miércoles, 27 de abril de 2016

Carreras

Déjate sorprender: a veces no hallas un trabajo 'de lo tuyo' pero, paradójicamente, puede haber otro que, habiéndolo descartado originalmente, será mejor - si tan solo dejaras que sea él el que te encuentre a ti.
Para ello:
Haz contactos nuevos.
Lee cosas nuevas.
Visita lugares diferentes.
Re-define lo relevante.

miércoles, 20 de abril de 2016

¡Últimas 8 plazas!

Mi Manifiesto [El Cambio Interior, Ibiza 2016]


Hoy me levanto para lograr mis sueños.

Hoy me levanto para lograr mi más alto Propósito.

Hoy alineo mis pensamientos y acciones con mi Misión aquí.

Trabajo para mi mayor bienestar y el de las personas que me rodean.

Cuido, protejo e invierto con sabiduría mis máximos activos, mi Salud y mi Tiempo, para actuar con Maestría y Determinación.

Hoy distingo lo realmente relevante y dejo marchar lo innecesario, lo superfluo.

Hoy me concentro en lograr mis metas y aportar un Gran Valor a los demás y a mí mismo.

Inspiro a otros a conseguir también sus más Altas Metas.

Me cuido, nutro y fortalezco mi cuerpo, mi mente y mi espíritu con sabiduría e inteligencia. No merezco menos. Los demás no merecen menos.

Cuanto mejor soy, mejor logro.  Cuanto mejor logro, mejor soy.

A veces quizás sea vulnerable, pero me mantengo siempre fuerte.

Mi determinación me hace imparable.

Dejo a las personas y a mi mundo en mejor situación tras cada interacción con ellos.

Soy consciente de que a veces tropezaré. Pero soy también consciente de que mi Maestría es una elección personal y un proceso vital para el que trabajo con enfoque y perseverancia. Por tanto, me permito caer – así como me exijo volver a levantarme. Es mi derecho y mi obligación.

Estoy agradecido por mi vida y por mis bendiciones. Y las hago magníficas cada día.

Soy el Cambio que quiero ver.

Soy la fuerza de mi Determinación.

Soy Imbatible.



[El Cambio Interior. Ibiza 2016. Gregory Cajina y Eduardo Tejedo.]


Asegura tu plaza en www.incentivosibiza.com [Últimas 8 plazas disponibles!]




El ecuador del viaje

Es una sensación inquietante, incómoda. Ciertamente desconcertante y, a menudo, dolorosa cuando, finalmente, lo aceptamos:

Tener la sospecha –o ya la certeza- de que no tenemos una clara, clarísima vocación profesional, ninguna pasión laboral, ningún trabajo por el que perder el sueño, volcar nuestra inteligencia, dedicar una vida.

Que aborrecemos el trabajo que tenemos, que nos aburren las mismas personas que nos rodean allí, nos desquicia el incompetente que nos dirige, nos aliena el atasco de cada día, nos idiotiza la rutina diaria para la que nunca estudiamos.

Cada mañana nos levantamos –con suerte- para correr a algún lugar donde, a cambio de mares de nuestro tiempo, nos pagan con gotas de dinero con el que continuar pagando las facturas y la cama desde la que, a la mañana siguiente, repetiremos la rutina de sobrevivir durante cuarenta años de nuestra existencia trabajando no sabemos muy bien para qué – o quién.

Nos vendieron el contrato indefinido, el ‘trabaja de lo tuyo’, el ‘hazlo bien y hazte jefe’, el ‘aguanta hasta los 65 y disfruta de la pensión’ que, ya intuimos, nos hará tener que elegir entre dormir caliente o comer caliente.

Nos dimos cuenta de que somos más reemplazables de lo que sospechábamos. Como también lo era ese mismo jefe incompetente que, creyéndose que lo estaba haciendo de p*ta madre, cavaba también la fosa donde la crisis, el beneficio, el accionista o la bendita prima de riesgo también lo enterraría junto a los cadáveres laborales que él mismo dejó por el camino.

Pero ya se acabó.

