Personalmente, he estado a ambos lados de la mesa (el de que buscaba trabajo, y el de quien tenía el poder para darlo) las suficientes veces para intentar aportar algunos puntos de vista tal vez diferentes a los habituales:
- Tenerlo muy claro: toda entrevista es una mascarada. Una obra de teatro. Una representación con actores, escenario, guión y público. El candidato juega a que es el más preparado, y la empresa juega a que es la mejor empresa del mundo mundial. A pesar de que ambos púgiles (o pareja de baile, según se mire) saben que el otro está jugando su rol, es muy infrecuente que se dé una transparencia absoluta en el intercambio de información. Y aun en el caso en que ésta se diera, es im-po-si-ble que el entrevistador pueda trasladar verbalmente cómo es, de verdad, su empresa. Eso solo se puede aprender trabajando en ella. Es decir: cuando ya se está dentro.
- No importa cuán afable, informal, majete sea tu entrevistador: se te está valorando en todo momento. He visto maestros de la entrevista en comidas, tomando copas, dando un paseo con candidatos, piropeando a mozalbetes/as en la calle, soltando chistes muy subidos o, incluso, siendo abiertamente grosero. Es la mejor manera de que los candidatos bajen la guardia (ponerse a la defensiva también es otra manera de mostrarse como se es). Así que no caigas: se valora cómo hablas, piensas, sientes, argumentas, razonas, te motivas, etc. De ahí que tanta gente (con razón) recomiende, simplemente: sé tú mismo. 1º) Porque te ahorrará disgustos en el futuro (más de uno ha entrado en la empresa donde quería entrar para darse cuenta que no 'pegaba' en su cultura - aunque su superyo de la entrevista encajara a la perfección); 2º) porque solo tú mismo puedes mostrar tu mejor yo de ti mismo. Está claro, ¿no?
- Asertividad. Nada de ir con la cabeza gacha. Pero nada de arrogancia. Un 'no sé' a tiempo vale más que una perorata tartamudeando lo que creemos que quiere oir el entrevistador. Esto lleva al siguiente punto.
- Entrevista bidireccional, no interrogatorio unívoco. El candidato DEBE entrevistar a su vez a la empresa, preguntando para ello: a) generalidades de la empresa (negocios principales, presencia geográfica, personal y departmentos, etc.); b) especificidades del puesto (responsabilidades exigidas, objetivos que se esperan del puesto, personas a cargo, planes de carrera, formación, remuneración, autonomía de decisión, etc.) Más vale darse cuenta (al menos, tener una idea) si la empresa es para nosotros (y viceversa), cuando aún NO estamos dentro.
- En una entrevista, TODO VALE, mientras sea legal y ético/moral. Hace unos años, cuando me hacían una de mis primeras entrevistas como becario, postulábamos cerca de 100 personas por un puesto en un reputado banco en Londres. Quedábamos dos personas para la última vuelta, un buen amigo y yo. Yo salí de mi entrevista con el convencimiento de que la había bordado (me salió muy bien para no tener ni idea, la verdad). Pero mi amigo se presentó en la entrevista con un documento que preparó (sin habérsele sido requerido) argumentando la manera en que el banco en cuestión podría incrementar su negocio aprovechando la Expo '92 de aquella época. Naturalmente, le seleccionaron a él. Moraleja: como dicen en EEUU, underpromise and overdeliver. O sea, promete poco, y sirve a tu cliente (entrevistador, en este caso) más de lo que se requiere/espera de ti. No falla.
- Agradecer por escrito, después de la entrevista.
- Aprender. Cada entrevista, entrevistador, cada candidato, será absolutamente único en un momento en el espacio y tiempo. Mismo candidato, mismo entrevistador, puede dar entrevistas dispares (cada uno tiene sus días también). Aprendí de un buen profesional de los RRHH a apuntar todo lo bueno y lo no tan bueno que, a mi parecer, había hecho al ser entrevistado (luego haría lo mismo cuando pasé al otro lado de la mesa). Da igual el resultado final de la entrevista (escogido/rechazado). Aprender de uno mismo y su propia experiencia, no tiene precio. Para todo lo demás, ya sabemos: mastercard.
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