Tras ver el (pen)último escándalo de corrupción en este país que salpica al principal partido de la oposición, tras leer acerca de los pecadillos de los obreros de la Iglesia Católica (nada menos que con infantes), tras ser testigo directo de la inadecuación de los principios clásicos del matrimonio para toda la vida (o de las -comúnmente establecidas- relaciones sentimentales en general), tras haber conocido a individuos en corporaciones cuyo máximo interés era enriquecerse brutalmente a costa del de abajo, tras constatar escándalo tras escándalo tras escándalo en organizaciones supuestamente intachables (Organismos Internacionales, Gobiernos, Ministerios, ONGs, Sindicatos, Patronales...), al final uno se pregunta si esa corrupción siempre fue así (Homo Sapiens somos, tiempo ha) y si la única diferencia en la actualidad es que nuestra sociedad, hipercomunicada, destapa en horas corrupciones, tramas, ardides, intrigas y demás juegos de individualismo (que no individualidad) canibalizante que siempre caracterizaron a nuestra especie.
O juegas al juego (adoptando una posición de ganador, perdedor, competidor) o te intentas aislar, apear del mundo.
¿Acaso la vida es tan decepcionante?
La realidad es que a la vida (al Universo, al mundo, o como lo denomines), parece que le es insultantemente indiferente lo que nosotros llamemos decepcionante, bueno, malo o magnífico: el mundo sigue girando completamente igual, haya sufrimiento o dicha en los miles de millones de homínidos que poblamos esta tierra llena de (según algunos científicos, por accidente) vida (entendiendo por vida a nivel macro la reacción química, eléctrica, molecular, proteínica que hizo que algo empezara a intercambiar energía y materia con el agua de nuestra querida Tierra hace tantos millones de años que no existía ni lo existente).
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Al final, el significado de la vida de cada cual (a nivel micro) no puede encontrarse. Menos mal. Es más bien un trabajo de construcción - como cuando Miguel Angel, preguntado acerca de su magistral Moisés, replicó que él se limitó 'a sacarlo del bloque de mármol donde estaba oculto'.
Hablaba con un profesor de ética (no religioso) hace unos días quien me dijo que él no enseñaba nada, sino que su profesión era preparar a sus alumnos para que abracen su futuro.
Para un observador externo con prisa, el trabajo de este profesor es el mismo, se mire como se mire (enseñar ética). Para él, por el contrario, no consiste en ejercitar una tarea diariamente en la escuela (dar clase), sino que hace años acordó consigo mismo que tenía la, sí, Misión de acompañar a sus alumnos adolescentes en la transición a la vida real adulta. Sin aditamentos dogmáticos ni creencias a- o para-científicas.
Táchesele de chalado, si quieren. De hereje.
Sin embargo, esta es su verdad; así la manifiesta. Y así es feliz.
Aunque su Gobierno ande atareado en otro (pen)último escándalo.
'Individualidad', me decía - no 'individualismo', Gregory. 'Los individuos quieren conocer, conocerse, descubrir y descubrirse. Esa es la clave'.
Definitivamente, es hora de dejar de leer los periódicos.
Supongo que por eso, amigo mío, no leo el periódico jamás. Ni veo las noticias. Prefiero leer tu blog :-) ...
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