Ahora que andamos inmersos en plena campaña electoral (menos mal que solamente son dos semanas: no tengo yo tan claro que tanta pegada de carteles y debates realmente convenzan a tantas personas a cambiar su voto, y todo este jaleo ya empieza a aburrir) uno se plantea, de veras, si el sistema democrático es tan bueno como nos dicen que debe ser.
Me explico. Según la RAE, la democracia es:
1. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno.
2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
El propio Churchill admitía que la democracia era el menos malo de los sistemas – pocos estadistas (‘estadistas’, no solo políticos) estuvieron en situación de opinar al respecto al haber sido testigos cercanos tanto de la democracia más pulcra como de la dictadura más sangrienta.
Sin embargo, la democracia o ‘la dictadura de la mayoría’ tiene también sus aberraciones: Hitler ascendió en 1933 democráticamente al gobierno alemán (las consecuencias las vemos hasta nuestros días). O, incluso, más en la actualidad, Hamas fue elegido democráticamente en los Territorios Palestinos. En ambos casos, el pueblo intervino en la determinación del tipo de gobierno que eligieron. El proceso electoral, supuestamente, fue limpiamente democrático. Sin embargo, ambos partidos tenían/tienen en su base fundacional un principio de destrucción de otros, lo cual realmente requiere muchísima energía, dinero y tiempo… que podría centrarse en algo un poco más complejo y práctico: procurar el bienestar y prosperidad del pueblo que les otorgó el poder. Que ya es difícil de por sí.
Cuando estuve viviendo en Suiza, pude constatar que las propuestas no se llevan a cabo hasta que se agotaba su debate, en la pretensión de satisfacer al máximo número posible de ciudadanos. Nada de brechas tan profundas como las que están pasando estos días en España.
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Pongamos que soy IBM y convoco elecciones a elegir al Director Financiero. Sin duda mis empleados escogerán a mi querido amigo Pedro: un político buenísimo (sus conversaciones de café son de lo que uno no se encontrará jamás en la cafetería del Congreso), pero que se lleva tan mal con los números que necesita una calculadora para comprar un periódico. Mal augurio para mi empresa, me temo.
Todavía no he visto en ninguna empresa u organización el que se elija a su Comité de Dirección, CEO o Presidente… mediante una votación de los empleados. Sería ridículo. La selección de los miembros directivos y ejecutivos suele (no siempre) realizarse buscando a los mejores que puedan cumplir una serie de criterios: experiencia contrastada, relaciones, cartera de clientes aportados, etc.
A esos mismos directivos se les pagan unos emolumentos que corresponden con el presupuesto (gastos o facturación) que se espera alcancen o gestionen: cuanto mayor es esa cifra de responsabilidad, mayor salario puede esperar el individuo. En parte, este sistema es consecuencia de sesudos análisis para objetivar (cuantificar en números) la responsabilidad de cada puesto en lo que en Recursos Humanos se llama Valoración de Puestos.
Y sin embargo, en todos los Estudios de Clima Laboral siempre sale lo mismo: el empleado quiere mayor involucración en las decisiones; el directivo no sabe lo suficiente, no escucha…
El empleado medio pide democracia en un entorno en donde, sí, tiene que haber liderazgo-no-democrático.
Vulgo: ‘yo-mando-y-tú-obedeces’. Y si no te gusta, ya sabes.
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Por su parte, en las instituciones públicas (desde las universidades a los gobiernos) se elige a sus máximos mandatarios por elecciones democráticas… dando pie a la llamada ‘política’, o sea, satisfacer (diciendo o prometiendo lo que sea) las expectativas del máximo número de personas para que le entreguen su voto.
El fin es conseguir esa ‘dictadura de la mayoría’ que puede situar/sitúa a casi un 50% del electorado (sea de la tendencia que sea) en tensión.
