Las cosas no cambian.
Comiendo con un buen amigo me presenta la situación en la empresa en la que trabaja, en el área de la publicidad:
- Al menos doce horas de jornada de trabajo diario. ‘¿Fin de semana? ¿eso qué es?’
- Título del puesto que no cabe en la tarjeta de visita, del tipo ‘director de…’
- Salario irrisorio. Incluso para un ‘mileurista’.
- Eso sí: los altos ejecutivos de ‘la Casa’ rondando los 300.000 € anuales brutos al año.
- Niveles de estrés equiparables al de nuestros antepasados australopitecos delante de un bisonte en celo y en ayunas.
- Equilibrio vida personal / laboral = 0
He aquí la realidad de las cosas. Lo siento por los del ‘club de los 300.000’.
Pocos trabajos justifican un salario de 300.000 €… a no ser que las ciento y pico personas que haya por debajo no lleguen al salario que yo cobraba de becario hace unos añitos.
Ergo, la batalla por producir (o aparentar producir, mejor aún) mientras se asciende la escala organizativa, es la batalla por que llegue el día en el que, simplemente, ‘estemos’ (no ‘produzcamos’) durante doce horas al día para justificar lo injustificable (25.000 € al mes de nómina).
Una vez allá arriba, el tipo se blinda en el Comité de Dirección junto a los otros 3-5 elegidos del Olimpo para que nadie les quite el preciado despacho de 100 m2 en madera de caoba y muebles de diseño (¡¿pero cuántos becarios cuesta ese espacio?!)
Comoquiera que el individuo en su fuero interno *sabe* que su trabajo no vale tanto (pero tampoco le apetece/sabe hacer otra cosa) entonces recurre a una de las mejores autodrogas naturales que existen para ‘colocarse’ y así apaciguar esa especie de culpable vergüenza de cobrar tanto por ‘conseguir’ hacer tan pocas cosas:
La adrenalina.
Caso típico:
Comienza un nuevo proyecto (contrata, plan, acuerdo) con un plazo de consecución de X meses.
El superejecutivo 300 se reunirá, reunirá, reunirá con el equipo hasta extenuar su tiempo y paciencia. Reuniones típicas que comienzan con el consabido ‘vamos a hacer una reunión de seguimiento’, que no siguen nada, que no tienen hora de fin y en las que no se concluye, en fin, nada. Y digo nada: pero nada de nada de nada.
Cuando pasan los X meses -3 días, las reuniones se tornan más tensas, necesarias y estresantes… porque ‘no llegamos a tiempo al cliente’.
¿Cómo responde entonces el cuerpo del tipo? Liberando una sobredosis de adrenalina (sí: como la que nos servía para cazar esos bisontes) y, por tanto, activando al 110% la atención, fortaleza física, capacidad del adrenalínico.
Sintiéndose, en suma, un poco más superhombre (o mujer).
Y de paso, sintiéndose necesario. Algo que añora. Pobre.
Total: alguien tiene que sostener el látigo, ¿no? Y, a fin de cuentas, ‘para eso me pagan’.
Y le gusta sentirse, de nuevo, (aparentemente) necesario, útil… no vaya a ser que se dé cuenta el Presidente (este es del club 500) de que el tipo no está haciendo nada.
Corre de un sitio a otro por el pasillo, de un despacho al otro despacho, grita desde su silla, manda emails punzantes, truena por teléfono, y trata a su gente por debajo de lo aceptable en la mismísima Convención de Ginebra.
Y justifica (in)conscientemente para sí, lo que el resto de personas sigue viendo claramente:
‘pero ¿cómo es posible que este tío esté cobrando lo que cobra?’
____________________
No le des más vueltas. Las cosas son así.
Puedes ponerte a la cola en esa escala jerárquica y esperar (e intrigar) hasta llegar a lo más alto…
O, tal vez, hacer algo más (o menos, o diferente) para conseguir más tiempo para ti.
Tu jefe, desde luego, no lo va a hacer por ti.
Está ocupado con 300.000 € que justificar.
jajajajjajajaja
ResponderEliminarque bueno!!!! es exactamente asi. Lo veo en mi empresa todos los dias.Vamos a hacer esto, y lo tro, y lo de mas alla...
Estoy leyendo todos sus posts y me estoy quedando gratamente impresionado.
ResponderEliminarTengo la misma experiencia que indica y no soy capaz de añadir ni quitar un punto.
Precisamente estoy saliendo voluntariamente de un puesto que refleja lo que apunta, porque efectivamente no le veo sentido.
La cuestión es que salir de esa dinámica no es fácil y una vez que se hace, quedas relegado. Entonces es cuando "hace frio fuera" y los años y experiencias pesan mucho.
Los años, porque es un parámetro que las empresas manejan con soltura -las grandes- y saben que a partir de una edad, no les interesas porque no acatas de la misma manera y porque no eres rentable -Up or Out y similares-
Y la experiencia es un punto negativo para ellos y -a veces, para ti, ya que tiendes a proyectar y repetir patrones que te anulan porque no dejan de ser "estacas mentales" .
En fin, le agradezco su buen hacer y divulgación de conocimiento: tengo un par de meses para reinvertarme y no consigo dar con la idea adecuada, pero blog's como el suyo me ayudan a no abandonar la iniciativa.
La parte buena es que después de 18 años en el sector privado y con 38 de edad, se que ese camino no lleva a ningún lado.
Queda la esperanza de que si no logro salvar el abismo, al menos procuraré poder educar en la iniciativa y el trabajo como emprendedor a mis hijos.
Repito: muchas gracias por la ayuda.
Cuando finalice su libro le indicaré mi opinión aunque ya le anticipo que me gusta bastante (ya empezó impresionándome el relato inicial sobre su familia).