Tienes la idea.
Dudas de si funcionará.
Es lo esperable: nadie te ha dado una plantillita y te ha dicho que tienes que colorearla y ojo no te salgas de los márgenes.
No hay plantilla. No hay colores. No hay ni papel.
Pero sí tu determinación innegociable.
Roba tu tiempo de vuelta a aquellos que te lo intentan hurtar: deshazte de todas aquellas relaciones, acciones, distracciones que, acumuladas, te dan jornadas enteras que tu idea te ruega que le concedas.
Macera tu proyecto. Trázalo. Cuestiónalo. Ara y siémbralo. Comienza a nutrirlo.
Compartelo con las personas que van a crecer gracias a él: siempre puede haber alguna hiena, es un riesgo, pero no tiene sentido privarte del gran valor que te aportará la tribu que estás construyendo por el temor a un carroñero.
Seguirás dudando a cada paso. Sigue siendo lo esperable. Hazte amigo de esa duda: te planteará retos que nunca sospechaste. Retará a tu voluntad a un pulso.
Pero siempre has de ganarlo. Sin piedad. Sin discusión. Sin excusa. Sin excepción.
Rodéate de buenos compañeros de trinchera: sin ellos, las vituallas faltarán, la moral se debilitará, el invierno será más gélido.
Y cuanto menos estés enfocándote en subsistir y evitar que te hieran y más en el valor que entregas a tu tribu, más rápido será el camino.
No huyas de las piedras y los baches. Estuvieron ahí antes que tú. Porque son para ti -- tienen tu nombre en ellos.
Pero sí rehuye del camino ya asfaltado: cada día miles lo recorren.
Y casi todos lo abandonan exhaustos en la cuneta:
El sitio perfecto donde les podrás mostrar por donde empieza, de veras, su propia travesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario