lunes, 3 de diciembre de 2012

Primates... que Emprenden

Hace millones de años la evolución nos emparentó en un 98% de nuestro código genético con dos tipos de simios: los chimpancés, que se asentaron al norte del río Zaire, en el centro de África, y los bonobos, que se establecieron al sur del mismo río, en lo que podría haberse definido como un fértil Edén bíblico.

Nosotros, por nuestra parte, nos asociamos en torno a tribus, compartiendo recursos, comida, protección y parejas, moviéndonos básicamente con lo puesto (no se había inventado aún la hipoteca) hacia aquellos parajes donde hubiera mayor cantidad de alimento a cambio de la menor cantidad de esfuerzo (no se había inventado el pecado capital de la pereza: evolutivamente hablando este instrumento de manipulación, junto a su hermana gemela, la culpa, es bastante reciente). No, no haría falta una regulación laboral que estableciera jornadas vacacionales: el trabajo era para abastecer de comida al grupo y el resto del tiempo podría emplearse en cualquier cosa menos en preparar sesudas, e inservibles, presentaciones en PowerPoint.

Los chimpancés, por su parte, las pasaban canutas: pocos recursos daban lugar a batallas por liderar la manada, recurriendo a la violencia y a la proverbial presencia de un macho-alfa con derecho de pernada sobre las hembras y, si lo hubiera habido, una estaca disuasoria, precursora de los elementos contundentes empleados recientemente en las manifestaciones en España para la eficiente disolución de las huestes no favorables a esos -alfas.

Los bonobos, más amables, recurrieron, avispados ellos, al uso del sexo para la disuasión del conflicto dentro de la manada, en una estructura social liderada por las hembras, y en la que toda la riqueza del Kamasutra, cantidad y variabilidad en la combinatoria amorosa, siguen previniendo que se descomponga una jerarquía en la que el bienestar del grupo es el bienestar de cada uno de los individuos.

Demos ahora un salto adelante, hasta hace apenas unos años. El psicólogo Dan Ariely llevó a cabo unos experimentos en los que comprobó que la naturaleza humana tiende a la sinergia (el sumatorio del grupo es mayor que el de cada uno de sus miembros por separado) siendo así a) grupal y b) cooperativa... salvo a partir del mismo momento en que 1) un miembro, uno solo, comienza a anteponer sus propios intereses por encima de los de la tribu porque 2) lo que hay en liza dentro del grupo se llama... Dinero.

En otras palabras, sea por codicia, por envidia, por miedo a la escasez, o por rebeldía, basta con que uno solo de los miembros resuelva dejar de ser cooperativo para que la tribu entera se venga abajo. (No por nada hay abogados especializados en disputas por herencias familiares).

De ahí que, en términos modernos, todo este comportamiento competitivo (centrado en la lucha por los recursos) ha venido definiéndose durante décadas con un término muy elocuente:

Capitalismo.

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Es mi interpretación que esta equidistancia genética entre bonobos-simbióticos y chimpancés-competitivos sitúa a nuestra especie humana en un balancín que continuamente oscila desde el 'yo-te-ayudo-tú-me-ayudas' al 'yo-primero-y-a-ti-que-te-j*dan'... dependiendo exclusivamente del entorno en el que nosotros humanos nos movamos. Nuestra teoría económica, la que llevamos mamando desde la Escuela de Chicago particularmente, tiene entre sus principios el de la escasez de recursos. Simplemente oyendo esa palabra, escasez, se activan nuestros mecanismos de miedo y, por tanto, supervivencia: huir o luchar. Como huir nos han dicho que es de cobardes, tan solo nos quedará luchar.

La vida es dura. Hay que luchar.

¿Les suena este mantra?

Aquellos humanos con tendencias filo-bonóbicas (pacíficos, cooperativos) acaban así, en un entorno de escasez (percibida o real) cayendo peldaños hasta el c*lo de la cadena alimenticia, pues su aversión natural a la violencia y al conflicto les llevan a sucumbir a sus jefes-chimpanzoides (los violentos, agresivos; los de la estaca).

El mundo por su parte, desafortunadamente, no es como una película: le trae realmente al pairo quién es el bueno y quién el malo de toda esta película. No existe un karma universal con una contabilidad astral que haga las cuentas tan minuciosamente de tal manera que, si hago el bien en Bilbao durante diez años, cuando me mude a Indonesia en tres todos me tratarán bien durante una década. Ojalá. Sí existe, no obstante, un karma que no tiene nada de esotérico: son los ciclos naturales de inversión social y emocional con nuestros compañeros, esos dar recibir dar que engrasan la maquinaria de la tribu directamente con la que nos relacionamos, unos 150 miembros según los primatólogos, una proporción directa al tamaño de nuestro córtex cerebral, y que incluye así a nuestra familia, amistades, compañeros: te apoyo porque me apoyas, te ayudo porque me ayudas.

Por tanto, si es usted del 98% chimpancé: le va la marcha del capitalismo radical, el Homo Economicus, el raciocinio que todo lo justifica. Le encanta mandar y hacer mandar. Orina en su territorio y marca su parcelita y, ya que estamos, cuando las cosas no van como quiere (que es casi siempre) se engorila con la gente a su alrededor o sus subordinados. (Esta última palabra, de hecho, le pone).

Si, por el contrario, es usted de la estirpe del bonobo, sabe que se halla cada vez más perdido en una jungla en la que su entorno aparenta ser igual de humano que usted pero que se comporta como un primate (lo es, de hecho). Se siente mustio, falto de fuerza, desorientado. Ha probado todo para sentirse mejor, desde la cerveza con los amigos, hasta la terapia de choque. Pero nada: sigue frustrado cada domingo por la tarde anticipando ya la campana del próximo viernes.

Es por esto que tantos humanos-bonobos están dejando España: solamente florecen en un entorno de abundancia. O, en otras palabras, en territorios donde apreciarán (sí: pagarán y les respetarán profesionalmente) lo que tienen que ofrecer. Hoy puede ser Alemania (hasta que se sature, quizás, y la nueva escasez des-bonobice a los recién llegados y a los anfitriones) pero, en realidad, el mundo ofrece oportunidades casi en cualquier país. En Medio Oriente y en China uno puede encontrar ofertas para hacer lo mismo de aquí por tres o cuatro veces más el salario, a pesar de que como en España no se vive en ningún sitio (¿seguro? verifique la cobertura social escandinava, la tecnología puntera israelí, la emprendeduría chilena y argentina, la demoledora iniciativa de serie estadounidense, el músculo financiero singapurense).

Tocará apretarse el cinturón al principio, de acuerdo.

Pero es al principio donde debemos dirigirnos para volver a hallar como realmente somos:

Nómadas.

Explore. Halle su territorio. Abrace su nueva tribu.

Y deje que los chimpancés sigan golpeándose el pecho y orinando sobre el territorio.

... sobre el que ya no quedará nadie.

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