jueves, 28 de febrero de 2013

Tiempo de no-decisión

Los seres humanos seremos pensantes.

Quizás, incluso, inteligentes.

Lo que raramente somos es racionales.

Tomamos decisiones en una fracción de segundo desde el subconsciente, de manera íntegramente emocional, y en función de nuestro equilibrio bioquímico a esa hora, cómo hayamos dormido, nuestros anhelos, nuestras frustraciones. Incluso dependiendo del día de la semana.

Esa decisión emocional (i-racional) posteriormente pasa al plano consciente (el córtex: lo que, se supone, nos hace inteligentes) y hallamos entonces las magníficas razones para 'validar' lo que, de todas formas, 'ya habíamos decidido' para que sea coherente con el concepto que tenemos de nosotros mismos ('seres inteligentes, racionales, pensantes').

Por eso, seamos humildes:

Pensemos, racionalicemos, escrutemos, reflexionemos profundamente cada decisión antes de abordarla.

Posiblemente solo conseguiremos perder el tiempo hasta que nos decidamos a dar el paso.

Eso sí: nos sentiremos mejor con nosotros mismos demostrándonos, una vez más, nuestra superioridad inteligente en el Reino Animal.
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Y mientras tanto, la Bella Oportunidad pasará de largo, aburrida de esperar, buscando un mejor pretendiente que la corteje.
 

miércoles, 27 de febrero de 2013

Lo que significa 'ser fuerte'

Es vano intentar convencernos de ser duros para que nada, nadie nos lastime:

El cerebro sano y el sistema nervioso están diseñados para sentir, empatizar, manifestar emoción.

Y dolor.

Antes o después: todo el mundo es lastimado.

El fuerte no es quien previene que esto suceda: para amar y exponerse al dolor hay que ser, de hecho, muy valiente.

El fuerte, en realidad, es aquel que, aun habiendo sido lastimado, vuelve a arriesgar -- aunque desde un plano de mayor sabiduría: sería de necios no aprender de la cicatriz.

Y el fuerte, finalmente, es el que *sabe* que, pase lo que pase -- hallará la opción que necesita.

Aunque duela.

martes, 26 de febrero de 2013

Poniendo trabas

Para un mediocre, nunca estará bien:

Si lo estás haciendo bien (a sus ojos), es porque 'estás teniendo fortuna'.

Si no lo estás haciendo bien, le faltará tiempo para reconvenirte: 'ya te decía yo que no podía funcionar'.

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El mediocre siempre, siempre 'tiene razón'.

Es una de las cosas más fáciles que alguien con sed de logro-de-cartón-piedra puede conseguir con rapidez.

Pero no es esa tu batalla.

Tu juego en la vida no es *tener razón* -- como el de los mediopelo:
 
Es tener una Labor demasiado alucinante como para distraerte regalando razones a quien te hace perder un tiempo que no te sobra.

lunes, 25 de febrero de 2013

¿Más mentores, menos coaches?

Muchas veces lo que alguien necesita realmente es un mentor, no un coach.

El primero enseña a un aprendiz hasta el nivel de un fuera de serie en una disciplina muy concreta de las artes, las ciencias, la economía. Es una relación de años.
 
El segundo facilita a un cliente la toma de elecciones efectivas en la vida. La relación no suele superar un año como mucho.

Hay varios problemas que hacen que la elección entre mentor o coach lleve frecuentemente a escoger erróneamente:

1) Un buen mentor es un auténtico Maestro en su campo. No hay mentores 'malos'.

Para ser un buen mentor no hay título acreditativo y se necesitan décadas para ser extraordinario.

Para ser coach, se puede obtener un título en semanas -- si no días.

2) En España (a diferencia de, por ejemplo, EEUU) no hay ya casi cultura de 'aprendices': se considera, quizás por pudor o por arrogancia, 'inferior' el que alguien guíe a otro una vez se es adulto. Mucho tiempo y c*gadas por el camino se ahorraría uno si se dejara (bendita fortuna) 'tutorizar' por un mentor excelente.

3) Paralelamente, no hay tantos ultra-especialistas que deseen compartir lo que saben para devolver a su sociedad el éxito que esta les entregó: hay que ser muy generoso y tener muy alta autoconfianza para elegir a un aprendiz a quien guiar hasta que este levante el vuelo solo.

Lo que inquietaría de todo esto es:

¿Acaso necesitamos muchos, muchísimos más mentores que coaches para una mayor prosperidad de individuos y sus tribus?

Pero esto llevaría años de preparación -- y solo hay una escuela sólida de mentoring:

La que da las miles de horas de excelencia tras cometer docenas de errores sobre el terreno, embarrándose las manos.

