Hay varias actitudes en la vida cuando deseamos tener, alcanzar algo, que ahora no tenemos y se nos antoja:
- La del pedigüeño, quien pide, reza al éter, en la esperanza de que algo o alguien se apiade y le deje catar las sobras. A veces pone cara como la del gato en ‘Shrek’ y tiene su rol de generador-de-lástima tan integrado que el que se consigue resistir a su influjo se lleva puesta una quemazón de culpa adherida como un chicle a la suela del zapato.
- La del que exige que ese algo le sea dado. ‘Es mi derecho’, ‘me lo merezco’, ‘usted no sabe quién soy yo’ son sus mantras… aunque no las verbalice. Cualquiera le chista. De hecho, suele conseguir cosas más por intimidación o por la renuncia de su contraparte a detonar un potencial conflicto que por su talento o dedicación.
- La del que lucha, contra todo, contra todos. Sangre a fuego, lágrimas e insomnio son las consignas. El proverbial ‘… con el sudor de tu frente’ es, para este guerrero, Ley de Vida. Hay que dejarse la piel, que hay una jungla ahí afuera puesta de atrezzo para hacerme a mí, ¿habrase visto?, la vida miserable.
El primero se acostumbra a transitar su vida con lo mínimo posible. Se autoconvence, incluso, que no necesita quiere más – no porque no lo anhele en su corazón, sino porque se argumenta a sí mismo que ‘ya llegará’… eso sí: sin mover un dedo al respecto.
Al segundo, en muchas ocasiones, le encontrará en puestos considerados ‘de poder sobre otros’ o en jerarquías verticalizadas, sea en empresa o en la administración, en una escuela o en un equipo de cricket. El jefe tóxico ¿es tóxico porque es jefe, o es jefe porque fue y sigue siendo tóxico?
El tercero gusta de hallar evidencias de lo mala que es la gente, siempre tan individualista ella, tan ombligo-centrada, tan hostil. Y todo logro que obtiene, cuando lo obtiene, le cuesta una energía ímproba, extenuante que le deja drenado de fuerzas.
Pero, ah, luego está el cuarto carácter, el atractor. Aquel que no pide, exige o lucha, sino que se permite recibir aquello que desea en su vida. Fluye, se apoya, discierne, razona-sintiendo (o siente-razonando), eficiente, eficaz y efectivo. Pareciera que consiguiera las cosas sin inmutarse. Sin dejarse la piel en el camino, casi con pereza.
¿Cómo atraen estos lo que desean? Sencillo: no piden, no exigen, no batallan. Se abren a recibir, no (solo) a ir a buscar asumiendo que lo buscado se hubiera perdido.
El Universo, como quiera que lo conciban, ya ha recibido su SMS, pero responderá cuando le venga en gana – pida como pida, exija como exija, luche como luche, se ponga como se ponga.
Así que se centran en las únicas dos cosas que pueden controlar absolutamente:
Lo que dicen.
Lo que hacen.
Asegúrese pues que sus decires y haceres sean lo mejor de lo que usted puede decir y hacer.
Nada menos.
El resto ya no dependerá de usted.
Pero váyase preparando. Permítase recibir.
¿Cuando fue la última vez que se dejó sorprender sin controlar pretender controlar toda la situación?
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