Hablaba con una profesora de infantil hace unos días acerca de las consecuencias del exceso de cuidado que prestan los padres hoy en día a sus vástagos.
Naturalmente, todo niño tiene el derecho (y sus padres o tutores la obligación de garantizarlo) de ser alimentado, nutrido (emocionalmente), tener un hogar, ser cuidado, amado, protegido, vestido y educado, entre otras cosas.
Y sin embargo, muchos padres entienden ese 'protegido' como sinónimo de 'blindado' ante la realidad externa, los estímulos no-conducentes-al-placer-o-la-diversión... en otras palabras: muchos padres no permiten que su progenie sea expuesta a la frustración: sin duda, una de las maneras más seguras de invalidar en el chaval su oportunidad de desarrollar su resiliencia, su capacidad de rebotar tras un golpe, trauma o revés - una habilidad absolutamente vital en la sociedad en la que están creciendo. Una competencia que, desde luego, van a necesitar una vez culminen sus estudios y se enfrenten a la vida 'de los mayores'.
Al escritor y periodista canadiense, Robertson Davies, se le atribuye la siguiente frase: 'A happy childhood has spoiled many a promising life' (algo así como 'una infancia feliz ha dilapidado más de una vida prometedora').
Más de un cliente de coaching (y muchos de los que acuden a algún tipo de terapia psicológica) antes o después comenta que en su infancia sufrió un (o muchos) revés(es) particularmente severos. Por mi parte, haciendo una encuesta estadísticamente no significativa (preguntando a un buen número de coaches y psicólogos que conozco, básicamente), me indican que, aproximadamente, un 70%-80% de los adultos NO ha tenido una infancia como la que creían (creemos) (casi) todos 'que debe ser' (padres amantísimos casados y felices vitaliciamente, compañeros de clase que nunca se rieron de ellos, notas académicas no apabullantes...) Esto es: los episodios más o menos duros en la infancia son... la norma.
Y si son la norma por un lado, y si por otro es posible evidenciar la capacidad resiliente de rebotar más alto desde el fondo que toca un individuo únicamente tras un golpe (un despido, una ruptura, una pérdida), entonces, por paradójico que pueda sonar, aquellas personas que 'sobreviven' (es decir, 'viven por encima' de otros que se vendrían abajo ante el mismo contratiempo) son aquellas mejor preparadas para acometer lo que la Vida les ponga por delante cuando se hallen en pos de aquello que desean conseguir.
De este modo, en muchos casos, el coaching (u otras disciplinas de interacción y desarrollo humano) tan solo acompaña al individuo a que se dé cuenta por sí mismo de aquello que los demás ya ven (vemos): que, en efecto, no solo está perfectamente equipado para seguir avanzando... sino que solo será posible una vez que empiece a creérselo... de verdad. Que es otra manera prosaica de trabajar en liberar su autoestima.
Considera la imagen de este post: la física mecánica diría, claramente, que la pelota, rebota cada vez con menos energía... de izquierda a derecha.
El individuo resiliente, el que rebota más alto tras el golpe más duro, realmente se podría imaginar en la imagen yendo de derecha a izquierda.
Para eso es importante ser un individuo elástico y tener la energía para seguir botando. Lo primero viene de serie por nuestra estructura neuronal... si uno decide continuar elastificando su cerebro. Lo segundo requiere de la autoestima para seguir 'cargando nuestras pilas' (dándole gusto al cuerpo con hábitos generadores de energía, básicamente).
Hablaremos de esto.
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