miércoles, 13 de junio de 2007

¿(Des)Lealtad a una empresa? ¿(Des)Lealtad a uno mismo?

Empresa de auditoría. Se decide desvincular a un individuo por falta de ‘compromiso’ con la empresa. Su error: quejarse (con firmeza pero con elegancia) ante los cambios de última hora que le obligaban a modificar las vacaciones que tenía reservadas (y aprobadas por su jefe) desde hacía meses. Y no había, objetivamente, razón alguna para tal urgencia – menos aún porque se cercioró de dejar las cosas bien atadas. Allá que te vas, Estatuto de los Trabajadores.

Banco internacional. Se despide a una más que competente mujer perteneciente a un Comité Directivo tras solicitar (y ser aprobado) que las reuniones del CD tuvieran lugar por la mañana para poder asistir una vez se le hubo concedido la reducción de jornada por maternidad. No solo no se respetó ese acuerdo, sino que comenzaron a organizar las susodichas reuniones a partir de las 8 de la tarde de los viernes. Se la despidió por falta de ‘flexibilidad’.

Universidad. Se decide despedir a una persona por ‘deslealtad’. Su pecado: aprovechar que la residencia de estudiantes tenía ‘overbooking’ para adquirir una propiedad (un chalet – cuando los precios aún eran permisivos) y ofrecérsela en alquiler a los chavales que no pudieron acceder a la residencia. Una manera adicional de generar ingresos más allá de la nómina. Incluso se la criminalizó por ‘competencia desleal’ (una empresa de 70 millones anuales de facturación y una residencia saturada x 2 contra una persona con una nómina de 24.000€ brutos al año. Decididamente peligroso para sus intereses).

Cada día se produce una ingente cantidad de libros, seminarios, metodologías, cursos y herramientas para ‘tener mejores empleados’, ‘alinear las motivaciones de la totalidad de la organización’, ‘evaluar el compromiso con la empresa’, etc.

No me extraña: no hay nada más difícil que intentar ‘alinear’ (¿o es ‘alienar’?) a individuos con sus propias aspiraciones, deseos, preocupaciones para que ‘acaten’ (oh, perdón, quiero decir ‘ejecuten con diligencia profesional’) las órdenes de otro que está exactamente igual que él, pero con mayor nómina.

Mi experiencia (propia y contrastada con unos cuantos profesionales): es im-po-si-ble que una persona tenga su corazón en la empresa de otro a largo plazo. Antes (hace apenas unos años), hasta tendría su sentido: la empresa correspondía al esfuerzo del empleado en un círculo semi-virtuoso.

Hoy es, francamente, raro.

Tengo un amigo que, por defecto, desconfía incluso de los cazatalentos… a fin de cuentas, argumenta, ¿por qué oscura razón debería tener una empresa dificultad de encontrar cómo cubrir los puestos de personas que, se entiende, optan por alternativas profesionales fuera de esa empresa?

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Personalmente, creo que la primera lealtad que debe haber es hacia uno mismo. Naturalmente, eso no quiere decir que le mandemos al jefe a tomar viento (que seguro que hay más de uno que lo está pidiendo).

No por ahora, al menos.

En lo que invertimos nuestro tiempo trabajando para otro en conseguir cinco cosas:
  1. Formación
  2. Ahorros
  3. Contactos
  4. Experiencia
  5. Tiempo

Eso sí: con integridad. Nada de aprovecharnos de la empresa para la que trabajamos (y que nos da de comer). Hablo de aprovechar nuestro tiempo mientras estamos en esa empresa.

Es una buena lección si finalmente construimos nuestra propia empresa, ya que una de las cosas que habremos de hacer es atraer el talento necesario… que se marchará si no somos lo suficientemente hábiles para retenerlo, con todo el inmenso coste que eso supone: coste de selección, de formación descapitalizada, de incorporación de un sustituto, o de perderlo ante un competidor, entre otros. Una broma, vamos.

Lo vemos en los próximos días.

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