'No encuentro trabajo de lo mío' dijeron y decimos, como si 'lo mío' tuviera que estar grabado a fuego durante 40 años de vida laboral (perdón, 42, que esta es la penúltima ocurrencia - alargar los años productivos de un individuo al que, en fin, van a despedir en muchos casos igualmente a los 50 y pocos años-).
Hablaba con una colega y amiga acerca de nuestra experiencia juntos en una multinacional, como empleados, no hace tantos años.
Compartíamos las siguientes reflexiones (e hipótesis, pendientes aún por confirmar por incontables empleados con la vena emprendedora):
- Un emprendedor es un tipo que comienza, en muchos casos, como un autónomo (auto-empleado), trabajando como un animal sin ninguna certeza en que va siquiera a llegar a fin de mes.
- Este mismo tipo puede estar sujeto a la 'lástima' de su entorno, el cual le considera un loco al renunciar (si es que ha sido voluntariamente) a una (aparente) estabilidad laboral. Ese entorno habla desde una atalaya desde la que, como empleados en nómina, pueden emitir valoraciones con cierta comodidad... al menos con la comodidad del que sabe que, aunque un determinado día decidan escaquearse del trabajo (¿quien no ha mirado cosas en internet sus próximas vacaciones en jornada laboral o ha enviado emails a amigos personales?), seguirá cobrando cierta cuantía fija (baja, pero fija) al final de cada mes.
- Nuestro emprendedor/auto-empleado trabaja como un hospital: abierto 24 horas al día. A fin de cuentas, nadie le regala los clientes, y menos al principio.
- Con cierta suerte ('la inspiración siempre me encuentra trabajando', que diría Picasso), nuestro héroe consigue cierta masa crítica de facturación/clientes, con lo que debe considerar contratar ayuda para seguir sacando sus ventas adelante.
- Los años pasan y el auto-empleado ya pasa a ser 'empresario', es decir, paga el tiempo de otros para comprar el suyo propio.
- ¿Y qué hace con ese tiempo que está comprando para sí? En efecto: diseñar nuevos modos de expandir su negocio. Internacionalizar, diversificar, expandir... tiene cada vez más tiempo (ya no necesita 'trabajar' directamente en la operativa de su negocio, que para eso ya ha contratado a alguno de los miles de MBAs para que se lo gestione), con lo que idea más y más y más maneras de hacer crecer su empresa... y, de paso, haciendo más y más dinero que, curiosamente, ya no es tan importante. (Por eso hay tantos emprendedores -natos- con un coche indistinguible... y por eso hay tantos MBAs que quieren un BMW de empresa como parte del ritual de dependencia absoluta de la empresa que le paga la nómina).
Y, claro, como por arte de magia, el entorno de nuestro emprendedor, antes tan crítico, de repente le comienza a respetar, admirar.. o a envidiar ('qué suerte ha tenido el tipo').
Lo que pocos valoran es el peaje que el emprendedor dejó por el camino: inseguridad, temor, incertidumbre, momentos en los que tirar la toalla era la decisión fácil.
Nunca es tarde. Aunque no sea de lo mío.
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