miércoles, 9 de abril de 2008

Tempus Fugit Deprisa

(Gracias a Carles Ruiz-Feltrer, Coach, por el post. Contacta con él aquí)

He tomado prestado el título de una inscripción que figura en un reloj de sol en el municipio de Sarriá de Ter (Girona) a la que hace referencia el conocido filósofo Josep M. Terricabras* al hablar de nuestra experiencia del tiempo. Un tiempo, por cierto, repleto de paradojas y escurridizo en lo que se refiere a su existencia. Hablamos de un tiempo pasado que no existe, de un tiempo presente que es pasado con solo pronunciarlo y de un tiempo futuro que todavía no es. Pero todavía es más paradójica nuestra relación con él.

Hace unos días vi en televisión un spot publicitario de una conocida marca de comidas preparadas, Frudesa, que captó mi atención y me hizo pensar en el libro de Gregory Cajina. La acción se desarrolla en un establecimiento tradicional de venta de bebidas y alimentos – el colmado de toda la vida - en el que entra un niño y le dice al que parece el propietario: “Quiero comprar una hora del tiempo de mi madre”. Después de unos segundos de desconcierto, el dependiente da con la solución al enigma: los platos preparados de la marca. La verdad es que el anuncio me encantó.

En mi actividad profesional, también en la personal, la gestión del tiempo ha pasado a ser uno de los temas recurrentes de conversación. Antiguos compañeros, clientes, colaboradores o amigos te confiesan que uno de sus grandes problemas es la organización y la gestión de su tiempo. Tienen la sensación que su agenda tiene vida propia y se rebela de manera continuada para evitar hacer todo lo que en ella se prevé o se escribe. Cuando vas profundizando a través de la mejor herramienta de conocimiento, la pregunta, descubres muchas cosas:
  1. ¿Sabemos lo que queremos? Existe una falta generalizada de formalización consciente de nuestros objetivos, de aquello que queremos conseguir, en nuestros distintos ámbitos de la vida.
  2. ¿Cómo lo podemos conseguir? Fruto de lo anterior, no existe una verdadera planificación activa del tiempo. Las agendas se construyen más bien a partir de las necesidades de tiempo de los otros y de los hechos consumados. Ya se sabe, “no hay vientos favorables para aquellos que no saben a dónde van”.

Así pues, la raíz del problema estriba en la falta de una consciencia clara de que queremos ser y hacer. Debemos explicitar nuestros objetivos así como las tareas que deben conducirnos a alcanzarlos. Sin eso, es lógico que nos falte tiempo porqué vivimos en el tiempo de los otros. Pregúntate cómo puedes comprar tu tiempo de vuelta, nos propone Gregory Cajina, porque en ello está una de las semillas de tu prosperidad. La compra del tiempo está en la base del problema de la conciliación de vida laboral y vida familiar que se ha convertido en uno de los grandes temas de reflexión y debate en nuestra sociedad. Sin ir más lejos, en La Vanguardia del domingo 6 de abril encontramos un titular contundente en su sección de Tendencias: “Conciliaciones imposibles”. El subtítulo nos aclara un poco más: ”Cargos altos e ingresos elevados no facilitan que se compatibilice vida laboral y familiar”. Parece pues que se debe escoger: o ingresos elevados o vida familiar. Este es el falso modelo en que una modernidad mal entendida ha transmitido. Hemos promovido una cultura del trabajo que asocia eficacia a tiempo de presencia y no nos puede sorprender el resultado pues, como dice el refrán, “de aquellos polvos vienen esos lodos”.

La propuesta de Gregory Cajina ofrece la posibilidad de comprar muchas horas de tu tiempo para hacerte dueño de nuevo de tus días y meses para dedicarlos a lo que quieres realmente hacer, a tu pasión, a tu visión, a tu sueño. Te ayuda a tomar consciencia. Viktor Frankl** dice que nosotros no nos inventamos el sentido de nuestra vida sino que lo descubrimos. Lo descubrimos cuando respondemos de manera personal y única a los retos y situaciones sobre los que la propia vida nos interroga en busca de sentido. Tempus fugit deprisa. No sabemos hasta dónde llega ni cuando acaba, pero sabemos que es finito. Diferir nuestra felicidad al futuro es cuanto menos un ejercicio arriesgado. “Pero saber que podemos decidir en cada momento qué queremos hacer con la vida que nos resta es una libertad que sí, puede traer algo parecido a la felicidad” ***




[*] Terricabras, J.M. (2003): El temps de l’experiència (El tiempo de la experiencia), en El temps i la humanitat (El tiempo y la humanidad). Edicions 62. Barcelona.
[**] Frankl, V. (1979): El hombre en busca de sentido. Herder. Barcelona.
[***] Cajina, G. (2007): De empleado a millonario. Díaz de Santos. Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario