante el boicot activo a la diosa Incertidumbre que nos ha acompañado desde que nos erguimos por primera vez como Sapiens. Pero la gravedad no falla: desde el hundimiento de los principios con los que nos amamantaron en las escuelas acerca de la así denominada seguridad financiera hasta la laboral, pasando por la emocional o hasta la física, estamos viendo desarrollarse en la Humanidad, ante nuestros ojos, un nuevo paradigma por el que sin-incertidumbre-no-hay-éxito que, en realidad, refleja nuestro retorno a nuestros orígenes sin los aderezos de falsas promesas de una vida ausente de problemas…

… o de oportunidades.

No consiste en evitar la novedad por incierta: consiste en buscarla activamente, abrazarla, retarla a que nos lleve a nuestra mejor versión. A demostrarnos, asombrarnos, de qué somos capaces.

El emprendedor no es un tipo que no experimente dudas. O temores. O, abiertamente, que no tema la posibilidad de que el proyecto de su vida, aquel en el que se concentra una Misión propia que ningún empleador podrá jamás ofrecer, se venga abajo.

Así, en ocasiones, el gusto por la incertidumbre es amargo, sobre todo, al principio. Cuando uno está habituado a lidiar con crear algo que no existe es tentador retornar al dulce sabor de lo predecible, de lo aparentemente seguro: una nómina, incluso aunque no sea elevada, anestesia nuestra inquietud en catar nuevas e inexploradas avenidas de éxito.

En otras ocasiones, ese gusto es inexistente, insípido: en lo que la idea emprendedora se desarrolla, pasa por períodos de aparente estancamiento en los que uno no acaba de tener claro qué derroteros, qué decisiones debe uno tomar. Abandonar o seguir se convierte en una decisión de fe en las propias capacidades para continuar hallando los recursos necesarios en cada curva del yacimiento de nuestra mente — aunque sea sin candil.

Finalmente, aparece ese gusto especiado que añade contexto a nuestra fugaz existencia en esta vida: únicamente cuando estamos dispuestos a probar, a innovar entrecruzando dos conceptos rutinarios para crear uno rompedor, cuando los pioneros descubren los modos de hacer ese proverbial pastel más grande en lugar de enzarzarse con otras mastodónticas multinacionales por agarrar las últimas migajas del plato, es cuando, por fin, la vida deja de ser una sucesión de años y comienza a paladearse a la mesa del que arriesga – y gana.

Es este el exquisito sabor de un reto inexplorado, el de la capacidad de aunar a un equipo en quien delegar, el de cooperar compartiendo recursos de manera simbiótica, el de crear opciones en un mundo que lleva ya demasiado tiempo detrayendo recursos sin repoblarlos de manera sostenible, el de generar una prosperidad compartida en el que uno pueda no solo hornear su pastel sino además saciarse y saciar a su tribu con él.

El monje Dom Pérignon tuvo que experimentar durante muchos años, a ciegas, con un vino considerado inservible, inferior, hasta que en 1670 halló la combinación de frutos, de fermentación, de pacientes esperas que dieron origen al vino de aguja más famoso del mundo.

La suerte acompaña al que emprende obsesionado con la excelencia.

Desarrolle ese gusto por la innovación, por quebrar los paradigmas que nos sojuzgan en una aburrida iteracción que balbucea la palabra ‘crisis’ en cada contratiempo.

Impresiónenos con su innovación, con su gusto por la creación de lo que hoy no es ni existe y que, gracias a usted, mañana será revolucionario.

Dejemos atrás el falso dulzor de una existencia conformista que busca acallarnos, como el azucarillo disuelto a un bebé que reclama esa atención que merece.

Que no le acallen.

Que no le embriaguen con falsas promesas de ‘recuperación’ o excusas labradas en ‘crisis’.

Halle su propia fórmula única: ya dispone de los ingredientes.

Deléitenos con la fusión de sus conceptos rompedores.

E invite a su tribu a saborear su propio camino.

viernes, 8 de febrero de 2013

Neanderthales, Dios, atletas, y otras creencias

Necesitamos creer.

Todo el mundo discute acerca de 'creencias': limitantes, potenciadoras, erróneas, encaminadas, arraigadas, parentales, sociales...

