Entre 'haz algo con salida' (estudiar para trabajar en algo que dé de comer) y 'haz lo que te gusta' (dedicarse a aquello que le apasione), la mejor recomendación que le podemos hacer tanto a una persona en transición de (des)empleado a emprendedor, a un adolescente desorientado o a cualquiera que se haya dado cuenta de que 'el sistema' actual no lleva a ninguna parte es:
Escoger las dos.
La primera, la opción de 'haz algo seguro (¡ja!)', es, debe ser, hallar como sea un trabajo por cuenta ajena (nómina), de baja responsabilidad (para no perder años intentando subir una escala corporativa sustentada en éter, poblada de lobos con sus propias agendas y pavores a caer), teniendo claro que es una opción temporal (nunca final) necesaria para:
a) Ganar el dinero necesario para comer y pagar las facturas para el propio mantenimiento personal mensual, además de contactos, experiencia, formación, tiempo; y
b) Concluir lo antes posible cada jornada diaria de ese trabajo temporal para hacer cada tarde aquello realmente relevante: lo que te apasiona.
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En realidad, todos somos vagos, somos perezosos... siempre y cuando lo que hacemos profesionalmente (que es una extensión de nuestra persona: 'somos' lo que 'hacemos') lo hagamos por dinero, subsistencia, para pagar una hipoteca que ya no estamos tan seguros de que haya sido tan buena decisión, o un carro de vida que, en realidad, no necesitamos.
Sin embargo, cuando se trata de hacer algo que nos apasiona, nos es completamente irrelevante el número de horas que le dediquemos, que sea lunes o domingo, que sea la hora de comer o de madrugada, que nos olvidemos de comer o de hacer el amor.
Nuestro umbral de paciencia, nuestra flexibilidad, el aguante que tenemos en un trabajo 'de los de siempre' es reducidísimo.
Pero nuestra capacidad de continuar, de subir el listón, de hallar opciones, de aguantar lo que nos echen, cuando el proyecto que estamos realizando nace de lo más íntimo de nuestra alma es virtualmente ilimitada.
Cuando trabajamos por cuenta ajena, antes o después, acabamos dominando la tarea: la creatividad, en general, en esos trabajos, se deja como palabras poéticas para los cursos de formación. Y cuando acabamos dominando la tarea, simplemente, nos estancamos. No hay más que aprender. No hay más que aportar. Tan solo repetir. Con un poco de ¿suerte?, hasta que nos jubilemos.
Pero cuando se trata de nuestro proyecto no hay tal cosa como 'dominio' de la tarea. No hay tal cosa como 'ausencia de creatividad', lo que sería la sentencia de muerte del proyecto. Solo queda el verbo 'mejorar', para lo cual no nos autoimpondremos límites de recursos, tiempo, energía, paciencia: lo daremos todo y una palada más sacándolo de donde sea. No hay manual ni curso de formación para asegurar el éxito en un proyecto, por mucho que las Top Business Schools así lo vendan. Pero lo que nunca falla es el adictivo chute de adrenalina que da poder tomar las propias decisiones en la montaña rusa de la vida.
Todo trabajo por cuenta ajena debe ser un 'medio' temporal en el camino a emprender; no una meta final laboral.
Trabajar por una nómina es 'hacer' algo habitualmente predecible a cambio de percibir, 'tener', algo material, generalmente inelástico: 'Sí, Gutiérrez, trabaja usted muchas horas, pero no le voy a subir el salario'.
Emprender, sin embargo, es 'hacer' algo único para crecer, 'ser' algo único: uno mismo.
El primero compite con otros por ocupar el mismo puesto de trabajo.
El segundo compite, sobre todo, contra sí mismo.
Uno trabajará por dinero: es su derecho (laboral).
El segundo, por tener más tiempo para seguir 'siendo' su proyecto y seguir alucinando a sus clientes.
El dinero, cierto, nunca estará garantizado: no siempre habrá un mínimo mensual que percibir.
Ahora bien: tampoco habrá un máximo.
Las cartas están boca arriba.
Su elección, también.
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