No importa que el Ministro de Economía de turno, por poner un ejemplo, no sea economista-gestor. Que el de Defensa no sea un militar-gestor. Que el de Sanidad no sea un médico-gestor. Que el de Exteriores no sepa ni hablar otro idioma, etc. Lo que importa es que el pueblo me vote para poner al frente de un ministerio, alcaldía, concejalía, etc. a un cargo-político-no-experto-en-el-área-que-gestiona.
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Adicionalmente, cada voto vale lo mismo: Es indiferente que el que se acerque a la urna sea capaz de declinar en latín de arriba abajo el programa electoral de propios y extraños (por tanto, supuestamente, votando con conocimiento de causa, sea del color que sea), o que el que vota vaya al colegio electoral, simplemente, porque un candidato ‘es más majo’, porque el otro ‘es un rojo/fascista’ (u otras lindezas ramplonas) o porque está en un grupo social (familia, entorno, empresa) en donde pesa un partido u otro.
De tal modo que la mayoría es la que tiene razón. Y si no hay mayoría, pues a coaligarse tocan, aunque sea entre formaciones con ninguna compatibilidad (todo sea con tal de que ‘no gobierne el otro’).
Y esto para manejar los miles y miles de millones de euros en presupuesto para gestionar un país.
Comparemos, pues, de nuevo:
- Empresa que gestiona millones de euros => selecciona directivos competentes y con experiencia.
- País que gestiona miles y miles y miles de millones de euros (¡de nuestro bolsillo!) => gobierno elegido por una población compuesta por un 40% de individuos que no votan y un 60% que votan con información parcializada y subjetiva.
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Pero claro, la alternativa, hasta que se inventen un sistema mejor, es la dictadura que, sí, representa académica y técnicamente hablando un tipo de Liderazgo (Reddin lo hubiera definido como ‘autócrata’, Hay-McBer ‘coercitivo’.Yo lo llamo ‘mejor-emigra-del-país’).
Lamentablemente, ya hemos visto en la Historia a lo que llevan.
Me temo entonces que la especie humana está condenada a entenderse.
Y a formar coaliciones.
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Por cierto, recuerda votar por mi Director Financiero.
Ha prometido café para todos.
Te has referido a que determinadas personas elegidas por el pueblo asumen decisiones en nombre de todos, bien sea impulsando las politicas economicas (tipicamente la derecha) o bien las politicas sociales (tipicamente la izquierda). Desgraciamente hemos de decidir entre una u otra porque el capital no da para todo, no se puede a la vez invertir y consumir.
ResponderEliminarY aciertas, en mi opinion, en el punto de que se trata de una decision que las mayorias imponen a las minorias lo cual no quiere decir que sea lo mejor para unos u otros. Cuando unos pocos deciden por todos, siempre hay aximetrias en sus decisiones y hay unos que estan favorecidos y otros perjudicados.
De hecho, España viene de un extremo, el intervencionismo de derechas, personalizado en el reguimen, que apenas conoci, y parece (mi opinion) quiere pasar al otro, el intervencionismo de izquierdas.
Sin embargo hay una nueva dimension que creo se debe considerar y es CUANTO. Es decir cuanto poder obstentan, o de otra manera cual es el tamaño del estado.
En el caso de bajo intervencionismo, que seria el liberalismo, tenemos un efecto favorable y es cambiar la planificacion y los correspondientes subsidios por OPORTUNIDADES. En este escenario nadie excepto el propio mercado dirige el sistema, y cada uno de los individuos se pueden ubicar donde ellos quieran, en la parte del consumidor o en la del productor. Las coberturas se cambian por oportunindaes que el individuo devuelve a la sociedad.
La ventaja es que la creacion de oportunidades permite a un mismo individuo ser consumidor o productor en distintos momentos.
Para mi es la alternativa que dejas abierta.
Un test que refleja esa politica en 2 dimensiones:
http://www.revistaperfiles.com/pages/haz-nuestro.php
saludos,
Adolfo