Por un lado, que el cambio es lo único permanente, parece que lo tenemos claro - al menos la teoría.
Por otro, las personas tendemos a buscar aquello tan etéreo de definir como es la felicidad - como quiera que cada uno la concibamos.
A lo extensamente escrito hasta el momento en el mundo académico acerca de esto último, me permito añadir, como cóctel de la felicidad, la interacción de tres éxitos: personal, profesional, financiero - un equilibrio que es único para cada uno y que suele evolucionar según la edad y la experiencia de cada individuo.
Que ese equilibrio se modifica por circunstancias de la vida, es claro. Muchas veces, de manera impredecible... como en muchas ocasiones la vida se comporta. Pero, por algún motivo, se nos invita a 'comprar' unas argucias, disfrazadas de herramientas que, aparentemente, salvan la permanente (in)seguridad de lo (in)seguro - pero que acaban rindiéndose ante la evidencia de su propio peso con el tiempo.
Y dejándole a más de uno con la cara de ¿pero de qué va todo esto?
Algunas de esas herramientas ficticias son:
- Éxito Profesional: los contratos indefinidos en las empresas, las carreras 'con salida', la adicción a la nómina de un empleador, buscar un trabajo que 'me realice'.
- Éxito Personal: los amigos-para-siempre, las redes sociales... sin socios visibles, los enlaces matrimoniales vitalicios, los hábitos que enganchan y merman el cuerpo o la mente.
- Éxito Financiero: los seguros contra-todo, las hipotecas a 40 años, los fondos de inversión en activos que ni el comercial del banco sabe identificar.
Sopésenlo. Cuanto antes lo perciban, antes dejarán de trabajar para esos vendedores de...
... miedo.
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