lunes, 10 de octubre de 2011

Impaciencia

'Cuando uno es granjero y tiene una vaca', me explicaban hace años acerca de tipos de inversión, 'puede hacer dos cosas: ordeñarla cada día y vender la leche, o sacrificarla para vender hamburguesas... y ya no tienes vaca'.

Los que no-emprenden y miran desde la barrera a menudo arrojan la piedra: 'a los emprendedores solo os interesa el dinero'. Como si el resultado, el producto del trabajo, la habilidad de haber visto la oportunidad y haber-hecho-algo-al-respecto debiera (siempre) entregarse gratis total. ¿Acaso el esfuerzo, la experiencia, el patearse la calle, el hallar clientes, el haberse comido n portazos en los morros no merece un rédito, hum, aunque sea para comer?

Venga ya.

OK, admitamos la crítica - con matices.

Hay un grupo de emprendedores que, ciertamente, van a por el dinero. 'Diseñemos un gadget/app/etc., metamos un millón de suscriptores y esperemos a que Google/FB/Microsoft/etc. nos la compre y retire'. O sea: vender la vaca. Sin embargo, muchos de esos nuevos millonarios, curiosamente, tenderán a usar el dinero en lanzarse de nuevo a la arena a lidiar con un nuevo proyecto, aunque con menores servidumbres a sociedades de capital riesgo, fondos o señores de chistera y puro. Son estos re-emprendedores (esto ya es vicio) quienes, en el fondo, posiblemente tienen en la sangre lo mismo que tiene el segundo tipo de emprendedores:

Los que lo hacen porque les gusta. Porque manifiestan en una nueva realidad alrededor de ellos lo que ellos en substancia son, más que perseguir lo que pueden llegar a tener. Porque les va la marcha.

Y porque les apasiona. Punto.

Cuando empleamos la palabra 'pasión' tendemos a imaginar algo de una energía brutal... y efímera. Con esta perspectiva, claro, muchos que lo intentan sucumben pues tienen muchas, demasiadas, ganas de triunfar y se desfondan en los primeros seis meses en cuanto ven que no hay resultados a lo Hollywood. Quieren que la vaca (que ni ha nacido) dé ya tanta leche como una cabaña entera en una fracción de tiempo.

Sin embargo, es otro el tipo de pasión que se requiere para el proyecto: es una quemazón por sacar adelante una visión aún difusa de lo que se quiere, un dormir con papel y lápiz en la mesilla de noche para tomar nota de esas ideas-sorpresa que nos visitan en momentos inesperados (a ver si nos vamos a creer que las ideas son dóciles y vienen cuando les silbas); un hablar permanentemente del tema con todo aquel que le preste un oído.

Es esta pues una pasión persistente. No es mariposa de un día. Es la del corredor extremo que corre por correr - no por la meta. Es ese fuego discreto, sosegado, pero que consume la leña más sólida.

Es ese que día tras día tras día, año tras año tras año, empuja a su poseedor a continuar construyendo y de-construyendo, creando y re-creando, alterando y re-inventando.

Es ese el que crea el éxito que da sentido a una vida.

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