Se acabó el momento de añorar las historias del botones que llegó a director de banco. Se acabó lamentarnos por aceptar, ay, que trabajamos solo por dinero a cambio de algo que aborrecemos.

Se acabó autoflagelarnos por añorar un futuro que nunca será ni podía haber sido más que en el reino de Oz.

Pero también se acabó quejarse.

Se acabó eso de engrosar las listas de espera de terapeutas, psicoanalistas, coaches y chamanes, quienes cada vez están teniendo más dificultad en encontrar a alguien que esté razonablemente feliz con la labor que denomine ‘trabajo’.

Es momento de rescatar lo que un día imaginaste iba a ser tu trabajo-ideal y por el camino abandonaste por la premura de esas brillantes monedas de latón.

En la era de la marca individual, en la economía del bolo, cada Juan, cada Pedro, cada María y cada Ana no solo pueden, sino que deben desmontar y volver a montar vidas con la misma celeridad con la que cambien de proyecto, por lo que cada posesión demasiado grande acaba por ser peso muerto.

Ya no tendremos nunca más una carrera laboral o una vida profesional, sino varias – o muchas.

De todos modos, seamos sinceros: la verdad, ya no queremos trabajos vitalicios ni aunque los hubiera.

Quizás ya no seamos nosotros la generación mejor educada - pero desde luego somos la mejor preparada.

Porque, aunque aún nos intimide, ya no tenemos pavor a una maleta y a un billete de ida a otra ciudad, otro proyecto, otra relación o al infierno de nuestros miedos.

Y porque, desde luego, ya no tenemos la paciencia de plegamos a aquel ni a ningún otro incompetente tan insensato como para interponerse en nuestro camino.

Somos la generación que conjugamos dos o más profesiones en la misma tarjeta de visita o en la media docena que haga falta. Somos los abogados/fotógrafos, los ingenieros/sacerdotes, los diseñadores de moda/arquitectos, los médicos/voluntarios, los bibliotecarios/vendedores, los profesores/directores de documentales.

Somos los valientes que le enseñaron los dientes a la vida cuando esta nos arañó, aun cuando hubiéramos preferido acurrucarnos en nuestra guarida.

Somos los que elegimos una mañana estar hartos -- y hacer algo con nuestro hartazgo.

Los que vendimos nuestras cosas para comprar nuestro tiempo.

Los que quemamos nuestras balsas para construir nuestra propia Armada.

Los que sabemos más que nadie de qué va todo esto aunque nadie por ello nos admira – aunque nos da rematada, profunda y j*didamente igual.

Somos los que cada amanecer y cada anochecer contamos nuestras bendiciones y, sin tener ni la más remota idea de qué haremos en un año o en cinco, tampoco nos importa.

Porque siempre nos cuidaremos y cuidaremos de los que queremos.

Ahora que empezamos a ver el ecuador de este viaje llamado vida es cuando comenzamos a abrazar firmes el timón que los demás andan demasiado distraídos o ac*jonados para agarrar en mitad de la tormenta.

Y pagamos el peaje de nuestra libertad: el agridulce vértigo de continuar construyendo redes cada día para que puedan acogernos si caemos. Aunque a veces fallemos en el cálculo, ni una vez nos hemos quedado rendidos en el suelo.

Nos preocupamos, lloramos, reímos, logramos.

Logramos.

Vaya que si logramos.

Porque ya pasamos el ecuador del viaje.

Porque tenemos más de 40.


Porque somos insustituibles.


domingo, 17 de abril de 2016

En Expocoaching 2016, Madrid

Extraordinaria organización, extraordinaria acogida! Muchas gracias también por esta edición @Expocoaching16, muchas gracias @PLACEDucativo.













viernes, 15 de abril de 2016

El Cambio Interior: un regalo

Ya quedan pocos días para cerrar puertas.

Tritura todos los pretextos.

Y logra lo que sabes mereces.

Trabajaremos contigo de manera absolutamente individualizada:

Tus objetivos, tus éxitos.

