La contabilidad saneada de una empresa, de un país - o de uno mismo - es sencilla en sus dos principios: reducir gastos innecesarios, subir ingresos de valor añadido al público.
Reducir gastos, tal y como va la sobada crisis implica apretarse el cinturón, vale. Pero cuando se acaban los agujeritos de este, siempre se pueden perforar más y ahogar al usuario.
Y, además, es lo más fácil. Siempre hay una partida más que recortar, suprimir.
Lo que me preocupa de los programas electorales que estoy leyendo es la in-aptitud por conseguir lo segundo: generar riqueza, empleo, bienestar. Emprender, demonios, que parece que hay que dárselo mascado.
Cuando la gente tiene dinero, tiene (a veces) más confianza y adquiere más productos - también, sí, los de los que están empezando.
Aun no he encontrado un partido inversor - solo adelgazadores.
Que los ¿mercados? nos pillen confesados.
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