3. Aspectos Culturales
No siempre existió en este país la cultura de propiedad. En mi propio caso, he vivido en alquileres hasta los 30 años (eso incluye el que mis padres no poseyeran propiedades inmobiliarias). Y eso no era raro entonces. Sin embargo, existe en la actualidad una fiebre por ser propietario (comprensible), pero que complica adicionalmente las salidas profesionales de los individuos, pues dejan de trabajar 'en lo suyo' y para prosperar (hablaremos de esta falacia estudia-trabaja-en-lo-tuyo-y-prosperarás-con-esfuerzo, en próximos posts), para dedicarse en vida a dos cosas: 1) pagar la letra y 2) hacerle vudú al mandamás del BCE para que deje al Euribor tranquilito.
Además, está el efecto arraigo estancado, esto es, si me compro un piso digamos que en Granada, por la cultura en la que crecemos, el panorama se me complica enormemente si me ofrecieran ejercer mi profesión en Santander. No digamos ya si hablamos del extranjero. Las propiedades se tornan entonces en excusas adicionales para atar a un lugar, es cierto, lo cual es determinante cuando uno alcanza esa edad en la que empieza a 'aburguesarse': la vida más o menos cómoda, más o menos predecible. Tanto en lo bueno como lo no tan bueno.
El problema viene en que, como dijimos hace unos días, el mundo ha cambiado. Y sigue cambiando mientras escribo y mientras lees estas líneas.
Si se quiere trabajar como empleado, es más que probable que surjan oportunidades excepcionales en el extranjero... que en muchos casos se desaprovechan por razones como 'aquí se vive muy bien' (aunque cerca del 50% de los hogares en España se las ven para llegar a fin de mes según una estadística reciente; y eso, añadido al nivel más elevado del mundo en endeudamiento per cápita, por detrás de los USA, que ya es decir deuda), o, simplemente porque 'me acabo de comprar una casa', como me dijo una vez un candidato en una entrevista que le hice para un puesto que requería movilidad. No le contratamos. Normal.
Si las condiciones para alquilar, como decíamos en el anterior post, fueran optimizadas legalmente; si se facilitara la concienciación a los chavales de que es posible (por no decir altamente recomendable) exponerse a otras culturas y países; y si se invirtiera en desarrollar (beneficios fiscales, p.ej.) zonas empresariales más allá de las 5 ciudades típicas de siempre, entonces posiblemente la cultura del alquiler no tendría esa especie de mala prensa y nos permitiría, al menos, ahorrar con mayor holgura para adquirir (el que quisiera) una propiedad, o destinar los ahorros a invertir. (Curiosamente, conozco un inversor en inmobiliario... que vive de alquiler. Y no le va precisamente mal).
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