lunes, 18 de junio de 2012

Cuando el éxito trasciende el resultado

Este es un post publicado por Harvard Deusto y EAE Business School en el que propongo mis comentarios acerca del artículo 'La Trampa que Amenaza al Barça'. Los textos completos, y más, están en la web de Retos Directivos, aquí.

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A menudo tendemos a confundir los términos suerte con azar. Mientras el segundo depende de leyes (aparentemente) impredecibles, la primera acontece únicamente cuando el trabajo que se realiza deja de ser una tarea para convertirse en maestría… o arte. El éxito, como quiera que el lector desee interpretarlo, se genera en última instancia cuando la oportunidad estrecha la mano de la preparación permanente y vigilante.

Naturalmente, es ley de vida navegar a través de los ciclos ante los que nos expone la vida. El Barcelona no es una excepción. A un claramente definido y sencillo objetivo doble (marcar más goles que el contrario, minimizar los recibidos) las mentes estrategas del club crean las circunstancias para que el equipo desempeñe en un nivel óptimo cada semana. En efecto, al igual que no es el coach Guardiola quien juega, marca, ataca o defiende, sí es sin embargo el responsable de generar las oportunidades para su equipo del mismo modo en el que se desmarca un líder genuino en las organizaciones corporativas: aportando los recursos, contactos, experiencias, formaciones para que su equipo alcance sus metas… mientras el propio líder se quita de en medio.

Al jugador del equipo deportivo, al igual que al director general, al investigador o al técnico administrativo, dejémosle de este modo participar, involucrarse, arriesgarse, en la determinacion de los objetivos que suban aún más su propio listón en su maestría, sea esta innovar en un servicio estancado en su cuota, calibrar un nicho aún virgen, reflotar una empresa o marcar goles en un campeonato. Ahora bien, parte fundamental de la labor del líder carismático, en contraposición a la del jefe oficializado, es asumir ese cambio de paradigma que otorga libertad para que los profesionales de su equipo decidan con autonomía cómo resolver el objetivo. Y sin embargo, ¿acaso nuestros líderes están preparados para controlar el resultado final deseado, paradójicamente mediante el no-control de su equipo? A fin de cuentas, le están pagando, precisamente, para controlar a ese equipo. ¿No quedaría, acaso y de cara a la galería, como un ejercicio de negligencia en sus funciones?

Pero no nos engañemos: es crítico mantener una visión lo suficientemente alerta a la temporalidad del éxito (y del no-éxito) como para anticipar esos cambios de ciclo, sobre los cuales no tenemos ningún control. El capitán gobierna su embarcación ante la tormenta, en lugar de perseguir cambiar la tormenta. En efecto, desde el punto de vista psicológico, y por mucho que nos pudiera desconsolar, nuestro libre albedrío se circunscribe a la absoluta responsabilidad de únicamente dos cosas: 1) lo que decimos y 2) lo que hacemos pero, y he aquí el oxímoron, debemos hacernos igualmente cargo de las consecuencias de estos dos ejes decir-hacer aunque no podamos subyugarlas a nuestro antojo. Somos líderes, no hechiceros.

Son los auténticos líderes quienes, finalmente, reconocen al otro, al competidor, como un rival a respetar: se gane o se pierda, Guardiola supo imprimir regularmente un respeto por un contrario que, en realidad, refleja siempre como un espejo en cada encuentro las virtudes y las fallas del propio equipo al que entrenaba. No consiste pues el juego solo en batallar por la cuenta de resultados basada en recursos limitados (no hay una norma específica en el reglamento que limite el numero de goles que se puedan generar en un partido), sino en crear nuevos resultados, valor añadido, servicio, contribución a su sociedad.

Una cosa es conseguir un marcador, otra diferente jugar al futbol y, otra tercera aún, crear la maestría que tienta a la victoria en lugar de perseguirla como a una criatura onírica. De similar manera, una cosa es incrementar ventas para cumplir con la cuota, otra diferente aportar un valor, y otra tercera marcar una diferencia en la vida de otro ser humano.

Distintos resultados. Distintas decisiones. Mismo escenario.

1 comentario:

  1. Justo ayer hablaba con una persona con una incontestable habilidad como líder cuyo 'problema' simplemente era... 'aceptar' que lo era. En ocasiones el problema radica tan solo en 'darnos permiso' de ser lo que somos, sin preocuparnos tanto el que les moleste a los demás.

    Hay dos tipos de personas en el mundo: los que lideran y los que siguen.

    Solo los primeros abren los caminos.

    Gracias por comentar!

    Un abrazo grande,

    G.

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