martes, 5 de mayo de 2009

Reinventarse

He perdido la cuenta de amigos y colegas que han sido despedidos o están en la vía de estarlo.

Algunos de los que 'se quedan' en sus empresas, están estresados, alienados, sin mayor perspectiva ni motivación que poder cobrar a fin de mes... que vistas las cosas, no es poco.

Pero volvamos a los primeros. Se encuentran en la calle, con títulos, masters, doctorados bajo el brazo, experiencia suficiente para ruborizar al lerdo que les despidió y unas ganas y motivación por seguir aportando valor a su entorno que nuestro mercado laboral (y nuestra economía pseudoficticia) de(s)precia.

Otro caso real: tipo de Marketing con perfil y CV de una solidez por la que se pagaban miles de euros hace apenas una década. A cambio de ese dinero, se compraba su lealtad (y tiempo) a una empresa que le permitió vivir 'como siempre quiso'. Nuestro tipo de Marketing se dió cuenta una buena mañana que, prácticamente, lo único que hacía a lo largo del día era reunirse y llamar por el móvil (para reunirse, por cierto). Ah, y los emails. No muy productivo se sentía él, no. Pero, ciertamente, el salario lo valía.

Tenía dedicación exclusiva a su empresa (también llamado 'matrimonio empresarial') y todo le iba bien mientras preservara 'el modo en que hacemos las cosas aquí'. Perfecto.

Pero, al igual que en el matrimonio (donde la diferencia entre un 'hada madrina' y una 'bruja' son 10 años de convivencia), el idilio y la luna de miel pasó a ser una relación de conveniencia. También perfecto... Mientras la economía estuviera en fase expansiva.

Algo en lo que la economía ya no está.

Nuestro tipo es despedido y, con su caja de enseres, títulos, idiomas, y experiencia, se lleva además una caja de cristal (como la llama un socio mío, Enrique).

Una caja que no ve, no siente, no percibe. Inmaculadamente transparente... y virtualmente hermética.

Esa caja es el Ego - que nos encierra.

Es lo que yo creo que debo ser - no lo que soy.

Es lo que mi sociedad me ha dicho que debo hacer - no lo que quiero hacer yo.

Es la apariencia de lo que uno considera es más bonito de si que lo que se ha atrevido a ver (de veras) de si mismo.

La caja que le impide darse cuenta de que, por cada CV que envía a una empresa para solicitar una entrevista para un puesto que no existe, hay 150 personas al menos igualmente capacitadas para ocupar ese rol.

La caja que aporta una solución a este entuerto: seguir mandando más y más y más CVs. Vulgo: buzoneo (¿acaso nos sirve algún papel publicitario con los que nos inflan los buzones cada día? Pues con los CVs pasa lo mismo).

Lo más gracioso: uno de mis clientes (una consultora) me dice que 'tiene problemas para encontrar gente buena'.

Normal.

El candidato considera que merece más que lo que le ofrecen (lo cual, por cierto, suele ser razonable).

Y la empresa sigue pensando que el trabajador medio tiene la misma formación y capacidad de decisión que a finales del XIX.

Y mientras, los listos, se van reinventando a sí mismos. Como mi buen Pablo, quien se autodefine como el 'ingeniero-tendero', un tipo que ha salido de la rueda del 'consultor-macho-alfa' para montar una franquicia de, eso, mantelería y demás productos para el hogar.

¿Parece sencillo?

Pensándolo bien, ¿cuántas decisiones toma uno realmente, y cuántas toma la persona que creemos que somos/debemos ser/nos gustaría creer que somos?

Es momento de reinventarse. Rediseñar la profesión de cada uno. Ser nosotros nuestra marca: Pedro García, Sociedad Anónima. María Cuadras, Sociedad Limitada.

'Pero... yo no veo la caja de cristal'.

Eso es que, tal vez, las paredes de esa caja están muy limpias.

Mira bien.

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