Nos pasamos gran parte de la vida obedeciendo. Padres, tutores, profesores, jefes, supervisores, gobiernos, pastores espirituales, religiones, parejas, tendencias...
De hecho, obedecemos tantas órdenes que ni nos damos cuenta que lo hacemos. Se ha convertido en un hábito.
Y este es uno de los peligros de un coach: que su cliente le confiera la autoridad como para que aquel pase a ser una suerte de oráculo.
Para el coach que tiene una base temperamental de liderazgo y/o autoridad: precaución. Puede dinamitar, inadvertidamente, el fluir del proceso de aprendizaje del coachee/cliente.
Para este último: cuestionen, sean incisivos, expriman a su coach, hasta que usted se lleve lo que necesite aprender en ese momento.
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