Cuando se confunde una orientacion al servicio o ayuda a otros con un mensaje de incapacitación, puede ser seductor dejarnos llevar por lo segundo creyendo que es lo primero.
Me explico.
Caso 1: un individuo se encuentra ante una situación complicada, difícil, novedosa. Solicita ayuda a otra persona, quien le proporciona guía, consejo, recursos… para que nuestro protagonista consiga hacer lo que necesita por sí mismo. Idílico, pero posible.
Caso 2: mismo escenario. Nuestro ‘ayudante’, de malas formas, le dice a nuestro protagonista que ‘no sabe, no tiene ni idea, quita que ya lo hago yo’. Hostil, en efecto, pero clarito, clarito. Sin conservantes, ni colorantes.
Caso 3: en un escenario similar, nuestro individuo vuelve a solicitar ayuda. Esta vez, sin embargo, la persona que le presta esa ayuda, decide realizar la tarea por él, pero con amabilidad – esa cortesía de doble filo tan esquiva. Las razones pueden ser muchas: ‘es mas rápido si lo hago yo’, ‘así puedes hacer tu otra cosa’, ‘no te preocupes’, etc. Pero el mensaje puede ser, al igual que en el caso anterior ‘no sabes, quita, que ya lo hago yo por ti’ – aunque estas palabras nunca se verbalicen en voz alta. El ayudado, definitivamente, se queda en su zona de comfort. El ayudante, quien sabe, quizás este satisfaciendo una necesidad por sentirse útil… a costa de incapacitar a los demas.
Y luego esta el barroquismo de este principio. Hace la torta de años tuve un jefe que tenía lo que llamábamos el ‘Síndrome de Mesías’: primero creaba un problema tremendo enfrentando a departamentos diferenciados… para despues erigirse como salvador al aportar la mediación y resolución (en fin, un decir) del conflicto – concluimos que operaba de este modo porque a) su trabajo, realmente, era innecesario y tenía que mantenerse ocupado (o, al menos, aparentarlo); b) una escasez en su infancia (que difícil es calibrar la atención que hay que dispensarle a los hijos); c) el calorcito de su butaca de cuero negro habia que preservarlo aparentando ser más alto… asegurándose para ello de que los demás quedaban más abajo.
Sutilmente, claro. No vaya a ser que se note.
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