Hay reglas que se deben respetar: prometa a sus clientes menos de lo que pueda y sírvales más de lo que esperan.
Hay reglas que se deben adaptar: para empezar un negocio no hay que comenzar con un capital inicial endeudado y asfixiante.
Hay reglas que se deben doblar: aunque la empresa (de otro) en la que trabaje le exija lealtad incluso mientras duerme, su tiempo libre es suyo - nadie le impide experimentar con la monetización de sus hobbies y sus pasiones... si le da la real gana.
Y, sí, hay reglas que se deben romper: sobre todo aquellas que le dicen otros que debe seguir para cumplir con su concepción del mundo: 'tú no vales para emprender', que le dirán, en su infinidad de variantes. Todos las hemos oído.
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