Ascender, hollar la cumbre, solo lo puede hacer una persona -- si tiene a un equipo excepcional con el que comparte una Visión obsesionada en lograr lo que nadie más ha hecho.
(Menos que 'obsesivo' lleva a la mediocridad, al medio-pelo, a remar el barco mientras sigue amarrado al muelle, para escarnio de los críticos de salón).
Si tu equipo siempre te dice 'sí' -- es que no les estás empujando lo suficientemente fuerte más allá de su rutina de sofá y mantita y, por consiguiente, ellos a ti tampoco te sacarán de aquello que sí, hoy, te funciona -- pero que antes o después te va a tocar reconfigurar.
Es la comodidad tácita de un no-molestarse-mutuamente de la que están preñadas tantas empresas.
Asegúrate pues de que tu gente te critique, te deje claro donde, por qué, cómo, puede irse abajo tu proyecto: mejor ellos que tus clientes, las personas que confiarán mañana en tu deslumbrante saber-hacer.
Precisamente porque aprecias, estimas a tu equipo: incomódalo con tu labor, tu exigencia, tu excelencia. Traslada el mensaje nítido de que el compromiso de llegar es al 110% -- o es la puerta; cierra cuando salgas.
Tienes un Equipo -- no una procesión de timoratos.
Tienes un Objetivo -- no una rutina en la que fichar horas.
Y eso sí, cuando ese logro se haya alcanzado -- comparte tu éxito, sin miramientos ni ruindades, con el equipo que te aupó.
Viola este principio y tu equipo seguirá siendo, sí, tu mayor crítico.
Pero a tu espalda.
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