[Para abrir boca, te regalamos las tres primeras páginas de tu Cuaderno de Éxito, incluyendo tu Manifiesto Personal]

Eduardo Tejedo y Gregory Cajina, en 'El Cambio Interior'.

Toma acción e infórmate en info@incentivosibiza.com


Pronto cerramos puertas!




miércoles, 13 de abril de 2016

En Expocoaching 2016

Este domingo estaré en Expocoaching, en la Sala de Coaching Educativo:

- 10:30 a 11:00, con “Educando para emprender: del pensamiento extraordinario al superlogro (una experiencia en Alemania)”

- De 12:00 a 13:00, firmando la 5ª Edición de 'Rompe con tu zona de confort'.

Nos vemos!

http://www.expocoaching.net



lunes, 11 de abril de 2016

Hoy en directo, en Onda Cero

Hoy hablaremos durante unos minutos sobre 'El Cambio Interior' en Onda Cero Ibiza [en directo aquí] a las 13:00 hora peninsular.

Nos oímos!

[Añadido: para escuchar el Podcast grabado, aquí. 13 minutos.]







viernes, 8 de abril de 2016

'El Cambio Interior' - Ibiza 2016

En pocos días tendremos ya que cerrar puertas.

6-8 de Mayo. Ibiza.

Desarrollo personal útil. Cañero. Emocionante. Divertido.

Sin chorradas. Sin humo. Sin PowerPoints.

Con el Dr. Eduardo Tejedo y conmigo, Gregory Cajina.

¿Saber más? Clic en la imagen del 'Diario de Ibiza'.

Nos vemos!


domingo, 3 de abril de 2016

De saltadores de altura, artistas y gente que no sabe lo que quiere

Conseguir alcanzar nuestros sueños puede ser, precisamente, lo que más nos perjudique en última instancia.

Vivimos en una cultura en la que, al año, docenas de libros, miles de cursos de desarrollo personal y millones de posts en las redes sociales, nos animan –so pena de acabar siendo un perdedor malgastando su vida- a conseguir nuestros sueños, trabajar duro, con constancia y perseverancia; perseguirlos hasta que sean nuestros.

‘Si lo puedes imaginar, lo puedes conseguir’, nos aseguran, como mantra para alcanzar cualquier cosa que deseemos:

Una aseveración enteramente absurda.

Y peligrosa: si bien es cierto que antecediendo cualquier logro que conseguimos, previamente lo visualizamos (lo ‘imaginamos’ en el córtex visual en el lóbulo occipital de nuestro cerebro), eso no quiere decir que cualquier cosa que primero imaginemos vaya a ser conseguida.

Un saltador de altura olímpico pre-‘ve’ cómo va a ejecutar con cirujana precisión cada movimiento que va a realizar para superar el listón y batir un record antes siquiera de comenzar a mover un dedo: en su mente visualizará y calculará la distancia de sus pasos, la velocidad que necesitará, el punto exacto en el que la punta de su zapatilla dejará abajo la pista, el arqueo de su espalda mientras se eleva en el aire, el aterrizaje al otro lado de la barra. Este atleta tiene milimétricamente claro el objetivo en su mente y cómo medirá si lo alcanza. Sabe que lo que imagina es solamente una ‘posibilidad’ dentro de las infinitas probabilidades menos una de que no supere ese listón. Pero se centra únicamente en esa posibilidad, la magnifica, le entrega toda su atención, indiferente a si hubiera un estadio entero a su alrededor animándolo o insultándolo. Su posibilidad se convierte así en su única opción, y es en ella en la que concentra la totalidad de su mente, de su fuerza, de su destreza, las miles de horas de entrenamiento, la dedicación de los años de su juventud. No se centra en recordar aquella frase que leyó en aquel blog popular ‘cualquier cosa que puedas soñar la puedes conseguir’. Él se centra en la única cosa que ahora persigue con una devoción casi obsesiva.

Y aún así, es muy posible que fracase.

De hecho, esa es la más probable de las probabilidades.

La inmensa mayoría de nuestros sueños, igualmente, jamás se cumplirán.