Muchas equivocaciones para las que hay que ser muy valiente para encararlas.

Todos los mentores tuvieron ese coraje.

Pero ¿y los coaches?

viernes, 22 de febrero de 2013

8 Falacias del Coaching (parte 2/2)

(Continúa desde la primera parte)
 
#5 - Todas las respuestas están *dentro* de uno.
 
Si así fuera, nuestro grado de presciencia sería tal que, o no tendríamos problemas, o los eliminaríamos nada más producirse pues tendríamos la respuesta de manera inmediata.
 
En suma: jamás nos pre-ocuparía nada. No habría motivo.
 
Por mucho coaching que se haga, uno no puede ayudar a entresacar a un pollo cómo trepar árboles.
 
Muchas, muchísimas veces, hemos de aprender algo para avanzar – y ese algo se encuentra 'fuera' de nosotros.
 
El proceso de aprendizaje no es solo reflexivo, sino experiencial. Y para eso hay que exponerse a situaciones a las que aún no hemos sido expuestos.
 
No: no todo está dentro de nosotros.
 
Salvo lo que hacemos con nuestras experiencias.
 
Olvidarlas.
 
O usarlas.
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#6 - La aseveración 'he estudiado coaching' con (nombre de tí@ importante) como garantía.
 
Falso. Tanto como decir que un licenciado en Medicina es un buen médico o uno en Derecho es un buen abogado porque han tenido a una eminencia como profesor/a. (Excepción: mentoring personalizado a lo largo de muchos años de guía).
 
Se puede aprender a sacarse un diploma con alguien que dice tener la autoridad para bendecir contenidos ('lo que debes aprender como coach es lo que yo te digo') y certificar su superación, lo cual significa dos cosas:
 
1) Que han estudiado con alguien que se inviste de autoridad para bendecir contenidos.
2) Que ese alguien ha certificado que el alumno ha pasado las pruebas diseñadas por el primero.
 
Poco más.
 
Sacarse el carnet de conducir no quiere decir que sepamos conducir 'bien' o cómo funcionan las entrañas de un vehículo: ¿sabemos realizar una conducción evasiva? ¿sabemos qué hacer si patina el coche sobre hielo en una curva en un puerto de montaña al borde del barranco? ¿sabríamos qué hacer cuando una piedra golpea y agrieta completamente el parabrisas mientras vamos a 120km/h y de repente no vemos nada por el cristal? ¿o cambiar un faro mismamente?
 
Del mismo modo, en la instrucción del coaching es frecuente encontrar quien te inunda con botones, palancas y pedales: herramientas e instrumentos de calibración para medir cómo una persona (cliente) 'es' – sin ahondar (no 'mencionar' o 'esbozar': ¡ahondar!) en las neurociencias, las entrañas del cerebro.
 
No se 'aprende' a ser coach; el coach se 'vive' en las propias carnes: enséñame con tu ejemplo personal de avance, no con los contenidos que puedo hallar en Google.
 
En el momento en el que usamos el pasado ('he aprendido coaching', 'he estudiado coaching') o el presente ('soy coach')... ya nos hemos quedado obsoletos.
 
Un buen coach funciona en gerundio ('estoy -permanentemente- aún aprendiendo a ser un buen coach').
 
La complacencia va de la mano de la obsolescencia.
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#7 – Un coach certificado por (XYZ) es una garantía.
 
¿Garantía de qué?
 
El Dalai Lama, Michael Jordan, ese amigo desconocido en Facebook o, ya que estamos, Sócrates no están pomposamente certificados pero sus propias vidas parecen ser un buen ejemplo de desarrollo de potencial humano.
 
Si buscas un buen coach, no, un coach excepcional, búscale por credibilidad e integridad de primera mano – no por su fama o titulaciones.
 
No todo lo que brilla es oro.
 
Y no todo el oro brilla.
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#8 – 'Me siento bien tras la sesión, por tanto me han hecho un buen coaching'.
 
Cuidado con los acaricialomos.
 
Entendamos de una vez - el coaching es, debe ser, incómodo: te lleva a zonas no-exploradas más allá del calorcito de una rutina predecible o una situación subóptima pero conocida.
 
Aprender, muchas veces, lastima, duele, hace pupa: afloran las inseguridades, los límites, los prejuicios, los vericuetos del autoconcepto, los miedos, los 'fracasos' de antaño, las expectativas que, en realidad, son de la sociedad inmediata.
 
