Nuestro sistema educativo
está cegado en potenciar el ‘objeto’ del aprendizaje: más libros, más deberes,
más tablets, más pizarras electrónicas.
Sin embargo, lo que hemos
de entender es que el verbo ‘enseñar’, en realidad, no tiene ningún sentido:
solamente el que quiere ‘aprender’ es el que, de hecho, lo hace. Por muy bueno
el profesor, por muy cara la tecnología a su disposición, si no entendemos cómo
funciona el cerebro del chaval, jamás se producirá una transferencia de
conocimiento y, peor aún, ninguna generación de conocimiento nuevo, que es la
base de la I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) del futuro.
Por eso, hemos de dedicar
más recursos al ‘sujeto’ del aprendizaje (la persona y su cerebro), pues el
‘objeto’ ya hace tiempo que está holgadamente cubierto, quizás incluso
demasiado: no podemos continuar tratando a nuestro cerebro como si fuera
solamente un disco duro de ordenador que almacene y regurgite datos sin más.
Google ya hace tiempo que realiza eso mucho mejor que nosotros.
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