Lo que está sucediendo en Madrid (y otras ciudades) era algo que, si bien era difícil de prever, desde luego no sorprende.
El ciudadano medio, que ya se ha enterado de qué va este juego (democracias bipartidistas con planteamientos de ideología-única, servidumbre de partidos políticos a banqueros y otras especies similares, pugna por el poder porque ahí arriba uno tiene acceso a la decisión de cuanto debe cobrar uno mismo, etc.) ha alcanzado el punto de cocción... y está empezando a ebullir.
Únanse muchos ciudadanos que ya van calentitos (FB, Twitter, etc.) y se comienzan a alcanzar masas críticas sucesivamente más elevadas: desde la que meramente se manifiesta... hasta la que hunde gobiernos.
La gente está harta – y ve que lo que se ha hecho en Islandia se puede replicar: el islandés medio pierde sus ahorros a manos de unos banqueros que, seducidos por el dinero rápido-de-otro (cualquiera comienza una empresa con un millón de euros en el bolsillo), abandonan cualquier principio de contabilidad razonablemente conservadora y se lanzan a especular, a endeudar (¡a sus propios clientes!) frente a terceros (Reino Unido y Holanda, de aperitivo). El islandés medio sale a la calle y, pacíficamente, busca encarcelar a los responsables (los bancos y los machos-alfa que los dirigen), negarse (¡negarse!) a pagar la deuda contraída in absentia por algún señorito en un despacho noble, y tumbar a un gobierno que, sea por ignorancia (malo) o aquiescencia (peor), había favorecido el asalto a las arcas de uno de los países que, hasta hace nada, era de los que ofrecían una calidad de vida mundialmente envidiable a los habitantes de esa isla.
Si no lo han hecho aún, vean el documental ganador de un Oscar 'Inside Job' (trailer, al pie) y horrorícense con el sutil, silencioso, premeditado, planificado, insultante, robo que un puñado de banqueros ha hecho (y hace) para enriquecerse obscenamente a costa de (sí: digo 'a costa de', literalmente) jugar con, y especular contra, los dineros de sus propios clientes. Si ganaban, se llevaban un bonus – si perdían, se llevaban uno más gordo. Total: ellos tenían (tienen) el poder de decidir cuánto debían pagarse ellos a sí mismos, en comandita con el resto de gerifaltes, repartiéndose de esta guisa el bacalao pescado por otros. Después de ver esta película, Freddy Krueger les parecerá más dulce que Blancanieves.
Miren si no, acabe o no el responsable del FMI en la cárcel (que será que no), quién será el/la que le suceda. Si echan mano de hemeroteca, verán (y seguirán viendo), que son las mismas caras cambiándose de silla (FMI, Reserva Federal, Ministerios de Economía...) a lo largo de los años.
Sí: la gente está arrecha. Y mucho.
Nunca subestimen el poder de la determinación de un grupo, por pequeño y ausente de poder que este parezca tener:
De hecho, todas las revoluciones empezaron así.
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