En nuestro grupo de coaches debatíamos hace unos días acerca de la experiencia vital que quizás diferencie a un 'buen' coach de un coach-que-sigue-el-libro.
Planteamos que el primero, para poder inspirar a otros en su vida, ha debido por sí mismo trascender una situación en primera persona tras caer y morder y tragar polvo: acompañar como coach a un cliente a emprender posiblemente aporte más valor si el primero ha sido o es emprendedor (con sus grandes éxitos y sus c*gadas mayúsculas); hacer coaching con una persona que está viviendo el trauma de un divorcio reciente posiblemente sea más valioso si el coach ha recompuesto su vida tras esas eternas noches en vela; caminar con un recién despedido será más potente si el coach ha vivido estar en la cola del desempleo y ha conseguido reinventarse tras ver lo poco que sirve esa espera pasiva.
Antes o después, la Vida nos lleva (coaches o no) a las puertas del desierto y esperará nuestros metafóricos cuarenta años errando por inanes paisajes de días abrasadores y noches heladoras. Quizás únicamente cuando haya experimentado esa soledad, ese rigor, el dolor, la soledad, la desesperación... la decisión, la determinación, la sanación, podrá regresar a su poblado el ahora héroe, cubriéndose bajo la discreta capa ya raída por el viaje.
Esa experiencia habrá transformado al individuo. Quizás la arrogancia habrá dado paso a la solidez de una mente dura con el problema y un alma amable con los otros. Quizás la timidez haya sido convertida en la suavidad de la brisa que mueve inmensos veleros. Quizás la impaciencia haya abierto el cerrojo de la certeza de que todo, todo, es perfecto.
Quizás sean esos precisos ingredientes los que cambian las vidas de aquellos a los que acompañe.
Aquello que únicamente pueden aprenderse fuera de los libros.
Planteamos que el primero, para poder inspirar a otros en su vida, ha debido por sí mismo trascender una situación en primera persona tras caer y morder y tragar polvo: acompañar como coach a un cliente a emprender posiblemente aporte más valor si el primero ha sido o es emprendedor (con sus grandes éxitos y sus c*gadas mayúsculas); hacer coaching con una persona que está viviendo el trauma de un divorcio reciente posiblemente sea más valioso si el coach ha recompuesto su vida tras esas eternas noches en vela; caminar con un recién despedido será más potente si el coach ha vivido estar en la cola del desempleo y ha conseguido reinventarse tras ver lo poco que sirve esa espera pasiva.
Antes o después, la Vida nos lleva (coaches o no) a las puertas del desierto y esperará nuestros metafóricos cuarenta años errando por inanes paisajes de días abrasadores y noches heladoras. Quizás únicamente cuando haya experimentado esa soledad, ese rigor, el dolor, la soledad, la desesperación... la decisión, la determinación, la sanación, podrá regresar a su poblado el ahora héroe, cubriéndose bajo la discreta capa ya raída por el viaje.
Esa experiencia habrá transformado al individuo. Quizás la arrogancia habrá dado paso a la solidez de una mente dura con el problema y un alma amable con los otros. Quizás la timidez haya sido convertida en la suavidad de la brisa que mueve inmensos veleros. Quizás la impaciencia haya abierto el cerrojo de la certeza de que todo, todo, es perfecto.
Quizás sean esos precisos ingredientes los que cambian las vidas de aquellos a los que acompañe.
Aquello que únicamente pueden aprenderse fuera de los libros.
También he escuchado la posición contraria: "Se puede hacer coaching sin saber exactamente cual es la preocupación o el objetivo del coachee", "El cliente observará tus debilidades y no podrás hacer un buen coaching"...
ResponderEliminarHe abandonado a unos clientes estas últimas semanas, por diversas circunstancias he estado muy desestabilizado y pensé que no era un buen momento, no dudare en hacerles llegar mis debilidades como persona y no creo que esto me haga peor coach.
Cuando mi hija cae al suelo pregunto: ¿Por qué nos caemos? - Para aprender a levantarnos (la enseñe a contestar).
Tengo la intención de ir a Madrid el día 1 Ya hablamos si nos podemos ver. Un abrazo y mucho éxito.
Hay que ser muy valiente para mostrar las (percibidas como) debilidades y mantener la cabeza al frente.
ResponderEliminarLa forma en que lo veo: la humildad permite el abanico de aprendizajes. La humanidad, la compasión (que no pena) en la (temporal) desorientación del cliente y, por supuesto, con uno mismo.
Hace tiempo leí (y constaté) que muchas veces los niños al caerse miran primero a su figura de referencia (papá, mamá, cuidador principal) antes de 'decidir' si llorar ante la caída. Quizás sea este el germen de nuestra responsabilidad de fomentar el que el pequeño a) se victimice o b) se levante, sacuda la arena, frote las rodillas... y de vuelta al tobogán. Por sí mismo y/o con los 'ánimos' del padre.
Igualito que los adultos ;)
Espero poder estar el 1, pero no tengo aún la certeza. En cualquier caso, será un buen evento sin duda.
Gracias por tu nota, José.
Un abrazo grande y éxito para allá -
G.