Nos pasamos cerca de 30 años absorbiendo conceptos, explicaciones, órdenes, estructuras mentales, acepciones y dogmas de otros acerca del mundo... de los que luego tardamos unos 50 años más en deshacernos.
Si es que se activa en algún recoveco neuronal del individuo la chispa del cuestionamiento.
Me explico. Magistral el libro de Sprenger acerca de la fantasía por controlar nuestro 'universo personal' ('Die Illusion der perfekten Kontrolle', no he podido encontrarlo aún en inglés, ni que decir en español – si alguien lo encuentra que lo cuente al foro). En él se explicita lo extenuante (y altamente limitante) de nuestra fijación por intentar controlar lo máximo posible de nuestro entorno, fruto parcialmente de la educación que hemos recibido en la que se nos administra a cuchara (sutil o de modo más obvio) que debemos buscar el máximo de seguridad (control) en aquello que nos acontece.
Así, las lógicas estudia → aprueba, trabajo → contrato indefinido, 'media naranja' → matrimonio vitalicio, etc. son constructos artificiales en una especie humana cuya esperanza de vida aguanta 30 años más de media de aquella para la cual aquellos principios tenían sentido y que, encima, anda en perpetuo cambio y e/in/volución.
Intenta controlarlo todo e, invariablemente, algo se saldrá del esquema preconcebido mental que hemos diseñado para ese acontecimiento. En cuanto nos percatamos que estamos perdiendo comba, intentamos aprehenderlo con mayor vehemencia, solo para ahondar en nuestra frustración al escaparsenos más rápidamente aquello que queremos atrapar.
El éxito suele ser como la sombra de uno: cuanto más la persigues, más te rehuye.
Una buena amiga, de profesión... flexible (es guionista, músico, actriz, cantante, profesora, yogi, y una retahíla de etcéteras) vivió unos años en EEUU levantándose unos 4.000$ al mes solo en propinas y trabajando 3 tardes-noches a la semana. ¿Su contribución?: fruto de la inteligencia, intuición y algo de kairos: en el restaurante en el que trabajaba como jefa de sala, como no tenía ni idea de como hacer que, no se le ocurrió otra cosa que cerrarlo al público durante una semana (a espaldas de su jefe, la insensata) para comprender como funcionaba el local. Y sigue el kairos: en su timidez, para no admitir que no tenía ni idea, cada vez que llamaba un cliente para reservar, decía que 'el restaurante está lleno y que solo podría reservar mesa para dentro de dos semanas'. El cliente, medio cabreado, medio intrigado, concluía que el restaurante estaba 'in'... y se lo hacía saber a sus amistades. Bingo: la demanda de mesas se dispara, el dueño se forra y mi amiga a vivir en el mejor barrio de Los Ángeles.
Posiblemente, si hubiera planeado concienzudamente esta estrategia de marketing... no le habría salido tan bien. Por el contrario, se dejó fluir y estuvo atenta al momento adecuado – que es, a fin de cuentas, lo que implica el kairos.
Cuando el alumno está preparado, el maestro aparece. Lo que para uno es kairos, para otro es solo cronos. La diferencia entre uno y otro radica en lo que uno y otro quiere ciegamente y el modo en que uno y otro se prepara obstinadamente para conseguirlo, aguardando ese (in)esperado microinstante, una mínima decisión sí-no que genera instantáneamente un embrionario e infinito universo de opciones nuevas.
Toda vida nueva comienza únicamente con una pequeña decisión, una elección.
La de uno mismo.
¿La alternativa?: seguir tragando el jarabe que nos dan otros.
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Experta en múltiples kairos incluyo aquí el enlace a otra buena amiga, Raquel, encontrando/construyendo el suyo. Bienvenida a tu nueva vida, by the way.
Gregory, ¿y si sólo estoy dando palos de ciego?,... ¿y si no...? Fue tu respuesta.
ResponderEliminarTres palabras que me han acompañado estos cuatros meses. Música para mis oídos.
Gracias maestro.