Solo existe aquello en lo que es creído: las deidades polinesias nos son extrañas, desconocidas. Inexistentes. Las creencias monoteístas que nos rodean, no.

Para que haya 'creencia', debe haber 'alguien' que crea. (Un 'yo' que observa).

Y para que 'alguien' crea en algo, debe haber un 'impulso por creer' que nace desde dentro de nuestro cerebro – incluso desde que el Neanderthal honrara a sus muertos en tránsito al más allá. ¿Será un defecto evolutivo y caprichoso esta necesidad trascendente? ¿La experimenta un guepardo? ¿Y una secuoya o una antracita?

Las creencias tienen su uso: está demostrado que la oración de uno mismo por el bien de uno mismo incide positivamente en la sanación terapéutica (y el saber que otros rezan por uno, también – sin embargo, los efectos de la oración 'anónima' aún no está contrastada: una persona refuerza su sistema inmunológico si *sabe* que están rezando por su recuperación).

Las afirmaciones y visualizaciones (que son creencias 'en acción') son todos los días empleadas por individuos que acometen retos que para ellos son relevantes: desde el atleta de élite hasta el piloto de combate, desde el becario en su primer día de trabajo, hasta la actriz en la obra de teatro. El cuerpo tiende a seguir a aquello que le es familiar; por tanto, lo imaginado previa y repetitivamente incita al cuerpo a 'repetir' una rutina de éxito – aunque sea la primera vez que físicamente la hace.

Este efecto placebo, ampliamente documentado, funciona. (Y no tiene un prospecto con medio metro de contraindicaciones).

El neurocientífico Newberg habla de un 'gen de Dios': cuando no tenemos una explicación que encaje con el córtex cerebral (o sea: científica), la atribuimos a una entidad superior, incognoscible, distante, misteriosa que, además, mueve los hilos y dirige todo este cotarro. (Excusa perfecta, por cierto, para echarle la culpa cuando las cosas no son como queremos/creemos que son).

Pero además, hay un pequeño 'fallo' (sí: torpedo a nuestra arrogancia) en nuestro sistema neuronal: creer que todo 'debe' tener una explicación pues, de lo contrario, nos sentimos abrumados por el caos de los acontecimientos -- por eso buscamos razones (racionales) a todo. (Aplicación útil de esta premura, obvio, se halla en la Ciencia -- que no entendamos aún las Leyes de lo que gobierna el Universo, no quiere decir que no las haya: lo que una filosofía oriental llama 'Tao', Heisenberg llamó 'Física Cuántica').

Finalmente, nuestra prepotencia ('cima de la evolución') nos lleva a argumentar hasta la violencia con otros humanos las razones por las que 'tenemos razón': lo cierto es que, aunque no la tengamos... siempre la tenemos. Nuestra verdad es cierta siempre, sí: pero no quiere decir que sea verdadera. (El conflicto humano raramente se origina por 'hechos' tangibles; más bien por las opiniones e interpretaciones de esos hechos: desde la separación dolorosa de un amor adolescente, hasta una conflagración mundial).

En resumen: si no sabemos las razones de algo durante un período de tiempo incómodamente largo, nos inventamos las causas (divinidades para-humanas, fuerzas extrañas, superstición) o nos sumergimos en la investigación científica hasta que damos con la clave.

El vacío en ese espectro entre el des-conocimiento (no saber aún) o ignorancia (no querer saber) se llena mientras tanto de Vendedores de Verdad que, además, aprovechan un resquicio adicional de nuestra naturaleza gregaria: en cualquier organización (social, política, deportiva, religiosa...) grande, la gente se define no solo por su credo, sino por su 'diferenciación' de otros: para ser 'nosotros' somos 'no-ellos'.

Poco aúna más a un pueblo que inventarse a un enemigo común y externo (sea un país, sea una religión, una etnia, una crisis económica).

Si 'dios' no existe (o no queremos que exista, y las religiones nos desilusionan cada día porque son más in-humanas que divinas) es cuando se exacerba un vacío que la-mente-que-todo-lo-busca-explicar intenta cubrir. Y aquí, jugando con las emociones, se pueden mover masas por aquellos avezados y sin escrúpulos vendepócimas: hacer reír, llorar, entusiasmar a una tribu bien intencionada y hambrienta de claves puede ser empleada para fines cuestionables (¿mercantiles?), vía 'hipnosis soterrada' o alelamiento que lleva al que confía en unos líderes no-íntegros a un chute ficticio de emoción y, pronto, a un soberano guantazo vital. 'Tú cree en mí, que lo demás viene solo (pero no te olvides de hacer el ingreso en cuenta)'.