Afortunadamente.

______

El sistema de motivación del ser humano, además de ser de una elegante complejidad, tiene un mecanismo de repostaje francamente astuto: si la consecuencia de una acción que adoptamos nos otorga placer, la repetimos; y si nos lastima, la rehuimos. Simple.

Nunca un palo y una zanahoria dieron tanto de sí en tan poco espacio: el núcleo accumbens –el centro del placer del cerebro- es un grupo de neuronas directamente vinculado con la producción de dopamina, un neurotransmisor esencial en nuestra sensación de placer y bienestar. Uno podría concluir, con criterio, que cuando por fin conseguimos alcanzar nuestros sueños se disparará nuestro nivel de dopamina y, por consiguiente, nuestra sensación de placer y bienestar, llevándonos a ese éxtasis cerebral que refleja la culminación de meses, años, o quizás una vida, de trabajo en pos de una meta: el diseño de un producto revolucionario, la venta millonaria de una start-up de Internet, el descubrimiento de un medicamento salvador, o ver a nuestro hijo graduarse en la universidad.

Sin embargo, esto no es lo que sucede en la realidad. Paradójicamente, se dan un buen número de casos de depresión clínica en emprendedores que venden –y pierden el control de- su empresa a pesar de los millones de euros ganados en la transacción; en científicos laureados que resuelven por fin un dilema médico tras décadas de investigación; o en padres entregados que, después de décadas de sacrificio, se dan por fin cuenta que su responsabilidad para con sus hijos ya ha concluido oficialmente; pues unos como otros, muy poco después de haber alcanzado su meta, se plantean la crucial pregunta ‘¿y ahora qué?’

Una pregunta que, si no halla pronta respuesta, comienza a roer el bienestar mental de una persona: no tener en la vida nada en lo que centrar la mente genera más ansiedad aún que tener demasiado que hacer al día.

Esto sucede porque nuestra mente, en realidad, no está diseñada tanto para disfrutar del logro alcanzado en sí, sino más bien del proceso para llegar a ese logro: el artista gozaría más plasmando colores con miles de pinceladas que de hecho firmando el cuadro completado, el chef preparando el guiso que viéndolo desaparecer camino a la mesa de un huésped, el escritor ideando una compleja trama que cerrando con un editor la publicación de su obra, o nosotros mismos preparando y anticipando un viaje durante meses que, una vez disfrutado, nos deja en esa extraña sensación de vacío - o casi de pérdida.

Muchos corredores aficionados no corren necesariamente para ganar una maratón; corren por el proceso en sí de correr. En las empresas no buscamos trabajar solo a cambio de dinero, sino por el propio propósito de valor que pueda aportar esa labor por la que nos pagan. Si comer fuera solamente una cuestión de llenar el estómago, no ritualizaríamos nuestra presencia en sofisticados restaurantes cada viernes con buena compañía. Si el sexo fuera tan solo el camino para perpetuar nuestros genes, las tiendas eróticas venderían solamente pañales.

Imaginamos por ejemplo que conseguir la promoción en nuestra empresa a un puesto de jefatura nos hará más felices. Y cuando lo conseguimos, en efecto, lo estamos – durante unos seis meses aproximadamente, que es el tiempo que tardamos en a) re-acomodar nuestro nivel de gastos financieros al nuevo nivel de ingresos y b) llegar a la conclusión –casi siempre desde un plano subconsciente- que, en fin, esto tampoco nos ha reportado tanto placer, por lo que hay que ir pensando en el siguiente puesto al que ascender. En otras palabras, la habituación al estímulo actual nos lleva a querer buscar más del mismo estímulo siquiera solamente para conseguir el mismo placer.

El mismo mecanismo que la cocaína.

__________

La emoción que menos perdura es la sorpresa. Por eso, una vez logramos y somos conscientes de un logro extraordinario (una promoción, un record del mundo, un reconocimiento público, un hijo en la universidad), rápidamente nos habituamos a él… y nos comienza a saber a poco.

