Considero que, cuando se avecina un huracán (o está en mitad de uno, como sienten muchos coachees-clientes), un optimista aguarda, sonriendo (¿la sonrisa del ahorcado?) a que la tempestad amaine.
No, en coaching no somos optimistas: somos positivos - que no es lo mismo. La diferencia estriba en que con una disposíción positiva tienes la certeza (o casi) de que hay una (y más) soluciones ante esa tormenta: es cuestión de pensar, visualizar, actuar. Con esa certidumbre, nuestro cerebro se relaja y puede anticipar con criterio... y agilidad. Sin él, el miedo puede pasar de un salto al pánico. Y entonces ya no regimos - nos arrastra el instinto de supervivencia.
No, no somos optimistas.
Pero somos incombustibles co-buscadores de opciones válidas.
Eso es ser positivo.
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