Casi siempre se parte de hoja en blanco – pero con todos los lápices de la experiencia que te has ganado a pulso... y los que te quedan aún por conseguir.
 
Si tu coach va directamente a 'ayudarte' (déjale claro que no necesitas ayuda, demonios, solo 'apoyo') a definir tus objetivos, despídelo.
 
Es como preocuparte por el color de la pared del baño del tercer piso cuando aún no has comenzado a cimentar los pilares del edificio. De hecho, ni tienes claro los planos de la casa. O siquiera si lo que deseas es una casa.
 
Hay que comenzar con la Misión, continuar con las visualizaciones y cerrar con los metaobjetivos.
 
Una vez eso esté a prueba de balas (y esto lleva su tiempo: todo pastel requiere su tiempo de horneado), entonces sí, tritura tus objetivos a conciencia:
 
Establece listones, súbelos más, crea contactos, oportunidades, créate a ti mismo, desmenuza tus fechas-tope, recompénsate, vuelve a intentarlo cuando el objetivo esté mal definido o las circunstancias cambian (tienden a hacerlo, sí) y, sobre todo, persevera un paso más allá de la extenuación.
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Nadie dijo que el camino deba ser fácil. Pero la meta, si está bien definida, siempre, siempre, siempre lo merece.
 
No necesitas a un coach para crecer.
 
Pero cuando encuentras a uno fuera de serie – ah, entonces sí: abróchate el cinturón, pliega la mesita y pon el respaldo en posición vertical:
 
Tu despegue será inminente.

jueves, 21 de febrero de 2013

8 Falacias del Coaching (parte 1/2)

#1 - El coach no juzga, no interpreta a su cliente.
 
Si esto fuera así, el coach sería un androide.
 
Precisamente lo que nos hace humanos es la 'interpretación' de nuestra realidad - incluyendo en esa realidad a otros humanos - a través de los filtros externos (nuestros sentidos) e internos (nuestras creencias, experiencias, anhelos...) Es imposible ver la realidad como 'es': la vemos como la deseamos ver.
 
Por mucho que queramos, es imposible no 'valorar' lo que otro humano dice o hace. Cualquier esfuerzo de control es conscientemente represivo ('no debo juzgar, no debo juzgar' reza el mantra del coaching académico), pero esto únicamente es posible *después* de haber ya interpretado (un acto no volitivo del inconsciente, fulminante, incontrolable -- tan reptiliano como cuando se dilata la pupila al ver a alguien sexualmente interesante). Es como ponerle una correa de veinte metros a un galgo: cuando te quieres dar cuenta, ya está a plena velocidad y solo queda intentar frenarlo con fuerza bruta.
 
Y eso solo en aquellos coaches que se esfuerzan en post-reprimir el pre-juicio: consume muchísima energía (glucosa) estar tan tan consciente de la observación de uno como coach que, necesariamente, hay que escoger entre esta y la atención plena al coachee. Forzosamente una u otra estarán frecuentemente en un nivel subóptimo.
 
Toca escoger.
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#2 - Las preguntas poderosas/potentes son aquellas que no son directivas.
 
Es muy muy difícil formular preguntas no ‘cargadas’: nuestro tono, modulación de voz, la elección de las palabras, nuestra comunicación no verbal, puede condicionar (de hecho, condiciona) la respuesta del interlocutor. Los anglos lo llaman 'priming'; el mismo mecanismo que hace que agarres esa chocolatina al lado de la caja del supermercado cuando sabes que no debes.
 
Preguntar '¿qué más puedes hacer?', dependiendo del tono, puede transmitir el mensaje de 'olvídalo, estás perdido' o '¡haz algo, demonios!'
 
Es imposible no ser (siquiera moderadamente) directivo sin parecer un software de reconocimiento de voz.
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#3 - El coach no enseña.
 
El coach *sí* intenta enseñar – sobre todo si ha invertido miles de horas en su propio desarrollo y desea compartir (que suele ser el caso) lo que sabe para beneficio de otros.
 
Ahora bien: una de las cosas que debe enseñar igualmente es que el coachee/cliente ignore aquellas cosas que el coach comparta y que no le sean útiles (sí: sucede).
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#4 – El coach no asesora.
 
Sin embargo, a veces, lo ético, precisamente, es que aporte propuestas (ojo: no soluciones, no decisiones) para ser ponderadas por el cliente/coachee para que salga de una tierra de nadie o de un bloqueo.
 
Si el coach tiene un contacto que podría ser útil para el cliente, lo moral es que lo comparta con su cliente.
 
El objetivo no es 'hacer coaching de manual' sino 'obtener resultados'.
 
(Continuará)