Una de las quejas más frecuentes de los clientes corporativos de coaching es que un no precisamente reducido número de managers que lo reciben acaban decidiendo irse de la misma empresa... que precisamente les ha pagado el proceso.
La queja tiene sentido.
¿O no?
Abogado del diablo: si llega el director de RRHH (DRH) de una empresa, y se funde 5.000€ de su ya de por sí exiguo presupuesto en un gerente para que llegue a la conclusión este que se quiere ir, un decir, a emprender por su cuenta, lo natural (sobre todo si el propio jefe del DRH amaga con colgar su cabeza en un poste como señal jíbara de tráfico de aviso al resto de insensatos) es que desista de seguir contratando los servicios de un coach.
Normal. A ninguna empresa le conviene que sus mejores empleados así, de gratis, tengan el espacio y el tiempo para pensar (y menos decidir) por sí mismos en lugar de seguir entregados a la misión de maximizar valor para el accionista (sic, libro de primero de Economía de la Empresa).
Abogado de abogado del diablo. Quizás pueda interpretarse un proceso de coaching (desde el punto de vista de la empresa contratante, esto es) como una desinversión a tiempo para hacer honor al mantra del inversor en Bolsa cuando la cosa se pone chunga: ‘corta tus pérdidas’.
Me explico. Si el empleado no hubiera tenido coaching, es previsible que hubiera llegado a la misma conclusión (‘me voy de esta empresa’), aunque por una vía diferente (‘porque estoy hasta las pel narices’ en lugar de, pongamos, ‘para montar algo por mi cuenta’), solo que unos cuantos años más tarde, con un conflicto laboral enquistado, la subsiguiente indemnización por despido improcedente y un poco estético borrón en el CV del desvinculado (o un clavo más en el ataúd del DRH).
Directores de Personas, hagan sus números: consideren si, quizás, puedan precisamente hacer coaching para purgar (suena fuerte el palabro, permítanme el recurso pedagógico para mayor énfasis) su empresa de aquellas personas que, realmente, no quieren quedarse. Comparen esos 5.000€ de inversión en unas sesiones de coaching vs. el cómputo total de agregar 1) coste salarial de tener a un tipo que no se quiere quedar otro, dos, o X años más, junto a 2) la indemnización por mostrarle la puerta de salida ese tiempo adicional más el 3) dolor de cabeza de acallar (imposible) los rumores en el resto del departamento, etc. etc.
¿Desde el punto de vista del individuo? Mejor con coaching, obvio. Si están sopesando la idea de irse de su empresa de todas formas, analicen ese posible cargo de conciencia que acaso pudieran sentir si su firma les sufraga un coach: es su vida, a fin de cuentas. Tómeselo quizás como parte de un finiquito emocional que compense algunas de esas horas regaladas (que no, que reunirse no es producir) a un trabajo por un salario que, por definición, no está a su favor y con el propósito de acabar aceptando (porque darse cuenta, ya se ha dado cuenta) cuatro muy activadoras aseveraciones en su vida:
- Una: 'no estoy contento'.
- Dos: 'merezco estar contento'.
- Tres: ‘estoy preparado para hacer un cambio’.
- Cuatro: ‘ese cambio pasa por aprender a _________, hacer _________, contactar con ________ y, finalmente, _________.’
Poco de lo cual, previsiblemente, puede ofrecérsele donde está ahora.
Sí, el coaching también puede ser una excelente des-inversión.
Si quiere cortar sus pérdidas.
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