Una cosa es el sueño al que usted aspira, otra los objetivos que se plantee alcanzar.
Muchos sueñan con que 'desearían tener/ser' algo diferente.
Otros 'bajan' ese sueño del éter para materializarlo en el reino de lo posible.
Cuando lo describen, los primeros comienzan narrando su sueño con un 'ojalá...' que huele a frustración ('ojalá tuviera más dinero, experiencia, contactos... Ojalá fuera más alto, más poderoso, más hábil...'), pero que también huele a que 'eso' que les frustra, realmente, no es *su* sueño. Si lo fuera, llevarían ya tiempo haciendo algo al respecto en lugar de perderlo 'ojaleando'.
Mientras, los que *consiguen* sus sueños escriben y contestan y materializan las respuestas a 'cómo, cuándo, con quién, para qué' van a conseguir lo que se han propuesto.
Quizás esto último suene arduo, aburrido, exigente -- y lo es. (A menudo). Es el triunfo de la torpe tortuga sobre la liebre bendecida con agilidad desde su nacimiento.
Pero solo quien abraza ese sueño, su sueño, está dispuesto a pagar el precio de esa constancia.
Si no está usted realmente, realmente, realmente, dispuesto a conseguir eso que dice que desea, es que, simplemente, no es ese su sueño.
Descártelo antes de que se estanque en el pozo de la frustración que quizás acabe sintiendo por no conseguir algo que, de hecho, ni siquiera desea.
Y dese prisa en hallar aquel genuinamente suyo.
Un ser humano sin aspiraciones deja de ser un humano libre.
Y comienza a soñar de nuevo con lo que le dicen debe soñar.
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