Un pueblo aunado es crédulo – y, por tanto, fácilmente manipulable.

Pero el espíritu de un grupo es diferente al de un individuo: lo que haces solo en tu habitación no lo harás en la grada de un estadio. (O depende).

Hay quien halla su tribu y piensa como ellos.

Pero el trabajo es inverso:

Primero piensa por ti mismo – y después halla esa tribu que comparta lo que pienses.

Ahora bien, mantente alerta:

Mucho tiempo inmersa en ella y acabarás por pensar que no hay nada más fuera de esa tribu.

Ese será el tiempo de (volver a) cuestionar tus creencias.

jueves, 7 de febrero de 2013

Valor añadido.

Hay un solo producto, un servicio, que nunca pasa de moda:

Tu Credibilidad.


Sigue haciéndola arrolladora.

Cada día.

Abran camino: vienen los emprendedores

Carta abierta de emprendedores al gobierno, y petición vía Change.org:

Movamos al país -

Clic, aquí.

Nóminas.

Por mucho que insistan los departamentos de Recursos Humanos, una nómina solo compra horas.

No compromiso.

martes, 5 de febrero de 2013

Viento a tu favor

De hecho, nunca vemos la realidad como la realidad 'es'; la vemos como nosotros 'somos', queremos que sea, o interpretamos que sea.

Es fácil que, en el gran esquema de las cosas, perdamos el norte con frecuencia: apartamos un momento la vista de proa, nos distraemos con el viento, las olas violentas, los marineros que quieren apearse a mitad de travesía.

Sin embargo, es posible navegar a oscuras, en la neblina, sin tener muy claro el camino, sin poder distinguir en la noche las estrellas y sin tener un pedazo de tierra segura de referencia.

Para ello, la brújula debe estar bien calibrada para poder regresar a ella cuando la tormenta nos des-apacigue: qué sentido tiene lo que hacemos, cuál es el propósito, cómo avanzo, cómo aportar valor a otros, en quién apoyarme, qué recursos necesito.

Asegúrate de hallar el tiempo para afinarla con frecuencia: la tormenta, también, pasará.

lunes, 4 de febrero de 2013

Lenguaje activo

Vigila tus palabras: donde pones el verbo, pones la acción.

Donde inicias la acción, espera el resultado.

Así piensas, así actúas -- y así serán las consecuencias.

Solo cambiar de pensamiento no es suficiente. Pero sin hacerlo todo permanecerá como hoy: tanto lo deseable, como lo que te retiene.

viernes, 1 de febrero de 2013

Aprendizaje no-racional

El aprendizaje real comienza una vez que nos damos cuenta de que, en realidad, no hemos de aprender 'acerca' del mundo como algo aparte -- pues 'somos parte de' ese mundo.

Una cosa es ejercer de observadores, científicos experimentadores de lo que nos rodea, nos sucede, la manera de impactar con el entorno, como si estuviéramos viendo un laboratorio desde la cómoda, fría y segura pantalla.

Otra es ejercer de 'actores activos', meter las manos en el barro, participar: cuando dejamos de pensar que estamos 'influyendo en' y comenzamos a pensar en términos de 'fluir con', pues somos parte integrante, aquello que nos rodea se revela más claro. (En ocasiones es, precisamente, nuestra altiva inteligencia racional la que entorpece el proceso. Probemos a dejarla, siquiera por unos instantes, de lado).

No hay 'entorno' y 'nosotros'. Nosotros somos entorno. El entorno es nosotros.

Seamos 'parte de', entendamos, armonicemos, armonicémonos.

Cooperemos.

El tiempo es una invención de nuestro intelecto, al igual que el espacio, para acomodar ese entorno a algo que podamos decir con calma que 'entendemos' y, por tanto, 'dominamos'.

El mundo no se domina. No se doma.

En un baile, a veces hay que dejarse guiar por quien sabe mejor llevar el paso.