Somos vagos de serie, por naturaleza.
Nuestro cerebro representa un 2% de nuestro peso corporal pero consume un 20% de nuestra glucosa. Es como si para desplazar a un niño desde el salón hasta el comedor a la hora de la cena necesitáramos la combustión de una lata de Gasolina-Cola. Algo costoso. Y caro.
Un porcentaje altísimo de nuestros mecanismos cerebrales (incluyendo aproximadamente diez mil pensamientos diarios) necesitan ser automatizados pues es como menos glucosa consumimos. A la Naturaleza no le gusta gastar recursos superfluamente.
El término más conocido de llamar a esos mecanismos-cerebrales-automatizados-low-cost es hábito.
Por eso, cuando queremos cambiar algo de nosotros mismos, de nuestro entorno o (más ilusamente) de la gente a nuestro alrededor, necesitamos consumir ingentes cantidades de energía para tornar un hábito inconsciente que no funciona en un nuevo hábito que requiere consciencia (atención permanente) durante un período relativamente extendido en el tiempo; concretamente, hasta que este último y nuevo hábito se automatice.
Y esto nos da pereza - porque nuestro cerebro tiende más a protegerse (supervivencia) que a sobresalir (excelencia).
Es más barato.
También es esta una de las razones por la que tendemos a pensar de manera pesimista pues, antes que convertirnos en paradigmas de éxito (lo cual implica un riesgo), nuestro cerebro tiene que asegurarse que sobrevivirá (mantener un riesgo cero). De ahí que vea peligros por todos sitios, precedidos por las omnipresentes palabras ¿y si...?:
¿Y si me despiden?, ¿y si me deja mi pareja?, ¿y si mi negocio quiebra?, ¿y si suspendo la oposición?, ¿y si Urano se sale de su órbita?
Parte del éxito de la adquisición de un hábito nuevo más efectivo para nosotros, paradójicamente, se encuentra haciendo algo que no tiene nada que ver con el hábito: para generar más energía, hay que a) alimentarse y b) entrenarse físicamente como un deportista de élite. Con lo primero, incrementa las calorías de calidad a disposición del cerebro. Con lo segundo, convierte la grasa en músculo y genera bienestar vía los mismos neurotransmisores que le entonan en esas titánicas noches de pasión. (Si no recuerda la última, es momento de cambiar algunos hábitos).
La excelencia es un hábito nuevo que lleva toda una vida de atención y creación.
La supervivencia es un hábito que nos viene de serie. Poco que hacer ahí, salvo que queramos que nos crezca musgo en el cerebro.
No puedo estar mas de acuerdo, para todo nos tenemos que preparar, entrenar, y esforzar en conseguir el habito, pero a veces me pongo a pensar, ¿es pereza o inhabilitado?, Gregory, vamos avanzando en nuevos conocimientos, antes se hacia por décadas, hoy se esta haciendo por horas….mi mente no lo soporta, todavía estoy superando el paso del hombre cuando invento la rueda, y tengo en la mano un ipod , se necesita mucha energía para poder asimilar todo, mucho entrenamiento, por que la pereza me la encuentro donde realmente no quiero hacer las cosas…..
ResponderEliminarBuen tema, y como siempre gracias por hacerme pensar…
Gracias por tu 'input', Loren -
ResponderEliminarEs cierto que, pensándolo con detenimiento, cuando tomamos una decisión, no tomamos 'una', sino que decidimos desechar 'millones'... Qué pereza repensar cada una! ;)
Un abrazo grande,
G.