domingo, 17 de abril de 2011

Un Niño no es un Adulto Pequeño

Reconozco que estas cosas me afectan. Estaba entrando a un Café nuevo hace un par de días cuando vi a un padre gritando (repito: gritando) a su hija de unos 7-8 años lindezas como 'parece mentira que a veces seas tan lista y otras tan estúpida', que 'a ver si espabilas de una p*ta vez' y otras más que no, no voy a recordar porque no me apetece revivir la experiencia más de lo que ya lo hago ahora. La madre, en silencio. La hermana pequeña, en silencio. ¿Yo? sopesando infinitos escenarios posibles hacia los que pudiera derivar la situación - afortunadamente (es una forma de hablar) no trascendió más allá del vómito verbal del padre para con su pareja (más silencio).

No, un niño no es un adulto en pequeño. Aquel tiene un desarrollo cerebral en construcción, más cerca del sistema límbico (el reptiliano, el de las emociones, el que nos hace buscar seguridad, cobijo, alimento, etc. que permite que los bebés sobrevivan; ese que tenemos en común con... sí, los reptiles y demás fauna). Sin embargo, el adulto alcanza, allá por los 25 años aproximadamente la madurez en el córtex cerebral - lo que nos hace Sapiens, vamos.

Por eso, pretender esperar que un niño se comporte (piense, hable, sienta, haga) como un adulto en todas ocasiones es como intentar amaestrar a una iguana para que haga álgebra recitando a Lorca. La diferencia es que la capacidad  de aprendizaje del primero es infinita (o para ser precisos, el equivalente a unos 10 mil millones de páginas).

Es por esto para lo que tenemos la educación: para acompañar al niño en su transición al mundo adulto. Del límbico al córtex, sin excluir ninguno (ni aunque se pudiera).

El problema es que ese niño necesita valores que, según madura su cerebro humano, deben ser del tipo bueno-malo, correcto-incorrecto, blanco-negro, etc. Es normal. Es necesario. Necesita este apoyo para su comprensión de la vida... o al menos para empezar a entenderla. (Bonito ejemplo: 'está bien que te chillen y recuerden lo bobo que eres'). El chico, en suma, es dependiente.

Posteriormente, la educación debe acompañar al chaval, una vez que es un joven adulto, a una nueva transición: de la dicotomía que aprendió hasta ahora en el colegio (todo-nada), a un relativismo que le permita comenzar a cuestionar (adiós al nido) si esos valores que le inculcaron todas las figuras de autoridad a su alrededor se parecen a lo que él, por dentro, siente. Comienza la independencia.

La madurez como individuo quizás se explique más con la interdependencia: seres independientes que se coaligan para resultados óptimos para todos. Simbiosis, cooperación, si yo gano-tú ganas, etc.

Muchas personas se quedan en la fase dependiente: se enganchan de trabajos, relaciones, hábitos, vicios, que refuerzan su visión blanquinegra del mundo (donde cada uno, naturalmente, posee la verdad y es capaz de lo que sea por ella).

Otros muchos se quedan en la segunda fase independiente: no necesitan de nada ni de nadie - y se dejan el alma convenciendo al mundo y batallando contra el Universo (lo que le sucede en su vida).

Finalmente, el interdependiente no deja de lado su autonomía, pero se da cuenta de que su verdad, sí, sin duda es cierta... pero no verdadera. Como la del resto de humanos. Y continúa buscando. Cooperando. Creciendo. Dándole sentido a su vida (porque la vida, per se, no tiene ninguno - ¿acaso es esto una sorpresa?)

Una razón más para revisar nuestros sistemas educativos.

Para empezar: eduquemos a los padres. A fin de cuentas, encargar niños es fácil (y divertido, claro - a ver si se creen que la Naturaleza es tonta). 

Educarlos no es ninguna broma. 

Gritar a un pequeño (o a cualquiera) es una forma de agresión que genera cortisol - la hormona del estrés que, entre otras cosas, bloquea al sistema inmunológico... por tanto, dañando al chaval. Aunque no se vea - el daño está ahí.

Y la no-educación, el laissez faire, ese 'que haga lo que quiera, que no le quiero traumatizar' es igualmente nefasto: para ser interdependiente, hay que haber sido dependiente.

A ver si nos habíamos creído que educar es sinónimo de aprobar un contenido curricular.

Eso es estudiar. Y poco más.

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