De ahí derivaría nuestra propensión a considerar que más será siempre mejor, llevándonos a correr como ratas en la rueda de la jaula hasta que un domingo por la tarde comenzamos a intuir que no importa cuán elevado sea ese más, en realidad jamás será suficiente, y situándonos a partir de entonces en un dilema vital: si renunciamos a lograr más, nos sentiremos faltos de motivación, de estímulo, como si deambuláramos inanes en una vida de la que ya no deseamos pedir nada; pero si seguimos en esa carrera de más, más, más, nos daremos cuenta que, por rápido que corramos en esa rueda, jamás saldremos de la jaula: antes o después, todo nos parecerá insuficiente.

Pero además, añadamos que una inmensa cantidad de personas no tienen ni la más ignota idea realmente de cuáles son sus sueños. Saben, sí, los sueños que deberían tener –los aprendidos de su entorno-, o los que creen que quieren – pero que son tan maleables y cambiables que, muy raramente, serán a día de hoy lo mismo que hubiéramos jurado íbamos a querer hace una década.

Pensamos que lo que querremos cuando tengamos 70 años es lo mismo que queremos hoy con 45, solo que con más de lo que nos gusta hoy y menos de lo que no nos gusta hoy. El problema es que no se puede pensar con 45 años como si tuviéramos 70, del mismo modo que un niño de 5 años no puede imaginar si con 30 quiere ser médico como hoy afirma rotundo: ni tiene la experiencia, la perspectiva, ni el software cerebral, como para tomar esa decisión con criterio. Podrá imaginar qué es tener 30 años, pero nunca saberlo.

Por eso es tan frecuente que con el tiempo cuestionemos cualquier decisión de cierta duración que hubiéramos adoptado: nos guste o no, tras seis años se producirán los primeros conflictos serios matrimoniales; tras quince años de carrera profesional consideraremos cambios laborales drásticos –cuando se produce un pico en emprendimientos-; y cerca del 100% de los que concluyeron la universidad con 25 años se darán cuenta a los 30 de que se equivocaron de estudios pues tomaron una decisión académica de trascendencia con 18 a pesar de que la madurez biológica ronde los 25 – y eso sin ser conscientes aún de que a los 40 se preguntarán de todos modos qué demonios están haciendo con su vida tras darse cuenta de que no se parece en nada a lo que hubieron imaginado.

Pero no todo está perdido.

Paradójicamente, es gracias a nuestra insatisfacción personal que nuestro progreso vital es posible:

Tener sueños claros y perseguirlos nos reporta de hecho una mayor motivación que lograrlos: nadie se mueve (y logra, generando dopamina y bienestar) para conseguir nada que le es ya regalado.

El sencillo hecho incluso de planificar el alcance de esos logros moviliza nuestros recursos personales: tomar acción nos otorga más poder que seguir poniéndole la otra mejilla a las circunstancias. Más dopamina.

Y, finalmente, hallar un sentido existencial es una de las necesidades básicas de todo ser humano con el estómago lleno y dos dedos de frente: como meramente sobrevivir se nos antoja algo limitado, buscamos encontrar un sentido plausible a este pandemonio que llamamos existencia.

Por tanto, no nos lamentemos si no alcanzamos nuestros sueños:

El mero hecho de saber que hay una meta final que lograr es la mejor razón para continuar caminando hacia ella - aunque nos importe un carajo llegar últimos. Qué más dará.

Saber que podemos lograr siquiera llegar a ella nos inspira e impulsa más que rememorar lo ya logrado desde la neblina del pasado.

Y, quizás, simplemente saber que tenemos la posibilidad real de llegar a ese sueño sea, después de todo, lo que nos hace sentirnos vivos.

Profundamente vivos.

Aunque nunca lo alcancemos.

:::::::::::::::::::
Experimenta el fin de semana de desarrollo personal definitivo, centrado en tus propias metas - y sin chorradas. Con Gregory Cajina y Eduardo Tejedo. Ibiza, mayo 2016 [¿Más info y ofertas especiales? En info@incentivosibiza.com]