Quizás la vida esté diferenciada en dos grandes partes:
En la primera, demostramos nuestra fortaleza -tal vez de cara a los demás- por los logros, hitos, triunfos que somos capaces de añadir a nuestro historial.
En la segunda, nos demostramos a nosotros mismos coraje, resiliencia -y, tal vez, sabiduría- al deshacernos con el timón firme de todo lo que acumulamos en la primera y que ahora nos resulta superfluo, frívolo, o nos detrae el tiempo, energía y paciencia que ya no nos sobran y que preferimos administrar con inteligencia con lo realmente relevante: un trabajo o un proyecto dignos de ese nombre, y los momentos disfrutados con las personas que realmente amamos.
Cuanto antes nos demos cuenta de lo segundo, menos tiempo, salud y recursos malgastaremos en lo primero.
Esta vida no es de fogueo; es la única.
Hagámosla pues única.
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