Si un individuo siente envidia por el éxito del otro, no es culpa de ese otro el que esa envidia se haya generado: es el individuo el que debe mirar dentro de sí para hallar el germen de ese limitante. Por cada persona exitosa, hay cien deseando su mediocridad (o 'miedo-cridad').
Si un individuo siente celos cuando oye que su pareja habla con interés a/con/de otra persona, no es responsabilidad de esta última el 'causar celos'. Es el primero quien debe hurgar en su inseguridad para trabajarse y vencer a esos celos que coartan sus decisiones racionales. El amor enlaza suavemente con seda, no encadena con hierro.
Si un individuo siente miedo ante el salto de emprender, no consiste en culpar al paro, la recesión, al gobierno, o a los especuladores de lo nefasto que está el mercado. Es el propio individuo quien debe bucear en sus particulares miedos-excusa para no dar el paso. Relaciónese con emprendedores a los que les va bien. Pase de la botella medio llena a su botella 'miedo-vacía'.
Si un individuo siente temor ante el cambio, no es porque el universo haya sido creado para hacerle la vida imposible. Es el individuo quien debe perderle el respeto al miedo a caerse en una vida de por sí efímera, fugaz, y que acaba igual para todos.
Mirar afuera es lo fácil: siempre hay buenas razones para... tener razón.
Mirar adentro es lo valiente: responsabilizarse del todo-de-uno-mismo, sin culpa, es la semilla de la sabiduría.
Lo fácil. O lo valiente.
Una decisión tan sencilla. Unos resultados tan dispares.
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