Son ya unos cuantos experimentos los que parecen confirmar que pagar más ni necesariamente sube el rendimiento (o la productividad), ni incrementa la motivación.
Ahí queda el aviso a todas esas corporaciones que siguen subiendo los salarios de sus directivos a la estratosfera (a costa de los peones del tablero) en la creencia de que su desempeño será superior (incluso despidiendo a esos mismos peones para poder hacer frente a esos emolumentos).
De modo similar a los salarios de los futbolistas de élite (¿pero de veras creen ustedes que cuando una persona cobra 13 millones al año – pregunten si no al Real Madrid - está más motivada que si cobra ‘solo’ uno?), lo que de veras mueve a las personas, una vez se cubran unos deseos o necesidades (básicos) adquiribles con dinero (comida, techo, abrigo, ocio, y, hey, algunos caprichitos - por qué no) a involucrarse en lo que hacen proviene de razones estrictamente intrínsecas.
O sea, que un individuo motivado hace lo que hace, y lo hace bien, porque ‘le sale de dentro’… incluso haría más, y gratis, durante más y más tiempo, si esto le fuera financieramente factible o aceptable.
Entre esos experimentos, hubo uno en el que se concluyó que es improbable insuflar en un individuo mayor o mejor creatividad linealmente junto al dinero con el que se le pretende motivar – de hecho, hasta puede ser contraproducente pagar más. En efecto, allá por los años 60, se realizó un estudio con unos estudiantes del Art Institute de Chicago acerca de sus actitudes ante el trabajo y si se percibían a sí mismos más motivados por factores extrínsecos (vulgo, dinero) o más endógenos (automotivación por el propósito, maestría y excelencia en su propio trabajo).
Veinte años más tarde se les hizo un seguimiento, para saber qué tal les estaba yendo. Revelador: cuanto menor interés habían manifestado los estudiantes por el dinero y el reconocimiento externo cuando aún estaban en la facultad, mayor éxito profesional y financiero habían desarrollado: aquellos pintores y escultores más intrínsecamente motivados por la labor per se habían sido capaces de sortear con mayor agilidad los vaivenes de la profesión de artista, y habían recibido socialmente el reconocimiento de que sus piezas mostraban un mayor grado de creatividad. (Más sobre el tema, aquí).
En otras palabras, como concluiría la profesora de Harvard Amabile, los reconocimientos dinerarios tienen más sentido en trabajos lineales, rutinarios - no los creativos, abstractos, que requieren una visión en 360º.
Por eso hay tantas personas tan 'hemisferio derecho' que se queman (o los queman) en las empresas.
Por mucho que les paguen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario